jueves, 29 de noviembre de 2018

Muestrario de atrocidades


Cuando se pregunta a los lectores -y sobre todo lectoras- españoles por sus géneros literarios favoritos, en el último puesto, el más odiado, aparece la ciencia ficción. Efectivamente, para la mayoría la ciencia ficción es cosa de lectores frikis, sobre todo jóvenes y en su mayoría varones. Estoes sólo una media verdad -y una media mentira- a la que han contribuido editores empeñados en constreñir el género a lo barato y pulp, escritores mediocres incapaces de ofrecer mínimos estándares de calidad y muchos lectores, sobre todo jóvenes, que se limitan a exigir sagas heróicas -interplanetarias, futuristas o no-. Aquí sí están los frikis. Afortunadamente una crítica institucionalizada y hasta hace poco cerril va olvidando los prejuicios, abriendo los guetos y derribando los muros entre la literatura de género -se ha avanzado mucho con el noir- y una supuesta Literatura con mayúsculas. Pero no vengo a hacer filología barat -eso es lo máximo a lo que podría aspirar-, sino a referirme a un inmenso escritor unánimemente considerado autor de ciencia ficción pero al que los puristas e inmovilistas tachan de ajeno al género: el británico James Graham Ballard (Shanghai, 1930 - .
Londres, 2009).

En la ciencia ficción literaria suele hablarse de Nueva Ola para hacer referencia a un grupo de escritores que alcanzaron su esplendor creativo durante los años setenta y que se caracterizan por sus inquietudes estéticas y el empleo de un lenguaje poético que supera el ámbito pulp en que suele moverse el género. Por eso no son autores muy apreciados por los fanáticos más puristas de la ciencia ficción clásica, que les suelen acusar de pretenciosos. Entre los más destacados de esta generación hay siempre que citar a Brian W. Aldiss y a J.G. Ballard. Este último es un autor que no goza de muy buena fama entre los puristas, y de hecho gran parte de su producción no puede ser clasificada dentro de la ciencia ficción como si tal cosa.

Efectivamente el autor de Crash nació en aquella ciudad internacional -sin eufemismos pluricolonizada- que entonces era Shanghai.  Allí creció en una mansión con nueve criados. Con el estallido de la Segunda Guerra Mundial pasó con su familia más de dos años en un campo de concentración japonés. No imaginaba por entonces que este encierro a la postre sería lo que más fama le otorgase, cuando sus peripecias entre alambradas se convirtieran en la novela El Imperio del sol (1984) y ésta fuese adaptada al cine por Steven Spielberg poco más tarde (Empire of the sun, 1987) con un insoportable niño gritón interpretando al preadolescente Ballard.

Ballard venía de un mundo férreamente ordenado y viejo, el de los hijos del  imperio británico en misión civilizadora en lejanas colonias de Oriente, y desde esa elegante barrera vio caer todas y cada una de las certezas en que fue educado. Entendió que el oasis de la civilización es un frágil espejismo, y que más allá solo hay paisajes ignotos.
El joven, acabada la guerra, se trasladó a Gran Bretaña. Sus primeros relatos comenzó a publicarlos en 1956. Tenían el denominador común de describir un futuro cercano en el que se da gran importancia al entorno como influencia decisiva en el carácter de los personajes. Estos relatos se recopilaron en 1991 en la antología Vermilion Sands. Eran tiempos de extraordinarios avances en la ciencia y la tecnología: las autopistas, la televisión, los primeros ordenadores. En definitiva, el germen del mundo de ahora. “Todo iba a cambiar para siempre, pero eso no se veía reflejado en las novelas realistas del momento”, decía, y eso le llevó a elegir la ciencia ficción como su propio campo de pruebas.
Desde que vivió ese encontronazo con la más áspera realidad, Ballard albergó un plan maestro: iluminar esos paisajes inciertos a partir de la destrucción, por la vía del arte, de todas las creencias y sueños de la clase media. Su primer asalto sería contra la novela realista. Luego vendrían el trabajo, el consumismo, el ahorro, la seguridad, el entretenimiento y la corrección política. 
Entendió muy pronto que las herramientas de la escritura tradicional no servían para desentrañar la infinita incógnita de lo real, y optó por recurrir a las técnicas del superrealismo
Al leer sus libros, algunos piensan que son fruto de viajes lisérgicos, sin embargo Ballard afirmó más de una vez que podía beber alcohol desde las nueve de la mañana, pero que no era amigo de participar en la cultura de la droga de la década de los sesenta. Contra lo que muchos creen, él vivía de forma convencional y confortable. Tras encontrar una Inglaterra pobre y deprimente. pasó épocas de su vida en su país,  en Canadá y en los EE.UU., este último un país del que siempre criticó "su ramplonería". Sus últimas décadas las pasó en Shepperton, junto al Támesis.
 Sus primeros relatos comenzó a publicarlos en 1956. Tenían el denominador común de describir un futuro cercano en el que se da gran importancia al entorno como influencia decisiva en el carácter de los personajes. Estos relatos se recopilaron años más tarde (1971) en la antología Vermilion Sands.

