domingo, 22 de abril de 2012

Cambio de régimen


¿Cómo dan más miedo?



Los sismólogos deberían calcular el poder de devastación de cada reunión del  Consejo de ministros de la era Rajoy, aunque no sé si la escala de Richter sería suficiente. Los físicos nucleares habrían de medir en en megatones las ruedas de prensa de la portavoz. Los servicios de vigilancia costera tendrían que activar cada viernes una alerta de sunami en previsión de los efectos de la onda expansiva de los acuerdos del Gobierno del Partido Popular. Los boletines horarios no daban abasto, y cada hora del pasado viernes nos ibamos enterando de una nueva calamidad. La reunión del Consejo de Ministros del viernes 20 de abril fue el hecho más destructivo ocurrido en nuestro país desde del 11-M.

Llámenme exagerado y después díganme si no es un hecho cruento y que puede poner en riesgo la vida de muchas personas dejar sin atención sanitaria a medio millón de inmigrantes, medida que se aplicará con la excusa del turismo sanitario pero que deja desasistidos a los más débiles. Díganme si no lo es cambiar la Ley de Extranjería supuestamente para evitar que familiares de residentes extranjeros legales vengan a España a recibir atención sanitaria; no es ahorro, es pura y simplemente ideología racista, cuando está acreditado que los inmigrantes recurren menos a la sanidad pública que los españoles.

No fue un consejo de ministros, fue una declaración de guerra a la idea del bien común y de la igualdad de oportunidades y derechos. Los recortes para ahorrar 7.000 millones en Sanidad pasarán por encima de muchos cadáveres. El copago en cualquiera de sus formas es una estafa, salvo que se deroguen los impuestos e impongamos la ley del más fuerte. Su instauración entre los pensionistas y el incremento de la cantidad que deben abonar los trabajadores por cada medicamento que compren, es un robo a quienes han cotizado puntualmente su seguridad social y presentado su declaración de Hacienda.

Como el territorio de exclusión alrededor de Chernobyl, sin futuro, queda un país en cuya educación el Gobierno decide ahorrar 3.000 millones de euros. Carreras universitarias de nuevo al alcance sólo de las élites, aulas atestadas de alumnos en los otros niveles educativos, menos profesores y por si algo faltaba, el ataque a Andalucía, la Hiroshima de todos los bombardeos que ordenará el gobierno central en los próximos meses para doblegar la voluntad popular y derribar al gobierno elegido en las urnas. El bloqueo a las oposiciones para profesores de Andalucía se ha dictado desde lo alto de un caballo de terrateniente añejo. Y luego vendrá la intervención de las cuentas de la Junta. Sí, también a Castilla-La Mancha y Valencia para disimular, pero en la letra pequeña del Consejo de Ministros del viernes ya estaba la trampa: la autorización a estas dos comunidades a endeudarse por 3.500 millones de euros más.

El sunami también se llevará por delante una isla -imperfecta si se quiere- de la libertad de expresión: El Gobierno no ha dudado en cambiar la ley para tomar el control de RTVE. Se ha dictado el final Como dijo Iñaki Gabilondo Se acabó: El tiempo de la dignidad recuperada en TVE ha concluido”. Se da un golpe de Estado en televisión y se interviene la televisión pública pero no para rescatarla sino para hundirla. También las autonomías podrán privatizar las televisiones públicas y es, en una Andalucía intervenida, también va por Canal Sur.

Como el niño Froilán el gobierno nos obliga a dispararnos en el propio pie y en su guerra de Gila contra Argentina no se le ocurre nada mejor que reducir la compra de biodiésel al país andino. Pero, no, no era esa la traca final en el Consejo de Ministros de la Muerte. Aún quedaba mucha ignominia por repartir y así en la misma reunión se aprobó el indulto a los dos últimos condenados por el caso ‘Yak-42’, unos sinvergüenzas con galones que mezclaron trozos de soldados españoles y los entregaron a sus familias. Unos militares que seguramente aguardaban a un gobierno del PP para mantener su pacto de silencio sobre la responsabilidad criminal del infame Federico Trillo.

