Esta Semana del Orgullo Católico que ayer tocó a su fin deja resaca, como las semanas de feria. Andalucía debería declarar festivo este lunes como ya lo es en varias comunidades para desintoxicarse de incienso, cornetas y tambores, y más si como ha ocurrido en Granada este sábado que llaman Santo, los adictos a la liturgia pasional –desde cuyos foros suele abominarse del desfile de carrozas de los gays en junio- han tenido hasta hartarse con su Grandes Éxitos de la Semana Santa, treinta pasos en la calle al mismo tiempo. En música cuando un artista o grupo anda falto de inspiración o no atrae al público como antes saca a la calle una antología que le devuelva a la actualidad. No sé si será el caso.
Dicen que los ajenos a la religión que huimos de estas demostraciones fervorosas rumbo a la playa y la ruta gastronómica deberíamos trabajar en Semana Santa, Navidad, y demás fiestas litúrgicas. Depositarios De La Verdad Sin Derecho A Duda como se proclaman, no se paran a pensar que es al revés, que los descansos imprescindibles para la salud se sitúan en el calendario para facilitarles a ellos sus ritos. No tengo yo ningún problema con sus procesiones, flagelaciones y ayunos, incluso me resultan vistosos en su bizarría; a ellos en cambio mi descreimiento les provoca inseguridad, no conciben que su dios no me haya fulminado aún con su sable láser.
Cualquiera puede ser intolerante, pero los intolerantes divinos son los más intratables, los realmente inmunes a la razón. Fíjense en esa mujer a la que la Iglesia Católica y sus más cerriles discípulos querían crucificar: La madre de esos dos niños sevillanos nacido uno por selección –y con el sambenito de bebé medicamento colgado por los inquisidores- para salvar a su hermano –a quien nadie se ha dignado comparar con un lince- de la extinción. La mujer se declara católica, pero normal y por tanto no se le ocurre mezclar el catecismo con las Leyes de Mendel. Nazarenos, costaleros y público asistente a las procesiones son en su mayoría católicos pero normales, y algunos ni eso; por eso ha fracasado la campaña de los lacitos blancos promovidas por obispos y hermanos mayores, católicos excesivos, gente ensoberbecida en su fe absolutista. Son los que administran lo que Gonzalo Puente Ojea, ¡ex embajador de España en el Vaticano! llama en un soberbio artículo aparecido precisamente en Semana Santa El timo de la religión.
Hay, finalmente, otros individuos que no sé cómo andarán de resaca en un día como hoy; son esos que se dicen espirituales pero no religiosos. ¿Eso no es como ser sólo supersticioso pero sin los rituales y conjuros que tanto molan? Me recuerdan a esos laicos que se sienten huérfanos cuando abandonan el rito religioso en el que se criaron y organizan bautizos y comuniones por lo civil. En Marinaleda hay desde hace veinte años una Semana Santa por lo civil. En lugar de procesiones este año han tenido al hipnotizador Marcus, el flamenco de El Cotorro, el mago Juan Tamariz y la chirigota Las muchachas del congelao.
No hay comentarios:
Publicar un comentario