En sus primeras y excelentes novelas, las de los años sesenta, encontramos a un Ballard catastrofista y apocalíptico, que se vale del cataclismo como excusa para desplegar sus numerosos recursos descriptivos: en El viento de la Nada (1962) se describe minuciosamente los efectos de un huracán  de magnitud global que destroza todo a su paso (en 2000 publicó un libro tan parecido que parece un autoplagio, Huracán cósmico); El mundo sumergido (1963), que debió inspirar a Kevin Costner para su Waterworld (1995), sitúa en una cálida Groenlandia a la humanidad refugiada del calentamiento de la tierra que ha llenado Europa de selvas tropicales. En La sequía (1964) el mundo descrito muere de sed, mientras las ciudades son rodeadas por el desierto, y en El mundo de cristal (1966) unos sutiles pero decisivos cambios en las leyes físicas del Universo precipitan al ser humano al desastre.

El gran talento de J.G. Ballard para describir nuestro entorno en situaciones extremas es igualmente efectivo cuando el autor penetra en la mente del hombre civilizado preso de los excesos de su propia civilización: la masificación de las ciudades, la pereza de la imaginación, la claustrofobia que provoca un mundo que constantemente agrede al individuo y hace peligrar sus relaciones con los demás, creando monstruos asociales, son constantes en su obra.

En 1970 comienza su relación con el cine escribiendo la historia en que se basó Cuando los dinosaurios dominaban la Tierra (When Dinosaurs Ruled the Earth. Val Guest), cuyo guión firma junto al director. Es una película que se basa en una aberración histórica, la convivencia entre los grandes saurios y los primeros humanos, pero que salvo por esta licencia, es un puro divertimento en el que no suena ni una palabra inteligible y en la que nuestros antecesores no tienen rasgos simiescos sino que están de muy buen ver. Los efectos especiales de Jim Danforth, magistrales como siempre en su caso, completan el pastelito. Un lustro antes había escrito también una producción para la televisión, Thirteen to Centaurus (Peter Potter, 1965), con un interesante planteamiento: los doce integrantes de una misión espacial enormemente larga reprograman sus mentes para pensar únicamente en el pequeño mundo de su astronave, evitando la nostalgia de la Tierra y la soledad, que podría precipitarles en la locura; pero nace un niño en la nave que, al crecer, empieza a hacer preguntas sobre el mundo exterior.