No, el consejo de ministros del viernes, sumado a los demás consejos desde el pasado diciembre, no es un acto de gobierno, es un cambio de régimen. Pero no deberían olvidar que si derogan o cambian hasta lo irreconocible el régimen de libertades y derechos que los españoles decidimos otorgarnos, los españoles estaremos legitimados a derrocarles, incluso por la fuerza. Por cierto, este miércoles es 25 de abril, día de claveles y fusiles, y se conmemora que un día un ejército decidió que era al pueblo y no al Gobierno al que debía lealtad. Ahora llámenme golpista. Yo les llamaré cabrones.

viernes, 20 de abril de 2012

La guerra: Instrucciones de montaje


Los más radicales defensores del pensamiento neoliberal niegan que fueran las políticas expansivas e intervencionistas promovidas por Franklin D. Roosevelt las que permitieron abandonar el pozo de la Gran Depresión de 1929
Defienden que fue la Segunda Guerra Mundial la hoguera en la que se quemó la crisis. Su teoría calla que la guerra en sí misma es un acto de intervencionismo estatal y de inversión pública cuyos principales beneficiarios son las empresas privadas de los sectores del armamento, la construcción, la seguridad, etcétera. 
Es decir, es la guerra el hecho que saca a la luz cómo funciona realmente el
liberalismo: El Estado concebido como esfuerzo colectivo para enriquecer al sector privado pero evitando todo control estatal sobre ese mismo sector. En esta nueva gran depresión la guerra es también la solución final, es la única receta que conocen quienes aplican tratamientos de austeridad y contención sabiéndolos destinados al fracaso. Por otro lado las guerras, frías o cruentas, son un perfecto Macguffin para desviar la atención de los pueblos de los problemas reales.

Como para que estalle una guerra hace falta generar un mínimo de tensión, si ésta no existe o es insuficiente, uno o los dos bandos crean dicha tensión. Los ejemplos del pasado son innumerables, desde el asesinato del archiduque Francisco Fernando en Sarajevo hasta las inexistentes armas de destrucción masiva de Saddam Hussein. La guerra que hoy se considera inevitable -o eso interesa que creamos- es contra Irán. Poco importa que en la Casa Blanca haya un presidente moderado. Entre Benjamin Netanyahu y los cabilderos judíos, armamentistas y hasta las aseguradoras sanitarias pueden prender la chispa en cualquier momento y arrastrar a los gobiernos a la guerra. Con la moral colectiva de los Estados Unidos concentrada en una nueva cruzada patriótica, nadie se fijará en que se sepulta para siempre el proyecto de una sanidad universal o la legalización de inmigrantes. Negocio redondo.




En el ámbito doméstico, en estos ciento y pocos días de Gobierno Rajoy también suenan tambores de guerra. La nacionalización -poner lo privado al servicio de lo público, el pecado más nefando para el liberalismo- de una filial de Repsol nos ha metido en una guerra fría contra Argentina. Esos partidos que cazan votos abanderando los intereses de pequeñas empresas y autónomos, a la hora de la verdad solo son uña y carne con las grandes, aquellas cuyos consejos de administración reservan asientos para los líderes de los grandes partidos y los gobernantes cuando abandonen la política. Cuando un ministro dice que ser hostil a Repsol es mostrar hostilidad a España nos toma por imbéciles y demuestra ser un corrupto que está donde está sólo para beneficiar intereses privados, pero cobrando de lo público.



Después la propaganda se encarga de que una buena parte de los españoles estén dispuestos a creer que Repsol, Telefónica, ACS o Inditex son España, aunque escondan impuestos a España, se surtan de mano de obra barata fuera de España y cobren tarifas abusivas a los españoles. 
No importa que fuera tal el patriotismo de Repsol que antes de la nacionalización estaba a punto de vender YPF a Sinopec -es decir, al Partido Comunista Chino-; la mayoría de los medios españoles lo ha ocultado. Aquí el mensaje es: Más madera, es la guerra. Si Margaret Thatcher venció a sus mineros y sindicatos con sangre argentina como munición, treinta años después de las Malvinas los muchachos de Rajoy disparan balas dialécticas contra Argentina, y con eso y el Rey disparando a elefantes, nadie se preocupa de que en las retaguardias nos roben la salud, la educación y la vejez.

