El misil que me apunta
Por si no era suficiente con tener en las carteleras un nuevo fin del mundo made in Roland Emmerich; por si no dieran bastante miedo las potencias más contaminantes que, para no contradecir a Emerich, frenan cualquier acuerdo sobre el clima y se limitarán a hartarse de arenques en Copenhague; por si no acojonaba bastante vivir justo encima de la falla sísmica más activa del Mediterráneo, sometido a la interacción de las microplacas de Alborán e Ibérica con la placa Africana, por si no había material con qué alimentar la paranoia, el bloguero británico Adam Charnock nos ofrece un sencillo instrumento para medir la vulnerabilidad del lugar en que habitamos a un ataque nuclear a gran escala: El Nukeometer.
Introduciendo el pueblo o la ciudad en que nos encontramos y el país al que pertenece sabremos en décimas de segundo al alcance de cuántas cabezas nucleares nos encontramos; de qué potencias atómicas proviene la amenaza e incluso si los megatones que nos desintegrarán provienen de misiles de largo alcance o de cercanías, si caerán de los bombarderos que nos sobrevuelan o emergerán de submarinos nucleares.
Qué alivio saber que sólo estoy al alcance de 6.645 cabezas nucleares, sólo puedo morir 6.645 veces por deflagrafión o radiación. Qué suerte conocer la procedencia de las bombas atómicas que en cualquier instante me pueden caer encima o la identidad del mandatario que apretará el botón. Hay 1.264 posibilidades de que sea Barack Obama, 4.568 de que se apellide Mendevev; no creo que le dé tiermpo a Gordon Brown a lanzar sus 192 bombas -aunque tal vez se plantee que para lo que le queda en el convento...- Sarkozy puede dispararme 300 veces mientras escucho los discos de su señora, el chino Hu Jintao, en cambio, sólo tiene 121 misiles con los que poder alcanzarme, mientras Benjamin Netanyahu puede machacarme con sus 200 bombas kosher, eso sí, nunca en Sabbath.
Y no crean que estoy en tantos puntos de mira porque viva en la vieja Europa, siempre tan a tiro. Busco en el Nukeometer la ciudad más remota que se me ocurre, Hottentotspunt, en la árida Costa de los Esqueletos, en Namibia, y resulta estar al alcance de 2.892 armas nucleares. Ushuaia, en el extremo Sur de la Patagonia, puede ser destruida por 3.535 bombas estadounidenses, rusas y británicas -será por si les vuelve a dar por recuperar las Malvinas-. Compruebo que a Isla Cristina, además de las olas que la arrasarán cuando suba el nivel del mar, le pueden caer encima 6.645 bombas... No nos libramos por mucho que nos escondamos.
El Nukeometer es en realidad un hallazgo de The Guardian, que lo presentó en su nada tranquilizador informe The world in active nuclear weapons. Para disfrutar del apocalipsis cómodamente en su ordenador.
Y no crean que estoy en tantos puntos de mira porque viva en la vieja Europa, siempre tan a tiro. Busco en el Nukeometer la ciudad más remota que se me ocurre, Hottentotspunt, en la árida Costa de los Esqueletos, en Namibia, y resulta estar al alcance de 2.892 armas nucleares. Ushuaia, en el extremo Sur de la Patagonia, puede ser destruida por 3.535 bombas estadounidenses, rusas y británicas -será por si les vuelve a dar por recuperar las Malvinas-. Compruebo que a Isla Cristina, además de las olas que la arrasarán cuando suba el nivel del mar, le pueden caer encima 6.645 bombas... No nos libramos por mucho que nos escondamos.
El Nukeometer es en realidad un hallazgo de The Guardian, que lo presentó en su nada tranquilizador informe The world in active nuclear weapons. Para disfrutar del apocalipsis cómodamente en su ordenador.
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