En 1973 Ballard publica su particular Naranja Mecánica, una de sus obras más chocantes: Crash. El protagonista es un hombre que se recupera en el hospital de un accidente de coche en el que ha matado al marido de una joven médico. Junto al dolor de la convalecencia se entrecruzan extrañas fantasías sexuales que no sabe cómo interpretar. Cuando abandona el hospital visita la escena del accidente y allí encuentra a la doctora. Juntos comienzan una enfermiza relación marcada por la velocidad y el sexo en los coches rodando por las autopistas que rodean Londres. Un segundo hombre aparece, un científico obsesionado por la idea de morir en un accidente de coche junto a una estrella de cine. La pareja se introduce en el mundo del científico: carreras ilegales, pruebas de coches estrellándose, y sexo que une a hombre y máquina, hilvanando una grotesca visión de un futuro en el que sexo y tecnología forman un demoniaco matrimonio. Esta hipnótica tragedia entraba de lleno en las obsesiones de otro pirado, el cineasta David Cronenberg, y su teoría de la Nueva Carne. Naturalmente fue el propio Cronenberg quién llevó Crash a la pantalla en 1996. El director canadiense acentúa la frialdad y la distancia hacia todo lo que se pueda considerar humano en su film más abstracto. Es una película llena de momentos sexualmente explícitos pero profundamente anti-erótica, salvo para quienes disfruten de toda suerte de mutilaciones, prótesis y heridas. La velocidad, como el sexo, son algunas de las grandes mentiras de nuestro tiempo; Cronenberg y Ballard tomaron buena nota.

De poco antes data su obra más radical y obsesiva: La exhibición de atrocidades (1970)
 es una colección de relatos a veces considerada una novela experimental, aunque los textos que la componen fueron en su mayoría publicados de manera independiente. Formada según el autor por micronovelas o novelas condensadas, en conjunto exponen las diferentes formas de violencia irracional del mundo moderno, la tecnificación de las relaciones humanas y diferentes formas de terror postnuclear. La exhibición de atrocidades anticipa la trilogía urbana de J. G. Ballard (Crash, La isla de cemento y Rascacielos) , su gan aportación a la literatura de aquella década. Los distintos episodios o novelas condensadas se suceden como variaciones de los terrores postnucleares que asaltan todas nuestras pesadillas, con un protagonista que va cambiando de nombre y de papel (médico, piloto de bombardero, asesino de presidentes, víctima de un accidente de coche, psicópata). La pesadilla y la realidad se superponen, y la historia es vista con distintos lentes: la crudeza de un noticiario filmado en un matadero mental, o el desapego preciso y clínico de un informe científico. William S. Burroughs considerara esta novela como uno de los textos más perturbadores y explosivos escritos en el Siglo XX
En el año 1991 obtuvo el premio Readercon.Violencia irracional, pornografía y locura son los ingredientes de este venenoso cóctel que llegó al cine en una producción independiente canadiense (Atrocity exhibition. Jonathan Weiss, 2000) que el propio Ballard calificó de soberbia adaptación, destacando la enorme fuerza poética que le dan las localizaciones elegidas, y que Weiss tardó dos años en hallar: instalaciones militares abandonadas, bases de radar y la sala del Museo de Arte de Filadelfia dedicada a Marcel Duchamp. La película une a la ficción material de archivo de la Agencia de Defensa Nuclear, el Instituto de Investigación sobre Accidentes de Automóvil y el asesinato de John F. Kennedy, una de las obsesiones del protagonista. Es una de esas películas desconocidas que, al estilo de La Jetée (Chris Marker, 1962), con el tiempo se convertirá en buscada pieza de culto.
 En el año 2001 se reeditó la novela con cada uno de los capítulos comentados por el autor. 