Y si la guerra fría contra Argentina se desinflara pronto, hay otra más cruenta aguardando, el fantasma de la secesión de Cataluña. Que eleven tanto el tono del enfrentamiento nacionalista dos partidos como PP y CiU, que se apoyan mutuamente y hacen equipo en el recorte de derechos y el saqueo a la ciudadanía debería hacernos pensar que hay gato encerrado. Ambos sirven a los mismos intereses económicos, unos intereses que no entienden de fronteras ni banderas. Pero conforme la situación económica de los ciudadanos se vaya agravando y antes de que degenere en un estallido social, apuesten lo que les quede a que se irá elevando la tensión nacionalista hasta que la cuerda esté por romperse. 
Habrá una proclamación del Estat Catalá por un lado, una recentralización de competencias por otro, las portadas se llenarán de proclamas patrióticas, sonará ruido de sables, incluso habrá alguna escaramuza cruenta, y el pueblo agitará enseñas de colores en nombre de la indisoluble unidad de la patria o de los derechos históricos y la identidad nacional ¿Quién será el traidor que hablará de crisis pudiendo partirse la cara con el enemigo? ¿A qué mal español -o catalán- le importa más el precio de las medicinas que su bandera? Así se solucionan las crisis según el ideario de quienes nos gobiernan.  

domingo, 15 de abril de 2012

Elefantiasis


"La foto es lo que más detesto. El recochineo. Ahí, posando. Presumiendo de haber destruido la belleza y la vida. Siempre que veo una de esas fotos me dan ganas de hacerme yo una con alguno de ellos detrás. La napia contra un árbol. Pumba, pumba. Toma foto, chaval. Meterle a escopetazos las fotos por el ojete" (Arturo Pérez-Reverte)



¿Abrirá España alguna vez la veda para la caza mayor? La imagen de un Jefe de Estado sonriente ante un elefante derribado en una remota sabana, mientras su país se precipita en el Maelström de la crisis, debería bastar y sobrar para dar comienzo a la temporada de monteríaabatir todo lo que nos sobra, nos cuesta un riñón y nos avergüenza.

Pero me temo que ni siquiera se abrirán las ventanas para que se vaya el olor a cerrado y veamos qué se cuece dentro de un régimen sostenido por la adulación, el peloteo y la autocensura. Este 14 de abril en el que por segunda vez un rey cayó -éste en un sentido más literal que el abuelo- buscaba información en un digital nacional y me encuentro con la foto de marras, un hermoso ejemplar de una especie en extinción a la que ante todo hay que proteger de la aristocracia hace, a su pesar, de telón de fondo para el satisfecho y campechano cazador blanco -de corazón negro, debe pensar su nietecito herido al enterarse de que si el yayo no fue a verle al hospital fue porque prefirió irse a cazar elefantes-. 
La princesa Corinna zu Sayn-Wittgenstein,
amante del Rey, organiza cacerías
en África para nobles y multimillonarios
A los pocos minutos no sólo ha desaparecido la foto del diario español -que al día siguiente la coloca en portada de la edición de papel, de locos- sino que la propia web de Botsuana que ofrece paquidermos a 45.000 euros la escopeta ha sido bloqueada; bendito caché de Google que siempre conserva las pruebas del delito.

El oso Mitrofán
Ni siquiera vivir en un país que considera cultura la tortura y muerte de un animal en un espectáculo me hace entender como deporte el dar muerte a animales, pero estaría dispuesto a admitir cazador como animal doméstico si a quien entre sus títulos ostenta la presidencia de honor de WWF, no se le conociera todo un historial de cacerías de osos en parques naturales de Rumanía y Rusia -pobre Mitrofán, triste icono republicano-, antílopes, búfalos y guepardos; incluso de la propia especie y misma sangre -aunque aquello, aseguran, fue accidental-. Si además no fuera el español que ha sufrido mayor número de accidentes y ni uno solo laboral, me tragaría que, puesto que los jóvenes en paro le quitan el sueño, se marchó a cazar elefantes para darles de comer.


Dicen que la Familia vive su particular annus horribilis pero ¿y el de sus súbditos?, avergonzados a diario por el encubrimiento a un yerno tramposo, por las felicitaciones a un príncipe saudí que se libra de una condena por violación,  por la opacidad de las cuentas, por los regalos extemporáneos o por las intercesiones en favor de oligarcas amigos de la Casa que se nos venden como gestiones por el interés de la economía nacional.
  Aunque en esto le acompaña un gobierno que nos hace creer que Repsol es España y que, según la Momia Guanche, ofender a una petrolera es ofendernos a todos.

