sábado, 13 de enero de 2018

El norte indomable



En octubre de 2016 el vendedor ambulante de pescado Mouhcine Fikri, de 31 años, murió en Alhucemas triturado por un camión de la basura cuando intentaba recuperar la mercancía que le había confiscado la policía, pez espada cuya captura está prohibida en esa época del año. Su muerte, que recuerda a la inmolación del vendedor tunecino Mohamed Bouazizi a finales de 2010 que desató la primavera árabe meses después, provocó en Alhucemas cierres de comercios y manifestaciones que se extendieron a otras ciudades como Casablanca, Fez, Tánger, Nador, Marrakech, Uchda, Agadir y Rabat. Pero no estamos ante otra revuelta nacional democratizadora como aquella. Ésta. que más de un año después se mantiene, aun siendo también una demanda de más democracia, nace y se concentra en el Rif, una región con zonas montañosas y zonas verdes del norte de África, con costa en el Mediterráneo, que abarca desde la región de Yebala hasta Kebdana (Nador) en la frontera con Argelia. Se trata de una región tradicionalmente aislada y desfavorecida. Sus habitantes son bereberes, también llamados agmaziges, aunque esta etnia, la más antigua y numerosa del norte de África, muy anterior a las invasiones árabes, se extiende desde el desierto egipcio hasta el Atlántico y en el pasado llegó a Canarias, pues eran agmaziges los habitantes autóctonos de las islas, los desaparecidos guanches. Algunos lingüistas emparentan el idioma bereber con otras lenguas no menos extrañas como el euskera y el turco, aunque no parece muy creíble porque la norteafricana sí es una lengua de origen indoeuropeo, en concreto de la rama camítica. La rebeldía y la protesta son actitudes y comportamientos naturales en esta tierra, por eso da tanto miedo en Rabat y cuando el Rif se levanta tiembla el trono de Marruecos. Hablaré de esta revuelta rifeña del siglo XXI  cuyas raíces no están en la muerte de un vendedor ambulante hace quince meses, sino en el agravio, el abandono y la represión que viene sufriendo esta región desde al menos el siglo XIX, por no remontarnos más atrás pues esto no es un ensayo histórico.

En las manifestaciones de Alhucemas y otras ciudades rifeñas no suele verse una sola bandera de Marruecos. Sin embargo, abundan los símbolos amaziges. También aparecen, aunque mucho menos, los emblemas de la República del Rif (1921-1926), fundada por Muhammad Ibn 'Abd el-Karim El-Khattabi (Abdelkrim) tras aplastar a los colonialistas españoles en Annual. Viendo esas banderas, podría pensarse que los manifestantes aspiran a la autodeterminación o a la separación respecto al reino de Marruecos pero, de hecho, la palabra separatista es considerada un insulto por los rifeños. Identidad, tierra y lengua son las tres columnas sobre las que se asienta el orgullo bereber y según Nasser Zafzafi, el desempleado devenido activista que, casi involuntariamente, lidera este movimiento de indignados (lo que le ha costado convertirse en preso político), sus reivindicaciones no deberían hacer temblar al Estado marroquí: son sociales, económicas y culturales, porque se trata de decir basta a “una política de marginación, discriminación y vulneración sistemática de los derechos humanos” del Estado respecto al Rif 

Abdelkrim fue una estrella internacional
en la prensa de su época
Lo que históricamente ha alimentado la rebeldía rifeña es el sentimiento de humillación de los más débiles ante las tropelías del Estado, lo que en el árabe dialectal marroquí se conoce como la hogra, un concepto que, por miedo al contagio, aterroriza a los medios españoles bienpensantes. Vale que hay zonas de Marruecos más pobres y con menos inversión de fuera que el Rif pero “allá ellos sí quieren seguir siendo sumisos y vivir en la Edad Media”, dicen representantes destacados de estas protestas. Probablemente lo que explica tanta ira acumulada está en la historia del Rif: Entre 1921 y 1927 el Ejército español empleó en el Rif gases asfixiantes prohibidos, entre ellos el gas mostaza. Casi un siglo después, la mayor parte de  enfermos de cáncer atendidos hoy en día en el hospital de oncología de Rabat proceden de la misma zona bombardeada por la aviación española. Precisamente la construcción de un hospital oncológico en el norte del país es una de las peticiones de los indignados.

