Tal vez en esa batahola de grupúsculos y dogmática revolucionaria se sientan en su salsa miembros de la comunidad universitaria como el profesor José Antonio Fortes, pretendiendo que toda literatura ha de cumplir una misión al servicio del proletariado y desembocar en Ho Chi Minh. No hacen falta artículos en El País para dejar en entredicho teorías que tienen más de fe que de ciencia –chocantes en alguien que si de algo no carece es de erudición-, pero quienes en la trinchera contraria suscriben el manifiesto de apoyo a García Montero se privan de la razón si para solidarizarse con el condenado han de insultar a su némesis tachándolo de “profesor disparatado que somete a sus alumnos a un adoctrinamiento insensato y propala felonías”. Si el objetivo real es que echen a Fortes de la Universidad que hablen claro. Es repugnante que te imputen el suicidio de un amigo, y más si los años de acusaciones y descrédito son fruto del resentimiento y la envidia, pero no beatifiquemos mártires en vida. Doy fe de que se puede admirar la esplendorosa poesía de Luis y su calidad humana siendo crítico con algunas de sus tomas de posición; a mi también me revienta leerle prologar los insufribles ripios de Joaquín Sabina -ver Las malas compañías en Fulastrong-. El de Úbeda y medio club del dedito en la ceja encabezan el listado de firmantes, lo que da razones a Fortes para hablar de intelectuales paniaguados, aunque él prefiera la más recia expresión de “vendidos al capital”.
lunes, 17 de noviembre de 2008
Último artículo publicado en Granada Hoy
Salsa boloñesa
Puedes tener la razón de tu lado y perderla en un instante merced a tu propia estupidez. Penosa imagen la de quienes se manifestaban por Gran Vía contra el Espacio Universitario Europeo. Teniendo un enemigo común tan diáfano y odioso se dedicaban a porfiar por estar en la cabecera de la manifestación; recordaban a aquellas facciones palestinas de La Vida de Brian, idénticas pero irreconciliables: El Frente Judaico Popular, la Unión Popular de Judea y el Frente Popular del Pueblo Judaico -con su Escuadrón de Suicidio que combatía al imperialismo romano haciéndose el harakiri-. ¿Penoso? Superable: Ángel Gallego, tras dejar en barbecho el PSOE de Granada capital, se ha reconvertido en profeta del Plan Bolonia y va defendiendo la bondad de implantar en la Universidad el modelo neoliberal de mercado desregulado que en Economía nos ha llevado al desastre.
Tal vez en esa batahola de grupúsculos y dogmática revolucionaria se sientan en su salsa miembros de la comunidad universitaria como el profesor José Antonio Fortes, pretendiendo que toda literatura ha de cumplir una misión al servicio del proletariado y desembocar en Ho Chi Minh. No hacen falta artículos en El País para dejar en entredicho teorías que tienen más de fe que de ciencia –chocantes en alguien que si de algo no carece es de erudición-, pero quienes en la trinchera contraria suscriben el manifiesto de apoyo a García Montero se privan de la razón si para solidarizarse con el condenado han de insultar a su némesis tachándolo de “profesor disparatado que somete a sus alumnos a un adoctrinamiento insensato y propala felonías”. Si el objetivo real es que echen a Fortes de la Universidad que hablen claro. Es repugnante que te imputen el suicidio de un amigo, y más si los años de acusaciones y descrédito son fruto del resentimiento y la envidia, pero no beatifiquemos mártires en vida. Doy fe de que se puede admirar la esplendorosa poesía de Luis y su calidad humana siendo crítico con algunas de sus tomas de posición; a mi también me revienta leerle prologar los insufribles ripios de Joaquín Sabina -ver Las malas compañías en Fulastrong-. El de Úbeda y medio club del dedito en la ceja encabezan el listado de firmantes, lo que da razones a Fortes para hablar de intelectuales paniaguados, aunque él prefiera la más recia expresión de “vendidos al capital”.
A tanta sobreactuación se suma la vanidad de un juez que ante un duelo de cátedras se cree en el deber de echar mano de la cita culta –a nivel suplemento dominical- y adorna sus sentencias acudiendo a Góngora y Quevedo -y un tal López de Vega (sic)-. Para el juez Miguel Ángel Torres llamar perturbado a un colega es una ordinariez frente a la elegancia con que el madrileño cojo lanzaba pullas al cordobés aguileño: “Éste, en quien hoy los pedos son sirenas, éste es el culo, en Góngora y en culto, que un bujarrón le conociera apenas”. Finísimo.
Tal vez en esa batahola de grupúsculos y dogmática revolucionaria se sientan en su salsa miembros de la comunidad universitaria como el profesor José Antonio Fortes, pretendiendo que toda literatura ha de cumplir una misión al servicio del proletariado y desembocar en Ho Chi Minh. No hacen falta artículos en El País para dejar en entredicho teorías que tienen más de fe que de ciencia –chocantes en alguien que si de algo no carece es de erudición-, pero quienes en la trinchera contraria suscriben el manifiesto de apoyo a García Montero se privan de la razón si para solidarizarse con el condenado han de insultar a su némesis tachándolo de “profesor disparatado que somete a sus alumnos a un adoctrinamiento insensato y propala felonías”. Si el objetivo real es que echen a Fortes de la Universidad que hablen claro. Es repugnante que te imputen el suicidio de un amigo, y más si los años de acusaciones y descrédito son fruto del resentimiento y la envidia, pero no beatifiquemos mártires en vida. Doy fe de que se puede admirar la esplendorosa poesía de Luis y su calidad humana siendo crítico con algunas de sus tomas de posición; a mi también me revienta leerle prologar los insufribles ripios de Joaquín Sabina -ver Las malas compañías en Fulastrong-. El de Úbeda y medio club del dedito en la ceja encabezan el listado de firmantes, lo que da razones a Fortes para hablar de intelectuales paniaguados, aunque él prefiera la más recia expresión de “vendidos al capital”.
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