Será que la escopeta nacional, que es de gatillo fácil, es un valor eterno; y la montería, en Cabañeros o en Botsuana, es la misma cace un rey o un invicto generalísimo. Será que al Azor y al Fortuna sólo los diferenciaban los metros de eslora, que la herencia genética de este régimen es la causa de su elefantiasis.

domingo, 8 de abril de 2012

En el centro comercial



 
Ha sido el plan de la Semana Santa. Toda la familia pasando la tarde en el nuevo centro comercial. Sus pasillos y accesos se convertían en un infierno poblado por hordas de caris -”Cari, ¿me llevas al centro comercial nuevo?” “Claro que sí, gordi”-. Hoy ocio consiste en compras, cine de palomitas -o mejor expresado, palomitas acompañadas de alguna bazofia en 3D- y picoteo dentro de un espacio cerrado de luz artificial, multitudes y uniformidad. Un lugar desarraigado del territorio, donde no distinguimos si estamos en Granada o en Kuala Lumpur: Idénticas marcas, productos clónicos, reino de las franquicias.

Al centro comercial acudes a comprar sin saber qué; esperas que brote el deseo de consumir, porque entre sus paredes eres más manipulable que cuando acudes a un mostrador con las ideas claras.
Miras a la multitud y preguntas ¿dónde está la crisis? Pero te das cuenta de que la mayoría salen sin bolsas. En tiempos de vacas flacas hay que contar con  la imposibilidad material de consumir, pero en tal caso tampoco importa. El centro comercial es la plaza pública donde se estructuran las relaciones, la calle por donde la ciudadanía pasea, liga, se encuentra con conocidos, con una diferencia: No te puedes detener a menos que gastes.



Uno se reconoce consumista, pero prefiere el aire libre, el centro urbano, el lugar al que se acude a pie o en transporte público, aunque sea un paisaje conquistado también por las franquicias, y pide a gritos a las tiendas tradicionales que se pongan las pilas y sobrevivan. Existen otra clase de centros comerciales, agrupaciones de comerciantes individuales con una filosofía muy distinta: el Mercado de Fuencarral en Madrid o los Stables de Candem en Londres.
No es el caso de Granada, donde pronto abrirán otros dos monstruos despersonalizados, si no son ciertos los rumores de que Tomás Olivo no tiene un euro para seguir adelante con el Nevada.
A estos lugares el comprador acude en coche privado y se crea la falsa ilusión de pagar menos al no contabilizar los gastos de combustible, aparcamiento, y tiempos de desplazamiento. Por no hablar de los atascos. El centro abierto esta Semana Santa ha provocado retenciones y molestias que esta vez no han hecho a los vecinos colgar pancartas de protesta en los balcones como sí hacían contra el mercadillo de los sábados. ¿Será que estos no son vendedores pobres ni gitanos? Yo tras la apertura, no puedo evitar acordarme -y dejar aquí constancia- de otro daño colateral del nuevo recinto. Durante su construcción y larga paralización dos perrillos vigilaban las obras soportando fríos, lluvias y solanas. Hoy ya no hacen falta y, sustituidos por la habitual seguridad uniformada, vagan abandonados por los barrancos del Serrallo.



"Gran Superficie", documental completo (58')

Cambio de régimen o coche oficial (IU ante la gobernabilidad de Andalucía)

La victoria parcial, fracaso total -como con muy mala baba titulaba el ABC de Sevilla- de Javier Arenas en las elecciones del 25 de marzo, dejó a la -autodenominada- izquierda tan feliz como descolocada. El perdedor José Antonio Griñán podía citar aquel glorioso número de Faemino y Cansado sobre Carlos Sainz, “mola mucho más ser subcampeón que campeón”, y quienes podían tirar cohetes eran los de Izquierda Unida, con unos resultados que les permiten duplicar su representación parlamentaria, pero que siguen estando muy por debajo del techo que marcó Julio Anguita.
Las direcciones nacional y regional de Izquierda Unida han dejado claro que no se va a permitir un gobierno en minoría del Partido Popular, como ocurrió en Extremadura tras las elecciones de mayo de 2011. Se impone, por tanto, negociar, sea investidura, acuerdo de legislatura o gobierno de coalición entre socialistas e IU. Al PSOE le toca dejarse querer y ceder en la negociación; es a Izquierda Unida a la que le corresponde adoptar las decisiones más delicadas y trascendentales para su futuro. Con todo el escepticísmo que uno quiera aplicar -mucho en mi caso-, este acuerdo, sea cual sea la forma que adquiera, abre un panorama de cambio esperanzador si lo comparamos con el cambio hacia atrás que proponía Arenas, y la posibilidad de hacer políticas más cercanas a las de la izquierda real, respondiendo a la crisis de manera opuesta a como lo hace el gobierno de Mariano Rajoy. Sin embargo se empiezan a ver síntomas muy preocupantes en la forma en que se está llevando el proceso de negociación, en el que Izquierda Unida corre el riesgo de dilapidar su crédito y traicionar la confianza que le ha sido dada.