Cada vez que se trata de aplacar los disturbios rifeños, los españoles, franceses o los marroquíes lo han hecho a través de guerras sucias y de una represión brutal. En 1958, tras la independencia de Marruecos, las provincias del Rif se sublevaron contra el monarca Mohamed V. El entonces príncipe Mulay Hassan, padre del actual rey, se encontraba al mando de las fuerzas armadas y desde un helicóptero dirigió la represión en la que Hassan usó napalm. Los muertos se calculan en ocho mil. Convertido ya en rey, Hassan II volvió a aplastar otra rebelión rifeña en 1984. Se trataba de las revueltas del pan, que habían comenzado tres años antes, movilizaciones y huelgas contra la escasez y la carestía de los productos básicos (a la crisis económica internacional se había unido un elevado gasto militar del Estado, sufragado mediante la presión fiscal y los recortes, para hacer frente a la guerra del Sáhara). La respuesta del régimen marroquí fue utilizar del aparato policial y judicial para perseguir y acabar con toda amenaza que pudiera venir de la oposición política. Para ello no se dudó en emplear contra la población civil artillería, tanques, helicópteros y ametralladoras, todo valía para sofocar las manifestaciones. Uno de los protagonistas de aquellas revueltas dice de las de ahora “Nosotros le plantamos cara a Hassan II en los años ochenta. Pero no conseguimos nada. Estos chicos del Hirak (Movimiento), sin embargo, son más inteligentes que nosotros porque piden cosas concretas que llegan al pueblo: un hospital, una universidad. Nosotros andábamos perdidos con causas internacionales y también en discusiones teóricas como la Guerra Fría, la teoría del socialismo o cómo tenía que ser la relación entre los sindicatos y los partidos. Pedíamos también la independencia de Palestina, pero estos chavales reclaman soluciones a los problemas del día a día”.

Hassan II nunca visitó el Rif y condenó a la región a la pobreza más profunda. La única salida fue la producción de hachís y la emigración. En 1999 llegó al trono su hijo, Mohamed VI, y decidió emprender su primer viaje oficial a Alhucemas, pero durante su época como príncipe heredero en el norte sólo era visto montado en motos de agua en las exclusivas playas de Kabila.

Noches de Alhucemas
De nada ha servido prohibir las manifestaciones y encarcelar incluso a los periodistas que las cubren; los rifeños no han parado de salir a la calle, pero la mayor crisis del reinado de Mohamed V ha acercado más a los gobiernos español y marroquí: el CNI están ayudando al gobierno que preside Saadeddine Othmani a identificar los apoyos que los rebeldes reciben desde España. El Rif siempre ha sido un quebradero de cabeza para ambos reinos ¿por qué creen que cuando Marruecos dice reclamar Ceuta y Melilla lo hace con la boca pequeña? Ambas ciudades históricamente ocupadas por Españas y en concreto el comercio y el contrabando con ellas son válvulas de escape imprescindibles para que no estalle la olla a presión rifeña, En cambio la monarquía alauita no tolera que se dude de la marroquinidad del Sáhara Occidental: aunque el nacionalismo liderado por el Frente Polisario tiene una imagen más cool y atrae a famosos y familias españolas solidarias con sus niños, es débil, carece de aliados potentes y está desperdigado. El Rif es una roca.

Desde que Mohamed V visitaba la Alhambra y departía amigablemente con el general Franco hasta que los borbones y los alauíes se tratan cariñossamente de primos, la derecha española y su prensa han exaltado una amistad, a veces inventada y siempre interesada entre los dos reinos separados por el Estrecho con la que no han podido ni la guerra de Ifni ni la marcha Verde ni la guerrita de Perejil. Por eso sus cabeceras tratan de desprestigiar y difamar las protestas rifeñas atribuyéndole una violencia que nunca han ejercido, pero, por mucho que les duela, el Hirak sigue vivo e incluso podría extenderse al resto de un país cuyo rey  y cuyo gobierno no puede seguir ni un minuto más sin mirar a su indomable norte.