miércoles, 12 de mayo de 2010

Las malas compañías


Me parece estupendo que la excelentísima señora consejera de Obras Públicas y Transportes de la Junta de Andalucía en el gobierno socialista de José Antonio Griñán, Rosa Aguilar, antes alcaldesa comunista de Córdoba, sea del Barça. Me parece perfectamente legítimo que por eso mismo quisiera estar en el estadio Sánchez Pizjuán para disfrutar en directo del decisivo partido Sevilla-Barcelona del pasado 8 de mayo. Pero la consejera tenía la alternativa de renunciar a sus privilegios y pagarse una entrada, incluso tampoco vería demasiado mal que, para no tener que hacer cola en la taquilla, encargara su compra a alguno de sus asistentes. No planteo esto por rechazo a la norma no escrita de que las entidades deportivas reserven invitaciones en sus palcos de honor para autoridades y notables, sino por algo que considero mucho más grave. La aceptación por parte de Rosa Aguilar de la invitación implicaba sentarse codo con codo con determinados personajes de la sociedad española especialmente indeseables, con pasado y presente más que turbios.

El mal menor era estar al lado del presidente del club al que admira la consejera, Joan Laporta, pero no parece demasiado adecuado en alguien que tiene a gala su sentido ético gastarse colegueo con un señor justo el mismo día en el que los periódicos publican las turbias relaciones y negocios de Laporta con el tirano que gobierna Uzbekistan, Islam Karímov, y con la hija de éste, la intrigante magnate Gulnara Karimova, unas relaciones a las que ha arrastrado al club que preside, al que ha llevado de gira por el remoto país, uno de los más corruptos del planeta.

Pero si poco recomendable es en esas circunstancias la compañía de Laporta, menos aún lo es la de su homólogo en el Sevilla C.F., José María del Nido, uno de los más despreciables especímenes con que cuenta el fútbol, la abogacía y la sociedad española. Primero por su pasado: Hijo del que fue presidente de Fuerza Nueva en Sevilla, el joven José María se hizo tristemente famoso como matón en la propia Fuerza Nueva, los Guerrilleros de Cristo Rey y otras bandas de maleantes fascistas en el post-franquismo. A él se le atribuye haber pateado con saña a una delegada sindical de CC.OO. en la Sanidad, que estaba embarazada, durante un ataque de su banda a unos sindicalistas que se manifestaban a finales de los años setenta. Está acreditada su detención, que no quedó en nada, por la brutal paliza que, en noviembre de 1978, dejó en coma al joven militante de izquierdas Jesús Damas Hurtado, que jamás se recuperó psicológicamente de aquella agresión y acabó suicidándose poco después.



José María del Nido
se enriqueció como abogado de los políticos corruptos que saq
uearon Marbella, cobrando cantidades exhorbitantes a las arcas del ayuntamiento marbellí por sus servicios, lo que le sienta en la actualidad en el banquillo del Caso Minutas, un dinero que pudo haber acabado eludiendo a la Hacienda Pública en paraisos fiscales. Por si fuera poco, y corroborando que en la familia del presidente del Sevilla el dicho de que de tal palo tal astilla se cumple a rajatabla, uno de sus hijos apareció implicado en un atropello mortal en el Paseo de Colón de Sevilla. El vástago de Del Nido iba de copiloto -y tan borracho como el conductor- en el coche que se pasó un semáforo en rojo, arrolló mortalmente a una madre y una hija y se dió a la fuga hasta que fue interceptado por un taxista.



Con estos antecedentes, por decencia la consejera Rosa Aguilar podría haberse rascado el bolsillo para pagar una entrada, aunque fuera de Gol Norte, o hacer valer su autoridad para fotografiarse junto a Josep Guardiola si le hacía ilusión, y no dejarse ver junto a estos individuos, aunque ya hay precedentes de que siendo alcaldesa de Córdoba, y en su afan por llevarse bien con todo el mundo, mantenía excelentes relaciones con los fanáticos integristas que la Iglesia ha mantenido como obispos en esa ciudad.

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