Las opciones de IU

Las alternativas para Izquierda Unida son básicamente cuatro: Entrar a formar parte de un gobierno de coalición presidido por José Antonio Griñán; quedar fuera del gobierno y alcanzar un pacto de legislatura estable para sacar adelante los presupuestos y las principales leyes dotándolas de una impronta de izquierdas; apoyar la investidura de Griñán y retirarse a la oposición alcanzando acuerdos concretos; y la cuarta, abstenerse, lo que permitiría a Javier Arenas gobernar en minoría el tiempo suficiente para comprobar la insostenibilidad de su Gobierno y convocar nuevas elecciones o volver a lanzarle el anzuelo al PSOE. La asamblea de bases celebrada en Sevilla esta Semana Santa -y controlada por la CUT de Sánchez Gordillo y el SAT- ha rechazado toda opción que no sean estas dos últimas, pero no parece que esa vaya a ser la opinión de la mayoría en el conjunto de Andalucía.
 
El gobierno de coalición es una posibilidad sin duda arriesgada, pues el votante de IU no quiere ver a la formación como muleta que apuntale al PSOE -esa ha sido precisamente la advertencia hecha por Sánchez Gordillo- , pero asumir por primera vez responsabilidades en el Gobierno de Andalucía y hacerlo bien demostraría que es una opción de gobierno menos quemada por la corrupción y el apoltronamiento que el PSOE y demostrar también que son posibles y más efectivas políticas más de izquierda en tiempos de crisis; sería fundamental hacerse con consejerías como la de Medio Ambiente, cerrando el vergonzoso caso del Algarrobico, encargando el  aplazado durante décadas e imprescindible estudio epidemiológico sobre la industria química onubense y plantando cara al modelo turístico de golf y puertos deportivos que han promovido los consejeros socialistas malagueños; o aquellas que permitan realizar políticas sociales y redistributivas, caso de Igualdad y Bienestar Social o Agricultura.

El pacto de gobierno o de legislatura sólo beneficiaría al PSOE, aliviado de no tener que compartir Consejo de gobierno, y pone en bandeja volver a la retórica, falsa y victimista, de la pinza. La abstención, dejando paso a un Gobierno del PP es sencillamente inadmisible, y marcaría el suicidio y la ruptura total de IU, y no porque el PSOE no se la merezca, sino primero porque desde el principio se vendería como un pacto entre populares e IU, como ocurre en Extremadura donde, aunque tal acuerdo no existe y lo que ha hecho IU es dejar gobernar al más votado, es esa la imagen que se da. Segundo, porque la posibilidad de un poder absoluto del PP en toda España, Andalucía incluida, es aterradora, y tercero porque la derecha podría gobernar con normalidad Andalucía, es simple alternancia, pero no justo  ahora; las recetas del PP en la actual situación económica y social de la comunidad solo traerían la ruina y el hambre.

¿Qué hacer entonces? Lo primero que ha de asumir la coalición que lidera Diego Valderas es que no puede ser la misma después del 15-M. De hecho ante las citas electorales que han venido después de aquellas movilizaciones y acampadas, la formación ha querido abanderar aquél descontento y llevar a las cámaras legislativas la demanda popular de más democracia, más representatividad directa, limpieza y otras formas de hacer política. Es lo que, sin duda, le exigen muchos de sus votantes, y probablemente en su creciente cosecha de votos hay mucho 15-M. No puede, por tanto, mostrarse ni comportarse como un partido convencional, y eso condiciona la forma de pactar con un partido como el socialista que ha practicado y defendido políticas neoliberales, se ha aferrado a un sistema electoral injusto, ha blindado los privilegios de la clase política y del poder económico y ha albergado en su seno un insostenible poso de corrupción. A Izquierda Unida -y al PSOE si se convierten en socios- corresponde demostrar que las fórmulas liberales contra la crisis ni son las únicas posibles ni son las adecuadas, y callar a quienes interesadamente tildan de demagógico y utópico todo lo que se salga del catecismo del mercado, pero debe también asumir que su programa contiene propuestas cargadas de buenrollismo imposibles de llevar a la práctica.

