martes, 27 de octubre de 2009

Último artículo publicado en Granada Hoy


Nosotros somos los piratas

Uno entiende la preocupación entre las familias, las manifestaciones
en los puertos por los pescadores vascos y onubenses que llevan semanas en las manos de asaltantes somalíes o de las autoridades de Bissau. Les prometo que esa preocupación se me acabaría en el mismo momento en que –no caerá esa breva- los armadores se ofrecieran como rehenes a somalíes y guineanos a cambio de que los marineros vuelvan a casa. Porque con esto de la pesca y los secuestros y arrestos en aguas africanas la definición de piratería me resulta tan resbaladiza como cuando la usa la SGAE.

Lo que ocurre en las costas del Índico africano es una de las formas que en la actualidad adopta el colonialismo. El colapso del Estado somalí fue la señal: Sin control gubernamental era hora de robar y saquear, y los españoles los primeros. Tras agotar los recursos de nuestras costas acudimos como plaga de langosta a otras latitudes a privar de uno de sus escasos medios de subsistencia a una de las comunidades más pobres del planeta. Izan banderas españolas, surcoreanas, francesas, chinas, pero deberían compartir la de la calavera y las tibias cruzadas; esa multitud obtiene en torno a 400 millones de euros al año por faenar ilegalmente en aguas ajenas. No fue la única calamidad que cayó sobre unas costas que las industrias químicas europeas y estadounidenses han estado utilizando en los últimos años como vertederos de desechos tóxicos. El atún que llega de Somalia a Bermeo además de robado puede ser venenoso.

Las prácticas de los pesqueros onubenses en Guinea-Bissau no son menos
inocentes. Los barcos repostan en alta mar para ahorrarse el coste del atraque y para comprobar las consecuencias ambientales no hace falta ir tan al Sur. En las poblaciones canarias de Castillo de San Cristóbal y El Puerto los pescadores de bajura están hartos de sacar del mar redes llenas de fuel.



Guinea-Bissau no hace sino defender su costa y sus recursos. En Somalia ha habido intentos de retomar el control de sus aguas, y no con el bandidaje. Formaron grupos de guardacostas voluntarios que intentaron cobrar tasas por faenar; cuando los armadores se les rieron en la cara recurrieron a las mismas empresas de seguridad privada estadounidenses que hoy compiten con los bufetes británicos por intermediar en los secuestros. El negocio siempre es para Occidente. El ministro Rubalcaba ha autorizado a los armadores a que contraten para sus barcos mercenarios que podrán ir fuertemente armados. Evidentemente se recurrirá a empresas que conozcan el terreno, es decir, las mismas multinacionales que operan en la zona -que así ganarán dinero en los dos bandos- o en guerras privatizadas como la de Irak, ejércitos privados cuyas cifras de muertos no nutren el parte general de bajas de las naciones implicadas en conflictos. ¿Quiénes son los piratas?

lunes, 19 de octubre de 2009

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Isla de los perros

Pasé
la pasada semana en Londres. Volver allí siempre me alegra el día así que desoigo las desesperadas protestas de mi cartera -maletas vacías en la ida para llenarlas al regreso sin superar los quince kilos que Ryanair te permite facturar-. Lo cierto es que este fin de semana cualquier lugar era bueno para ir excepto Madrid, donde el hedor a sacristía cerrada, bocata de chorizo masticado en el interior de un autocar, intolerancia, superstición y fanatismo se te adhería de forma indeleble al cuerpo. A nadie le importa el aborto en Londres y era la extraña muerte del cantante de Boyzone en Mallorca la comidilla de los garitos del Soho. Además, mi cartera estaba más segura en Londres que en Madrid, con tanta gente del PP cerca.

