domingo, 23 de mayo de 2010

Namaste, Ben Linus



Ambiguo, siempre inquietante, nada de fiar, retorcido, vengativo, concienzudo, vulnerable... No volveremos a ver los ojos saltones más expresivos en la historia del audiovisual. El villano imprescindible y cautivador, el feo más adorable, el manipulador perfecto, el que se llevó todas las hostias y las sobrellevó con dignidad, sobre la piel del actor shakespeariano Michael Emerson. Si algo echaré de menos cuando esta madrugada Lost se acabe para siempre -o hasta que la edición en DVD de la Temporada Final ate los cabos que queden sueltos- será a Benjamin Linus. Aunque en el sexto año la relevancia de su personaje, que apareció en la segunda temporada y brilló con fuerza en las tercera y cuarta, ha sido muy secundaria, no me resigno a admitir que los guionistas no le den el final que Ben merece: ¿Qué tal si es él quien acaba con Némesis/John Locke/el Monstruo de Humo aunque pague con su vida? Sería un final glorioso. Jack podrá ser El Elegido, y podrá dirigir la isla con su perfeccionismo obsesivo por los siglos de los siglos; Locke podrá disfrutar del regalo argumental que le hicieron los guionistas cuando el humo negro poseyó su cuerpo, pero nadie podrá disputar jamás el trono al lider, discutido y destronado pero indiscutible de Los Otros, Benjamin Linus.



Ésto se acaba. El ruido mediático es atronador en las vísperas de la emisión del episodio final. Hay tantos finales como seguidores. Si el perro Vincent reaparece, si Kate se queda preñada y en un salto atrás en el tiempo es la madre de Jacob y Nemesis, qué ocurre con el padre de Jack o con su cadáver, si Richard Alpert fichará por el Tenerife pese a que haya bajado a Segunda, si Jin y Sun murieron ahogados o sobrevivieron, qué cara de secundario se le quedará a Sawyer, por qué Desmond es tan importante, qué personaje logrará haber pasado más veces de héroe a villano y viceversa, si la realidad alternativa se impone o la vida es sueño y los sueños sueños son, o si la nube de ceniza del volcán Eyjafjallajokull es John Locke intentando salir de Islandia a toda costa.



Probablemente el final es lo de menos. Arcibel, responsable del blog Episodio Piloto, mantiene la actitud más inteligente y a la vez la más romántica sobre el final de la serie en su Carta abierta a los fanáticos de Lost:
"Les escribo para comunicarles que no quiero subirme en este pelotón de millones de humanos suplicando por el levantamiento de los enigmas losteanos, ruego y quiero que Lost siga produciéndome preguntas, por que Lost es un enigma en si, no quiero aclaraciones algunas, quiero que Lost nos acorrale con ese espíritu hasta su final, lost es pregunta sin respuesta, es misterio puro, es inconciente neurótico, en ciencia y ficción, es arte y novela y así quiero que siga siendo". Para quienes discrepan y exigen hasta la última respuesta, no les cabe más que esperar a la madrugada y posponerlo todo para después, incluso dejar a la pareja.



Al margen de los guiños para frikis e iniciados, muchos profanos no entenderéis qué han tenido de especiales estas seis temporadas de Lost, una serie que no es tan innovadora como Twin Peaks, que carece de la profundidad dramática de The Wire, y que tampoco alcanza la perfección formal, narrativa y de personajes de Six Feet Under, al margen de que al contrario que esta última no contiene transgresión, y es un producto perfectamente integrado y comercial. Puede haber muchas explicaciones, yo me quedo con que ha convertido en arte el empleo del Deus Ex Machina y de los giros imposibles de guión, que nos ha obligado a hacer de su trama cuestión de fe. Otras razones las explica perfectamente la periodista Marta Fernández hoy en El Mundo: "Porque es un rompecabezas del que no te puedes deshacer, un laberinto en el que te van metiendo sin darte cuenta y cuando reaccionas ya no puedes salir (ni quieres). Me gusta porque es un juego, una sala de espejos, una adivinanza que se reinterpreta a sí misma, un tablero imposible en el que los dados cada vez tienen más caras. Y sobre todo porque es endiabladamente entretenida".



Lo dicho, que ésto se acaba, no hay por qué sentirse perdido o huérfano tras el final. Por si acaso no os vendrá mal el último manual de orientación del Dr. Pierre Chang.
Namaste!.

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