Los políticos de siempre

¿Están los líderes andaluces de Izquierda Unida preparados y capacitados para ese cambio? En principio debía ser una buena señal el que Izquierda Unida anunciara la celebración de asambleas abiertas no sólo a su militancia, sino a quienes les dieron su voto el 25 de marzo, para que se pronuncien sobre el posible acuerdo con el PSOE para gobernar Andalucía. Lo malo es que esas asambleas en la mayoría de los territorios no se estén celebrando aún y sí ha comenzado la negociación por arriba, entre Valderas y Griñán. Se corre el riesgo de dar a militantes y simpatizantes un acuerdo ya hecho para que su opinión sea simplemente un plebiscito sobre los cambalaches que la élite dirigente haya hecho con el PSOE.
 
Y lo malo es que de esas negociaciones ya se han conocido algunos aspectos que hablan bastante mal de Diego Valderas y los suyos. Algunos medios han revelado que en un hipotético gobierno de coalición, IU aspira a conseguir tres consejerías, además de la Presidencia del Parlamento andaluz, una cuota de poder en Canal Sur y sobre todo manos libres para la contratación de personal en los departamentos que controle. Si esto es cierto, Valderas está jugando al mismo juego que ha hecho a buena parte de la sociedad abominar de la política y los políticos. Si Valderas tiene sueños de moqueta y coche oficial, si los suyos maniobran para disfrutar de los oropeles del poder, es que nos han engañado. En Granada tenemos una mala experiencia en la coalición IU-PSOE que hasta mayo pasado gobernó la Diputación,a la que no se le conocieron verdaderas políticas de izquierda, que sólo sirvió para usar y abusar de dietas y coches oficiales, colocar a un centenar de militantes de IU en el organismo, enredarse con asuntos como el legado de José Guerrero, y acabar bajo la sombra de la corrupción, con el turbio asunto de las facturas dobles de una feria comercial en Marruecos que puede acabar con algún dirigente del PCE imputado, y no olvidemos a Torrijos y Mercasevilla, o la alcaldesa de Manilva, tan amiga de sus amigos y familiares y tan suelta con la Visa.

Puede que el problema sea que Izquierda Unida sigue orbitando en torno a un partido a la vieja usanza, el PCE, que atesora los mismos vicios que hizo a la calle clamar la pasada primavera contra los partidos. Que Diego Valderas es un político convencional, que hace décadas que no vive de otra cosa que de la política y que no tendría de qué vivir fuera de la poliítica; que él y otros dirigentes no sirven para estos tiempos. Al margen de que esté o no en el próximo gobierno andaluz, Izquierda Unida en Andalucía debe plantearse a muy corto plazo un relevo de dirigentes y de formas de hacer política.

Izquierda Unida no debe entrar en el Gobierno Andaluz para meter a toda su tropa dentro, inflando aún más una administración que padece obesidad mórbida. Adelgazar la administración, corregir las duplicidades, hacer una poda sin piedad de altos cargos y de sus sueldos es impresicnidible y es más de izquierdas que engordar lo público sin ton ni son, porque lo que se ahorra en asesores, directores generales, delegados y sus respectivas cortes es dinero que puede ir a políticas sociales, a salud, a investigación... Eso que aseguran propone Valderas de mantener tal cual la tela de araña de agencias públicas es suicida.
Hay que simplificar, desburocratizar. ¿Crear empleo desde la administración? Sí, pero un empleo que sirva para algo, que produzca bienes y bienestar para los andaluces;  no lujosas revistas de autobombo con veinte fotos del consejero de rigor por número para tenerlas muertas de risa en los despachos; no productoras de televisión siguiendo a sol y sombra al consejero; no jefes de prensa, asesores, conductores... No se sostiene Andalucía con cuarenta mil teléfonos móviles en manos de personal de la Junta. Me temo que en Izquierda Unida ni siquiera se están planteando esa necesidad de adelgazar lo superfluo de la administración para reforzar su papel de reactivar la economía productiva, sino todo lo contrario. Una prueba la hemos visto en que en Granada IU se alineara con el PP y los empresarios de la capital para criticar el cierre adelantado de la temporada de esquí en Sierra Nevada, que bastante ha aguantado ya en un año de sequía. Lo pide en nombre de mantener unas semanas más unos empleos, es decir, dar trabajo desde una empresa pública porque sí, a costa de crear graves pérdidas en dicha empresa. Se dice defender lo público mientras se lo perjudica. Extrapolándolo a la macroeconomía, no se puede dar la espalda al control del déficit, se trata de no convertir el control del déficit en la medida de todas las cosas, pero sin que se nos vaya de las manos.