 La isla de cemento (1974) reincide en el tema del coche como tótem contemporáneo, pero al contrario que Crash, opta por el suspense. Un arquitecto se sale con su coche de la autopista por la que circula. Se golpea pero no sufre heridas graves. Conductor y coche quedan en un islote estéril en medio de tres grandes autopistas. Resulta inútil pedir ayuda, nadie se para. Si intenta cruzar, morirá atropellado. El protagonista se convierte en un Robinson Crusoe que debe sobrevivir en un exilio a las afueras de la gran ciudad. Obtiene agua del radiador de su coche y el depósito de los limpiaparabrisas, la comida la obtiene de los desperdicios que arrojan otros conductores. Sobrevive y reflexiona sobre el particular reino que le ha tocado en suerte.
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Rascacielos, de 1975, reflexiona sobre el hecho de que por todo el mundo se construyen inmensos edificios cuyos habitantes igualan en número a los de una pequeña ciudad, pero sin policía, ni leyes, ni contacto social entre sus inquilinos. El rascacielos protagonista es un edificio de mil viviendas de alto standing, un refugio tranquilo y perfecto para individuos que no tienen el más mínimo interés por socializar; pero la vida en el rascacielos se transforma poco a poco en una violenta guerra entre vecinos; mientras las instalaciones y servicios del edificio se van deteriorando y destruyendo, las fiestas degeneran en batallas a muerte contra plantas rivales, se forman tribus mortalmente hostiles… la vida en el rascacielos se parece cada día más a la del planeta Tierra.

Compañía de Sueños Ilimitados, de 1979, es la obra cumbre de Ballard, y una de las grandes novelas de las últimas décadas. Un hombre sin experiencia como piloto roba una avioneta en el aeropuerto de Londres y la estrella junto al Támesis en la pequeña comunidad suburbial de Shepperton -adonde después el escritor iría a vivir. Sus habitantes convierten al aviador en una especie de santón apocalíptico. En los días que siguen a su recuperación descubre que controla ciertos poderes sobrenaturales que transforman el pueblo y sus habitantes. Junto a Londres crece la flora y la fauna tropical; la rutina diaria se interrumpe con salvajes celebraciones orgiásticas y en su climax de liberación el pueblo entero echa a volar.

En la década posterior vendrían la autobiográfica y ajena al resto de su obra El imperio del sol y el regreso del Ballard apocalíptico en Hola América (1981):  Casi cien años después de una crisis energética que provocó una emigración masiva, llegan a los Estados Unidos los tripulantes de un barco europeo que pretende descubrir el origen de una nube radioactiva que ha atravesado el Atlántico. Entre las ruinas de un continente transformado en desierto, los expedicionarios hallarán inquietantes pobladores y vestigios del pasado. Al final de su viaje, 46 presidentes de los Estados Unidos, Frank Sinatra y Charles Manson los esperan en un escenario fantasmagórico en la ciudad de Las Vegas. A partir de todo ello, redescubrirán el sueño (y la pesadilla) americano.

Furia feroz (2000)
Un retorno a las situaciones de El rascacielos podemos verlo en Super-Cannes (2000) Edén.-Olimpia es un conglomerado multinacional en las colinas de Cannes, donde se dan cita las compañías más grandes del mundo. Con los servicios sofisticados de oficina, seguridad y comunicaciones de que dispone, parece ofrecer el invernadero ideal para una fuerza de trabajo que vive del éxito. Sin embargo, Edén-Olympia es más que un simple complejo de multinacionales, es una ciudad-estado virtual. Aislada y segura, sus habitantes no carecen de nada. Pero uno de sus habitantes pone en marcha allí un experimento de poder y brutalidad. Noches de cocaína (1996) descubre en un idílico asentamiento británico en la Costa del Sol un mundo secreto de crímenes, drogas y sexo ilícito. En esta muy ballardiana novela se  explora el lado oscuro de la psique, edespedazando la sociedad occidental del siglo XX, llevando al límite el sexo, la violencia, el frenesí y el ansia de poder y seguridad, como sinónimos de aislamiento y muerte cultural. La última novela del británico, Bienvenidos a Metro Centre (2008)  actualiza dolorosamente los conflictos de Rascacielos tasladándolos al no menos claustrofóbico templo y ágora del mundo actual: el centro comercial.

