El decálogo imposible de Barack Obama
Fuimos los gatos salvajes, los leones;
los que nos sustituyan serán chacales, alimañas.
Y todos juntos, alimañas, chacales, leones y gatos salvajes,
continuaremos creyéndonos la sal de la Tierra.
Fabrizio Corbera, Príncipe de Salina (El Gatopardo)
los que nos sustituyan serán chacales, alimañas.
Y todos juntos, alimañas, chacales, leones y gatos salvajes,
continuaremos creyéndonos la sal de la Tierra.
Fabrizio Corbera, Príncipe de Salina (El Gatopardo)
Estoy afrontando -suponiendo que deba afrontar algo y no limitarme a observar acontecimientos que me superan sin posibilidad alguna de influir en ellos- toda la marea Obama con la falta de entusiasmo de quien ha aprendido la lección que Lampedusa y Visconti nos enseñaron en El Gatopardo, el Todo debe cambiar para que todo siga igual. Pero también sin el dogmatismo cerril de quienes piensan que daba lo mismo quién ganase las elecciones de anoche en los EE.UU.
Claro que hay intereses muy poderosos que han facilitado la elección de Barack Hussein Obama porque el modelo republicano estaba agotado, y su imagen renovadora es una ayuda para renovar el liderazgo mundial estadounidense. Se trata de dar una cara conciliadora, amable e integradora a los mismos engranajes que hasta ahora nos han mostrado su lado más cruel y violento. También para esos intereses Obama es el mal menor, y puede que hasta un útil instrumento. Si decidiera ir por libre no iban a faltar fanáticos armados hasta los dientes y bien financiados para conseguir que el Kennedy negro siga los fatidicos pasos de su modelo blanco.
Me alegro del triunfo de Obama, básicamente porque me alegro de la derrota de los republicanos. Por un lado con auténtica saña y regodeo hacia las bestias pardas neocon que han campado a sus anchas en las últimas décadas, por otro porque aunque un pusilánime Zapatero no me entusiasme siempre será preferible al trauma ver en el poder a una, pongamos por caso, Esperanza Aguirre, con toda su chusma de curas, pijos, mangantes y ultras detrás. Me alegro porque significa el fin y la alternativa al desastre supino que George W. Bush ha dejado en política económica, social, exterior y medioambiental. Porque es lo que no quería la América bíblica, esa que admira de sus enemigos, los fundamentalistas islámicos, su voluntad de morir y matar por imponer su fe, y sueña con educar a una generación de mártires.
Y hay unos cuantos elementos que son indudáblemente positivos en Barak Obama. El fundamental es, claro está, su condición de hombre negro que, se matice o desdibuje como se quiera, significa el triunfo de los derechos civiles sólo cuarenta años después de los asesinatos de King y Malcolm X y a siglo y medio de distancia -una minucia histórica- del esclavismo. El segundo elemento positivo es que su candidatura y su carrera hacia la Casa Blanca han tenido más de movimiento político que de campaña electoral al uso, y eso le empuja hacia adelante y le mantiene más atado a sus compromisos que sus antecesores. Y ligado a esto último hay un nada desdeñable factor programa: Obama ha formulado una serie de compromisos en materia social y de cobertura de las clases más débiles inéditos hasta ahora en un candidato demócrata porque se afirman por encima de las circunstancias económicas -de recesión- y de la política fiscal.
Pero de ahí a un cambio real va un mundo. Unos tímidos avances son más que nada o que seguir la marcha atrás emprendida por la administración Bush en libertades e igualdad de oportunidades, pero son sólo eso. Y no podemos permitirnos soñar con nada más. Para que Obama fuera realmente el cambio debería afrontar una serie de medidas que ni están en su programa, ni en sus prioridades y en muchos casos chocan contra sus planes confesos. Se puede formular un decálogo para una Utopía Obama que no existe ni existirá, pero que marcaría la conversión de EE.UU. en la democracia avanzada que dice ser y no es y provocaría un giro copernicano a la vida en este planeta. Puestos a pedir...
