Versos o queso
Milk
(Süt)
Turquia / Francia / Alemania 2008. 35 mm. Color. 102´
Dirección y guión: Semih Kaplanoglu
Int: Melih Selçuk, Basak Koklukaya
En la Turquía rural o en Disneylandia las reacciones, las dudas y los dilemas de un post-adolescente son prácticamente idénticos. Semih Kaplanoglu lo sabe y por eso para narrar la segunda película del ciclo vital a la inversa de su poeta Yusuf, la que habla de sus años jóvenes, casi ha prescindido de diálogos. El chico se pasa desorientado e indeciso toda la película y ni tan siquiera con gestos lo expresa. Esta radical apuesta por los silencios y los planos vacíos alargados hasta la exasperación -¿realmente necesitamos más discípulos de Tarkovski?- convierten para el espectador medio la visión de Leche en un ejercicio demasiado arduo por el que se obtiene una exigua satisfacción.
A Yusuf le ha caído encima todo el proceso de modernización y cambio de su país del que tampoco el campo se escapa, y todo el momento más complejo de su vida, cuando está abocado a tomar demasiadas decisiones: qué hacer con su vocación poética, cuál será su futuro una vez es rechazado por el Ejército o cómo reaccionar ante la aventura amorosa que su madre vive en secreto, si a fiel a su herencia patriarcal y machista o con arreglo a los nuevos tiempos. Pero esta historia de maduración se narra dejando deliberadamente demasiados cabos sueltos, al director no interesa seguir la relación que parece apuntar con una joven estudiante, ni ahondar en el romance de la madre, ni se molesta en explicar o contextualizar esas pinceladas de realismo mágico –golpes de efecto, al fin y al cabo- como el extraño exorcismo del comienzo, la presencia de serpientes, la pesca de un enorme siluro o el viejo santón y zahorí Kemal. Asistimos así a una acumulación de símbolos que poco aportan a la narración.
Pese al lastre de su desesperante lentitud o algunas tomas insufribles -30 segundos de pantalla desenfocada mientras los protagonistas están fuera de campo o el absurdo plano final con la luz de una linterna de minero en primer término- visualmente Leche es impecable, con momentos de gran belleza como la espléndida secuencia del encuentro con el amigo minero, también poeta aficionado, y su juego de miradas, o el ataque epiléptico y el accidente que sufre Yusuf en su moto, pero hubiera sido bueno que esos hallazgos –y ese saber rodar- se hubieran integrado mejor en una obra más ágil y menos tediosa.
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