En 1980 Joy Division abrió su segundo álbum, Closer, con un tema llamado preciamente Atrocity exhibition.



martes, 20 de noviembre de 2018

Encapsulados



El pasado 13 de noviembre, con gran bombo mediático, responsables de la empresa Fertiberia, flanqueados por los de la asociación que une a las industrias químicas y afines del área metropolitana de Huelva, presentaron un plan -que nada tenía de nuevo-  para cubrir, que no  retirar, 720 de las 1200 hectáreas que ocupan las balsas de fosfoyesos acumuladas en las marismas del estuario del río Tinto a 500 metros de zonas pobladas  (tres de cuatro zonas); se prolongaría durante un periodo de una década, tras la cual garantiza la total recuperación del entorno y, -vaya novedad- que tiene el dinero (70 millones de euros) para llevarlo a cabo. No sé si a Villar Mir y otros consejeros les hará gracia rebañar esta minucia a sus pingües beneficios. Fertiberia y sus amigos -que tanta prisa se han dado en otras ocasiones en cumplir sentencias que no les favorecían- exigen ahora a las administraciones -Ministerio de Transición Ecológica, Consejería andaluza de Medio ambiente y Ayuntamiento de Huelva- que aceleren los trámites administrativos para aprobar su proyecto (el único viable, dicen)
 Éste comenzaría con el sellado de los canales de agua de la marisma  que evitaría el contacto entre los dos entornos; esta labor se haría con yeso lavado , arcilla compactada y con escollera "que impediría que incluso durante la marea alta, se llegara a filtrar ningún tipo de material”.
Con posterioridad se cubriría la zona con una lámina de polímero que tiene una vida útil de 400 años, seguida por una de arcilla de 60 centímetros que impermeabilizará la zona por completo y una última de 40 centímetros de tierra vegetal cultivable en la que se plantarían especies autóctonas compatibles con la vida en la marismas y su ecosistema. Los trabajos han sido encargados a la empresa Ardaman Associated  Según Fertiberia, aquí hasta ahora no se ha permtido hacer lo que Ardamán hizo en Florida "con tanto éxito" -tanto como para crear una alerta de contaminación del agua potable- por una "excesiva politización y desinformación en torno al proyecto; hay grupos que viven exclusivamente de ello". El encapsulado es, según Fertiberia, “la única alternativa posible para seguir los requerimientos de la Audiencia Nacional. Para apuntalar su posición, Fertiberia y sus industrias aiadas recurren sin pudor al miedo y a insultar lainteligencia de los onubenses: "deberíamos encontrar diez vertederos en otras tantas localidades de la provincia y trasladar todos los fosfoyesos a esos lugares, para lo que precisaríamos de 500 camiones durante 30 años éxageran descaradamente-. Después de ello, deberíamos clausurar esos 10 vertederos de una manera similar al encapsulado que proponemos ahora”. Callan que laprimera parte del proyecto Ardamán, los sellados de los canales de agua,  es similar aloque ya fracasó estrepitósamente.

Casco urbano de Huelva: 1100 ha.
Balsas de fosfoyesos: 1200 ha.


Pero ¿qué son lo sfosfoyesos? Vamos con la sección wikipédica: El fosfoyeso es un residuo blanco del yeso procedente de la producción industrial de ácido fosfórico, con contenidos variables de fases verdosas de fosfato de hierro y residuos puntuales de fosfatos de cobre que se caracterizan por un color azul intenso. En España, la acumulación de fosfoyesos junto a la ciudad de Huelva, en las Marismas de Mendaña, ha suscitado gran polémica por sus supuestas implicaciones en la salud de sus habitantes y en el medio natural. Estudios independientes sostienen que el nivel de radiación es 22 veces superior al límite, y se recomienda trasladarlos a un cementerio nuclear. ​Sin embargo​ la legislación española no contempla esta posibilidad. 
La roca fosfórica empleada en la factoría de abonos químicos de Huelva proviene, principalmente, de minas en el norte de África -de su presencia y explotación viene la histórica importancia estratégica del disputado Sáhara Occidental- . Los residuos de Fertiberia acumulados en estas inmensas balsas -que enlas fotografías de satélites se ven con una superficie similar a todo el casco urbano de Huelva- tienen concentraciones relativamente altas para el uranio, que suele encontrarse en equilibrio radiactivo con sus productos de desintegración, entre los que destaca el radio.

