lunes, 3 de mayo de 2010

Teoría y práctica del doble rasero: La crucifixión de Roman Polanski


He de reconocer en mi caso que sí se da un posicionamiento apriorístico a su favor, y que no estaría escribiendo contra el linchamiento judicial de un personaje público si no se tratara de alguien que desde su arresto domiciliario ha sido capaz poner en pie una genialidad como El escritor (The Ghost Writer, 2010) -recuerdo otro caso de famoso arrestado, Augusto Pinochet, cuya unica aportación al mundo era la mierda que cagaba, y con quien las leyes de extradición se aplicaron de forma mucho más laxa-. Pero es Roman Polanski, un artista o intelectual -inclúyase en la categoría que se prefiera- en estado de gracia, que ha hecho de su producción cinematográfica reciente alta cultura europea y toda una referencia de seriedad, rigor y dominio del lenguaje del cine.

Ahí se acaban los favoritismos, en mi propia admiración, porque si alguien ha padecido justo lo contrario,
es decir, el peso del doble rasero, si alguien ha sido machacado más que otros en situación similar por ser quien es, ese está siendo Roman Polanski, y estoy hasta las narices de leer a tanto progre de guardarropía con la cantinela de que Polanski debería ser tratado como cualquier otro individuo ante la Ley. Pues claro que debería, y si eso fuera así, ya Suiza habría dado con la puerta en las narices a los jueces de California, ya no se estaría intentando meter en la cárcel a alguien pese a las insistentes peticiones de su víctima de que se archive de una vez por todas el caso, ya no se estaría mintiendo, vulnerando la Ley y pasándose por el forro el sentido común con tal de que un juez o unos jueces se cuelguen las medallas de haber enchironado a un famoso, para que se satisfagan venganzas personales. Tenemos un caso muy similar en España, ¿O acaso el juez Varela no prevarica sin descanso con tal de conseguir imputar una prevaricación al juez Garzón, cobrarse una venganza y estar en el candelero mediático?

Para todos los que aún no entienden o no admiten que la doble vara de medir se usa para dar latigazos en la espalda a Polanski es obligatoria la lectura del artículo en el que el director rompe su silencio. Ahí están todos los argumentos legales, morales y humanos, todas las pruebas de los delitos en los que están incurriendo los jueces de California en esta feroz cacería, de que solo la ignorancia sobre lo ocurrido puede justificar que tantos se hayan unido al linchamiento.

¡No puedo seguir callado!
por Roman Polanski - 2 de mayo de 2010

Desde hace siete meses, el 26 de septiembre de 2009, fecha de mi detención en el aeropuerto de Zurich cuando me dirigía a recibir un homenaje por el conjunto de mi trabajo de manos de un representante del Ministerio de Cultura suizo, no he querido manifestarme y he pedido siempre a mis abogados que limitaran sus comentarios a lo imprescindible. Quería que tanto las autoridades judiciales de Suiza y Estados Unidos como mis abogados pudieran trabajar sin polémica por mi parte. He decidido romper el silencio para dirigirme a ustedes sin intermediarios y en mis propias palabras.

Y me permito recordar también el primero de los artículos que uno de los pensadores que ha apoyado de verdad a Polanski en este tiempo, Bernard-Henri Levi, dedicó a quienes -en su caso desde Francia- se unieron al coro que sentenciaba a Polanski a pagar por sus pecados.
A Roman Polanski por Bernard-Henri Levi - 1 de noviembre de 2009

Pasan los días y Roman Polanski sigue en prisión, se acuesta y se levanta en prisión, ve a su mujer una hora a la semana en el locutorio de una prisión, mientras sus hijos de 11 y 16 años, si aún tienen el valor de ir a la escuela, afrontan las miradas de unos compañeros que han oído en casa que el papá de los pequeños P., ese señor con el que a algunos se les caía la baba cuando se codeaban con él "por hijo interpuesto", ese padre que otros se jactaban de conocer cuando lo veían en la tele durante la entrega de los César, ése, es finalmente un criminal, un violador, un sodomita, un pedófilo.

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