Hablo de un giro a lo práctico, de fórmulas que saquen a Andalucía del pozo. No se trata de un giro a la derecha o a la realpolitik. En determinados aspectos -no evidentemente en lo que se refiere a la cháchara castrista y chavista- Marinaleda -que representaría el ala más radical- es un ejemplo a seguir: Cómo han recuperado la tierra para ponerla a producir, su sistema de autoconstrucción de viviendas, el control de todo el proceso de producción, distribución y comercialización de los productos del campo no son ninguna utopía, son una realidad tangible y extrapolable a otros lugares; sin llegar a su modelo asambleario -además de nada operativa, la asamblea es el método más refinado de aplastar al disidente, como demostró la Revolución Cultural China-, es posible avanzar en una mayor representatividad. Ignoro si tiene la Junta de Andalucía capacidad de legislar una norma electoral para su territorio pero sería una posibilidad -recogida en el programa de IU- a contemplar.


La carta de compromisos firmada por los candidatos de IU antes de las elecciones andaluzas es un documento de propuestas posibles, razonables y necesarias, que el PSOE podría asumir. Yo me saltaría el primero de los puntos, toda esa pamplina andalucista e identitaria, pero la renta básica es imprescindible en la actual situación y es además un imperativo del Estatuto de Autonomía; la creación de una banca pública puede ser más útil en Andalucía que en cualquier otro territorio para que se mueva el crédito, siempre que su gestión sea profesional -que no quiere decir privada- y no se repita el nefasto modelo politizado y clientelar de las cajas de ahorros. La propuesta de eliminar las diputaciones también es positiva, otra cosa es que pueda hacerlo una comunidad autónoma. Lo son la presión impositiva sobre las viviendas vacías, el refuerzo de la inspección tributaria contra el fraude, dejando sin efecto en la medida de lo posible la amnistía fiscal como se ha hecho en el País Vasco, y, por supuesto, el obligado cumplimento de un código ético frente a la corrupción que comience por dejar fuera de la administración a todos los implicados en el fraude de los EREs. Sólo con que en el Parlamento puedan constituirse comisiones de investigación se habrá dado un golpe de muerte a un régimen caduco. Otra aportación que se le debería pedir a Izquierda Unida es la expulsión de la enseñanza de la religión de la escuela pública, ahora que el gobierno en funciones pretende que, junto a la católica, más confesiones entren en los colegios públicos, obligando a efectuar un gasto añadido en detrimento de la calidad de la enseñanza. Y respecto a la radiotelevisión pública es urgente poner de patitas en la calle a la actual dirección de Canal Sur, para acto seguido hablar con los profesionales sobre un modelo de televisíon y radio que en lo informativo esté libre de presiones políticas, en lo que a entretenimiento se refiere destierre lo chabacano y refuerce los valores culturales y formativos y que en cuanto a la gestión acabe con la dependencia de las productoras privadas y adelgace la empresa sobre todo por arriba, en directivos, sueldos y gastos supérfluos. No se trata de repartirse cuotas de influencia y poder. Ya tuvimos bastante en los gobiernos de coalición con el PA teniendo que seguir los antojos de los consejeros coaligados.

En cambio no pasa nada si a la hora de negociar con los socialistas IU se va olvidando de eso del banco de tierras -cuando bastaría con freir a impuestos los campos baldíos-, la legalización del cannabis y el cierre de bases americanas como si pudieran hacerse por cuenta y riesgo de Andalucía. Se puede prescindir de esa calderilla altermundista ante la posibilidad de hacer una política de izquierdas de verdad, gobernar una Junta de Andalucía más pequeña y cercana, ensayar fórmulas keyneisanas frente a la crisis, y no pensar en dónde coloca uno a los suyos. Mi temor es que para guiar ese camino la actual dirección de Izquierda Unida no sirve.