Las organizaciones ecologistas estuvieron 14 años realizando estudios y solicitando,  con éxito en los tribunales pero sin que la empresa y las administraciones hicieran caso, el cumplimiento de la Ley de Costas en el caso de Fertiberia: la restauración a su estado original del dominio público marítimo-terrestre de la marisma de Huelva, ocupado por las balsas de fosfoyesos de la empresa, hasta que  
en enero de 2014, ante el retraso de tres años en la restauración por parte de Fertiberia de la marisma de Huelva ordenada en 2011 por los tribunales , la organización ecologista WWF España presentó  un escrito ante la Audiencia Nacional reclamando el cumplimiento de las múltiples sentencias que obligan a la empresa a devolver la marisma a su estado original. La Audiencia Nacional dio la razón a la organización y ordenó que se garantice la restauración ambiental de las balsas de fosfoyesos de Fertiberia “en el plazo más breve posible”. Entonces Fertiberia y el Ministerio de Agricultura y Medio Ambiente, controlado entnces y dirigido después por la ex consejera de esta empresa Isabel García Tejerina, presntaron un recurso de casación ante el Tribunal Supremo. Pero la Sección Primera de la Sala de lo Contencioso-Administrativo rechazó el recurso,amplió hasta 65 millones de euros la fianza impuesta a la empresa para la limpieza de sus balsas y acúmulos de fosfoyesos  e incuso condenó a Fertiberia al pago de las costas.



Un amplioinforme fechado en 20011 de varias asociaciones como la sospechosa y radical Greenpeace que  aquí pueden leer integramente califica el de los fosfoyesos del Tinto como el mayor caso de contaminación industrial
de Europa y narra lahistoria del problema desde el permiso inicial para vertir de 1968 hasta entonces sin obviar episodios como la rotura de una de las balsas en 1998 que vertió al río
Tinto, según las cifras oficiales, 50.000 metros cúbicos de aguas ácidas, metales pesados y otros
tóxicos como fluoruros, fosfatos y arsénico. 

¿Y si resulta que esa única solución viable -la que por las buenas o las malas pretende imponer Fertiberia-  no lo es tanto? 
Hace años que esta empresa  tiene sobre sus espaldas una sentencia que la obliga a restaurar la zona que ocupan esos residuos, pero al final fue un comité de expertos locales el que asumió esa labor, mientras la empresa se niega a retirarlos y aboga por soterrarlos.
En los cursos de la Universidad Internacional de Andalucía, Uno de esos expertos es Rafael Pérez, investigador principal del proyecto de Excelencia de la Junta de Andalucía“Fosfoyesos: de su evaluación ambiental como residuo a su revalorización como recurso”. Pérez pertenece a ese comité para el diagnóstico ambiental y la propuesta de medidas de restauración de la balsa de fosfoyesos de Huelva, designado por el rector de la Universidad de Huelva y aprobado por el Ayuntamiento de Huelva. A ese grupo, por cierto, no pertenece la propia empresa responsable de los vertidos. En  un curso en la Universidad Internacional de Andalucía  puso sobre la mesa su experiencia sobre este asunto, recordando que, por encima del soterramiento, “la empresa tiene la obligación de la restauración de las marismas afectadas por las balsas. La restauración, hay una a largo plazo, pero deberíamos hacer una serie de acciones a corto plazo, porque las balsas tienen problemas relacionados con la estabilidad y el potencial que tiene para contaminar el estuario”.
Con todo, aboga por “evaluar la situación actual de las balsas, ver algunas actuaciones preliminares, y ver si el modelo de actuación previsto es positivo a largo plazo”, recordando que, si la imagen por satélite es impresionante, más lo es el hecho de que, “lo que se ve es la zona sin restaurar, aunque hay dos zonas que se restauraron, y esas acciones preliminares de restauración no funcionaron, porque siguen produciendo contaminación al estuario”.  "Antes -dice-  se pensaba que la balsa producía contaminación. Hay que tener en cuenta que es una pila de yeso y encima tiene agua industrial altamente contaminante. Se pensaba que la contaminación procedía de ese agua de proceso, pero hemos visto, por un estudio geoquímico, que no procede de eso, sino de intrusión del agua del estuario, que entra con la marea alta, lava la contaminación y retorna al estuario contaminada”.
Con todo ello, considera que “hay que evitar la contaminación y garantizar la estabilidad de la balsa, garantizar primero la estabilidad física, porque en la zona 2 tiene   casi 35 metros de altura, y eso produce sobrepresión en la marisma. A corto plazo hay que garantizar estabilidad y que dejen de producir lixiviados. Hay que ver cuál es la contribución de la balsa al total de la contaminación, ya que sabemos que aporta arsénico y cadmio, en torno al 15-20 % del que llega al estuario, y el resto procede de actividad minera abandonada de las cuencas mineras del Tinto y el Odiel, pero son cifras muy llamativas, porque la balsa tiene 12 kilómetros cuadrados, pero las cuencas de drenaje del Tinto y el Odiel, unos 4.000”. De hecho, acudiendo a este experto ABC de Sevilla informó en marzo de este mismo año de que "El subsuelo de la marisma del Tinto se resiente por el peso del fosfoyeso" es decir, que  la cosa va a peor y que el encapsulado y supuesto aislamiento de las balsas permaneciendo donde estándonde están que Fertiberia propone en su plan definitivo no soluciona sino eterniza el problema e incluso podría tener consecuencias sísmicas.