Claro que hay intereses muy poderosos que han facilitado la elección de Barack Hussein Obama porque el modelo republicano estaba agotado, y su imagen renovadora es una ayuda para renovar el liderazgo mundial estadounidense. Se trata de dar una cara conciliadora, amable e integradora a los mismos engranajes que hasta ahora nos han mostrado su lado más cruel y violento. También para esos intereses Obama es el mal menor, y puede que hasta un útil instrumento. Si decidiera ir por libre no iban a faltar fanáticos armados hasta los dientes y bien financiados para conseguir que el Kennedy negro siga los fatidicos pasos de su modelo blanco.
Me alegro del triunfo de Obama, básicamente porque me alegro de la derrota de los republicanos. Por un lado con auténtica saña y regodeo hacia las bestias pardas neocon que han campado a sus anchas en las últimas décadas, por otro porque aunque un pusilánime Zapatero no me entusiasme siempre será preferible al trauma ver en el poder a una, pongamos por caso, Esperanza Aguirre, con toda su chusma de curas, pijos, mangantes y ultras detrás. Me alegro porque significa el fin y la alternativa al desastre supino que George W. Bush ha dejado en política económica, social, exterior y medioambiental. Porque es lo que no quería la América bíblica, esa que admira de sus enemigos, los fundamentalistas islámicos, su voluntad de morir y matar por imponer su fe, y sueña con educar a una generación de mártires.
Y hay unos cuantos elementos que son indudáblemente positivos en Barak Obama. El fundamental es, claro está, su condición de hombre negro que, se matice o desdibuje como se quiera, significa el triunfo de los derechos civiles sólo cuarenta años después de los asesinatos de King y Malcolm X y a siglo y medio de distancia -una minucia histórica- del esclavismo. El segundo elemento positivo es que su candidatura y su carrera hacia la Casa Blanca han tenido más de movimiento político que de campaña electoral al uso, y eso le empuja hacia adelante y le mantiene más atado a sus compromisos que sus antecesores. Y ligado a esto último hay un nada desdeñable factor programa: Obama ha formulado una serie de compromisos en materia social y de cobertura de las clases más débiles inéditos hasta ahora en un candidato demócrata porque se afirman por encima de las circunstancias económicas -de recesión- y de la política fiscal.
Pero de ahí a un cambio real va un mundo. Unos tímidos avances son más que nada o que seguir la marcha atrás emprendida por la administración Bush en libertades e igualdad de oportunidades, pero son sólo eso. Y no podemos permitirnos soñar con nada más. Para que Obama fuera realmente el cambio debería afrontar una serie de medidas que ni están en su programa, ni en sus prioridades y en muchos casos chocan contra sus planes confesos. Se puede formular un decálogo para una Utopía Obama que no existe ni existirá, pero que marcaría la conversión de EE.UU. en la democracia avanzada que dice ser y no es y provocaría un giro copernicano a la vida en este planeta. Puestos a pedir...
- Desarrollo de un modelo de economía real, que proscriba la especulación y limite los sueldos, incentivos y dividendos excesivos de los directivos de las corporaciones
- Legislación anti-lobbies que limite la influencia de los grupos de presión empresariales, particularmente las petroleras, la industria armamentística y la farmacéutica, en las Cámaras, el Gobierno y los dos grandes partidos
- Implantación de un sistema de Seguridad Social y Salud universal, público y gratuíto
- Ratificación del Protocolo de Kyoto y liderazgo en la lucha contra el cambio climático
- Derogación de la Patriotic Act y todas las normas de restricción de libertades aprobadas por la Administración saliente
- Control de la posesión de armas de fuego e ilegalización de la Asociación Nacional del Rifle
- Aceptación del Estatuto de Roma y el Tribunal Penal Internacional, acabando con la inmunidad de los militares estadounidenses en el extranjero.
- Abolición de la pena de muerte en todos los Estados. Cierre del centro de internamiento de Guantánamo y persecución de cualquier forma de tortura
- Retirada inmediata de Irak y gradual de Afganistán. Prohibición de la fabricación de bombas de racimo y minas antipersona y abandono del proyecto de escudo antimisiles.
- Presión sobre el Gobierno de Israel para que retire a los colonos de todos los asentamientos en Cisjordania y negocie tanto con la ANP como con Hamás la independencia total de Palestina y un estatuto compartido para Jerusalén
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