Esta vez decidí acercarme a un distrito que antes sólo conocía por su impacto en el skyline londinense, los Docklands y el complejo financiero de Canary Wharf. Me fascina la arquitectura contemporánea y salí del metro fotografiando sin descanso las moles del corazón económico de Inglaterra. Me fijaba en su belleza futurista, en el cristal y el acero cortando el aire, pero la realidad de dónde estaba realmente se me reveló en forma de un tipo de casi dos metros de alto y uno de espalda que me preguntaba por qué hacía fotografías, qué hacía en Canary Wharf, a qué me dedicaba, y que me hizo enseñarle todas las fotos que guardaba en la cámara. Como tras el susto inicial no hice mucho caso y seguí con mis fotos, tuve varios encuentros más con hombretones como aquél, uniformados, con chalecos antibalas, armados como policías pero que no eran policías sino la Canary Wharf Security, empleados de Siemens, una guardia pretoriana del capitalismo que custodia su sancta sanctorum y te explica que para hacer fotos allí necesitas un permiso incluso en plena calle. No dejaba de ser una contradicción que durante uno de esos encuentros un avión volara casi rasante sobre nuestras cabezas –no hay limitaciones que prohíban sobrevolar Londres como sí las hay en Nueva York y otras ciudades desde el 11-S- y aquello se considerara menos amenazador que un turista español haciendo fotos. En el British Museum puedes hacerlas incluso con flash, y nadie te registra la mochila, y en esos mismos días cincuenta activistas de Greenpeace lograron encaramarse a los tejados de las Houses of Parliament, burlando todas las medidas de seguridad en la sede de la Cámara de los Comunes para exigir medidas contra el cambio climático, pero la sede de Lehman Brothers, cuya codicia alimentó la crisis que padecemos, es más valiosa, ha de estar bien protegida.



Londres ha sufrido atentados sangrientos pero ocurrieron en el metro, las calles y los autobuses, los padecieron los ciudadanos, no los imperios financieros de la City y los Docklands. Para blindarse en sus rascacielos muy claro deben tener hoy los responsables del Credit Suisse, HSBC, Citigroup, Morgan Stanley, Bank of America, Metrovacesa o Barclays de que no es respeto y admiración lo que despiertan entre el personal. Saliendo de la Isla de los Perros pienso en cómo ese lugar cambió del tráfico de contenedores al de capitales; de zona portuaria, canalla y maleva, a santuario de un mal mucho más temible; de centro de la marinería y la tradición corsaria de Inglaterra a refugio de una nueva piratería. Allí en los Docklands y en la City están los bufetes de abogados que se enriquecen intermediando en los secuestros de barcos que somalíes muertos de hambre, a los que sí llamamos piratas, realizan para ellos. Allí es donde debería Carme Chacón enviar a sus soldaditos para rescatar a los atuneros españoles.


lunes, 12 de octubre de 2009

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Trabajos perros

Un cocker de mirada triste con gorro de repartidor de pizzas es la imagen con la que Izquierda Unida ha convocado un concurso en el que ganan quienes menos ganan, y en el que parten con ventaja jóvenes, mujeres e inmigrantes. 108.000 granadinos, los atados a un contrato temporal, pueden participar en el Primer Concurso de Trabajos Perros. El premio es un fin de semana en un alojamiento rural.

Para tener un trabajo perro no hace falta ser mamporrero de ganado, mascota en torneos deportivos, limpiador de pozos ciegos, proctólogo, niño que cose balones en Malasia o niño cobaya para la vacuna de la gripe A en España. De trabajos perros sabemos mucho en la hostelería, la construcción, el cuidado de ancianos o el periodismo. Hay cinco millones de expertos, tantos como mileuristas, en el Estado que va a presidir la Unión Europea y que, según Eurostat, es el más desigual de los 27, con la mayor distancia entre los ingresos de la población de renta más alta y los de la más baja, el de fiscalidad más regresiva y donde los parados de larga duración tienen diez años menos de esperanza de vida que los ricos.