Frente a la incredulidad de los expertos, Feritberia insiste en meter prisa a las administraciones. Dan por hecho que el informe de impactoambiental del gobierno central será positivo sin tener en cuenta que ya no tienen a una de las suyas sentada en el Consejo de Ministros (llevando además la cartera de Medio Ambiente; más fácil lo tiene con la Junta de Andalucía, siempre poco beligerante con las actividadesindustriales contaminantes mientras les bajen las estadìsticas del paro -en esta tierra el partido gobernate y los sindicatos mayoritarios siempre han comulgado con la falacia de que el lento envenenamiento por contaminación es el precio que deben pagar los onubenses por sus puestos de trabajo-; en el Ayuntamiento de Huelva encontrará Fertiberia el último escalón si supera los anteriores y en mayo hay elecciones municipales. Ya en la actual campaña de las andaluzas, la coalición Adelante Andalucía escogió el barrio de la ciudad más afectado y perjudicado por los fosfoyesos, Pérez Cubillas, para expresar su deseo de que se aborde la limpieza total de las balsas de fosfoyesos y que Fertiberia "asuma el coste". La Mesa de la Ría, Izquierda Unida y Participa Huelva, la marca con que Podemos concurrió a las municipsles de 2015, se están manifestando en el mismo sentido estosúltimos días. Cuando haya que constituir un  nuevo Ayuntamiento, a todos ellos corresponde exigir a los ocialistas -hoy el mayor de los grupos un pronunciamiento inequívoco y efevtivo  sobre lo fosfoyesos frente  a los intereses de Fertiberia y las iundustrias contaminantes. Mi insignificante voto va en ello.

Hace años el programa de TVE Línea 900, tanincómodo que no tardó en desaparecer de la parrilla, expuso por primera vez al conjunto de los españoles laescalofriante realidad delas balsas de fosfoyeso  y sus efectos en la salud de los onubenses, unos efectos siempre puestos en duda prque nunca se harealizado el estudio epidemilógico que el Libro Blanco de la Asociación de Inustrias Químicas -en el que participé- recomendaba en 1989. Imágenes de archivo deaquel Línea 900" junto con muchas otras nuevas, formaron parte del impresionante documental sobre el mismo tema "Un lugar diferente" cuyo contenido íntegro les dejo en el siguente vídeo.



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