domingo, 9 de noviembre de 2008

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Mochila de emergencia

Los ERE, el desempleo disparado, el colapso de las pensiones o la imposibilidad de pagar una hipoteca hacen fluir el miedo por el sistema circulatorio de la Sociedad, y hay días en que nos chutamos una sobredosis de miedo. Ayer domingo los periódicos de Granada oteaban en el cielo señales del Apocalipsis económico; éste con caídas en picado de las ventas en las tiendas; los otros describiendo juzgados colapsadospor desahucios, impagos y despidos, un panorama frente al que ni el sarcasmo popular -"Pues yo sigo viendo los bares llenos"- nos consuela.

Otras veces el miedo a la calamidad se nos administra en gotas sobre terrones de azúcar, informaciones anecdóticas que esconden nada inocentes sustratos: El alcalde de Madrid recomienda que en caso de un desastre natural, cada familia madrileña tenga preparada una mochila de emergencias para cada uno de sus miembros. Fotocopias de la documentación, un listín de teléfonos, útiles de aseo, un juego de llaves, una botella de agua, una linterna, una radio, un teléfono móvil, un pequeño botiquín son elementos imprescindibles delpack, pero también una tarjeta de crédito y una muda. Desconcierta el Apocalipsis de Gallardón: Un futuro incierto que nos exige llevar los calzoncillos limpios pero en el que los cajeros automáticos no fallarán. Claro que esto último estará garantizado en un mundo en el que seremos vasallos de cuatro o cinco bancos fusionados -como la Gran Caja Andaluza pero en global- sostenidos por multimillonarios planes estatales de rescate que Naomi Klein describe como "una red de seguridad para la gente que menos lo necesita, subsidiado por la gente que más lo necesita". Ese futuro sí es para preparar la mochila.

Mucho más que una mochila desearemos tener a mano si pensamos en que el colapso económico y el ecológico corren paralelos –y en sentido contrario a las enseñanzas de José María Aznar-. Valga de ejemplo otra de esas informaciones aparentemente anécdoticas: El picudo rojo es un escarabajo que desde 2004 ha devorado treinta y seis mil palmeras en el litoral español, y cuya desbocada expansión está ligada a la plaga inmobiliaria que ha sembrado el territorio de escenarios tan aterradores como Marina D'Or, en los que la plantación de palmeras cubría el expediente de islas verdes en un mar de ladrillos. El voraz bichito nos enseña que vivimos desde hace décadas por encima de nuestras posibilidades: Llegamos a fin de mes cabalgando en el crédito fácil, pero también consumimos un 25% más de recursos naturales de lo que se regenera cada año. Ya en 1972 Dennis Meadows alertaba de la imposibilidad de que la economía crezca indefinidamente con recursos naturales finitos, pero al igual que con la crisis económica, los reguladores del capital natural -Kyoto, Río o París- han fracasado estrepitosamente, y no hay mochila de emergencia que nos salve.

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