Curioso: Entre esos cinco millones de trabajadores perros se detecta mayor claridad de ideas, inteligencia práctica y salud mental que en la elite empresarial y bancaria que corta el bacalao: Ningún mileurista recomendaría la reducción del gasto público y la desregulación de los mercados de trabajo, santerías y supersticiones en las que sí creen banqueros, empresarios y economistas neoliberales. Sabido es que a mayor protección social e inversión pública, más productividad, crece el consumo y se dinamizan los mercados, y que el país donde despedir sale gratis se queda sin gente que compre, viaje, salga y dé cuerda a la maquinaria. Días atrás el presidente de la Cámara de Comercio de Granada, Javier Jiménez, defendía la flexibilidad laboral, los EREs y los procesos concursales como única salida para las empresas, y al mismo tiempo nos animaba a consumir "en la medida de nuestras posibilidades". Mientras, los sindicatos resaltaban que la crisis ha incrementado el ahorro en las familias granadinas en un 25%. Jiménez no entiende que ahorramos y no consumimos por miedo a él y a quienes defienden lo que él.

¡Los sindicatos!... "esas estructuras corruptas, inútiles, que solo defienden a sus afiliados y dominadas por vagos y advenedizos". Habrán oído mil veces esa cantinela en boca de los predicadores neoliberales pero nadie pone en duda la utilidad de la banca o la gran empresa, donde el catálogo de maleantes llenaría estadios. Esos inútiles sindicatos han ganado otra batalla: A los constructores granadinos la Justicia les ha condenado a devolver lo robado a sus empleados durante todo este año de incumplimiento de convenio. ¡Qué trabajo más perro el de empresario!

lunes, 5 de octubre de 2009

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Maestros de secano

Una viñeta cómica en una revista de economía dibuja una gráfica en la que, conforme la curva del paro va hacia arriba, más aún crece la del número de paisanos que se creen economistas. Aunque se puede entender que cuanto más graves sean los problemas que nos flagelan mayor será nuestro conocimiento sobre ellos, los maestros de secano –quienes pretenden saber de todo y todo lo ignoran- en materia económica, deportiva o científica proliferan conforme los medios de comunicación se hacen más accesibles: foros, comentarios a noticias, blogs...

Pero lo que anima al respetable a ejercer su legítimo derecho a opinar sobre todo lo opinable, aunque no tenga ni idea, es la insultante ignorancia que detecta entre los opinadores con carné, quienes tienen -¿Tenemos?, debo preguntarme- púlpito a su disposición y recetas para, ya metidos en harina económica, solucionar el paro o salir de la crisis; quienes repiten sin que les tiren tomates tópicos y mezquindades como los escuchados esta misma semana en varias tertulias radiofónicas: Los subsidios fomentan el paro, las subvenciones fomentan el fraude o quien recibe ayudas públicas vota al gobierno que se las proporciona.

Si el personal lee en una entrevista a Manuel Pizarro que "Lo primero para salir de la crisis es bajar nuestro nivel de vida" sabiendo que el ex número dos del PP dejó Endesa con una indemnización de 12 millones tras duplicarse el sueldo hasta los 3,2 millones y obtener cuatro millones más de la venta de acciones, se considerará con todo el derecho a decir pamplinas en público, además de darle dos yoyas al susodicho si se lo encuentra por la calle.

Si se mira en el espejo de la clase opinadora, uno puede proclamarse sociólogo por ver Gran Hermano, o ser capaz de determinar el momento exacto en el que un pegote de células es un ser vivo y en el que éste pasa a la categoría de ser humano o puede discutir a quienes predican catástrofes derivadas del cambio climático. Estos días brotan como setas los expertos en el funcionamiento interno del COI desentrañando las claves de por qué Madrid se ha librado del desvarío olímpico y serán los brasileños quienes vean cómo la pobreza, el narcotráfico, la inseguridad y la destrucción y saqueo de la Amazonia se vuelven invisibles ante la locura especuladora y faraónica de los cinco aros, la que no trajo más libertad a China, más igualdad a México ni un aire más limpio a Grecia.
El problema para los líderes de opinión se da cuando el personal sí sabe del tema, y aquí de fútbol la peña controla muchísimo. Por eso se rebelan los lectores de El País y los oyentes de la Ser cuando el capo Cebrián ordena zafarrancho contra el Gobierno. La gente sabe que esto va de fútbol y de beneficios multimillonarios relacionados con el balompié televisado y no se deja engañar.