domingo, 17 de mayo de 2009

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Goodbye Spain

No tengo remedio; venga sumar puntos para, cuando gane la gente de orden, acabar en la isla de Elba más próxima. Imprudente de mí, aplaudo a Martin Amis cuando en el Hay Festival suelta lo de que España debía agradecerle en cierto modo a ETA haber asesinado al hombre que iba a reemplazar a Franco" –aunque el autor de ‘Dinero’ deja de interesarme cuando, descendiendo a los abismos de la prensa rosa, habla de Leticia Ortiz-. En vez de reaccionar al opúsculo ‘Gracias, Santo Padre’ que firma monseñor Martínez, con la respetuosa sorna de los correctos, paso de arzobispo y jaleo las palabras de Wole Soyinka cuando califica al Papa de líder ridículo; y eso que ni siquiera soy un nigeriano con ocho hermanos portadores del VIH.



¿Quieren otra prueba de que mi destino es el de ilota?: Me gusta el teatro de Alfonso Sastre, pero no la ley de Partidos, y creo en el diálogo y la negociación para poner fin a las armas, todo lo cual me hace terriblemente sospechoso de ser parte del Entorno y candidato a que el Supremo me impugne. Sumo apoyos a mi candidatura a paria si defiendo que abucheos y pitadas son formas de la libertad de expresión no particularmente maleducadas y preferibles al aplauso por compromiso. Para colmo con los himnos nacionales y los monarcas –todos ellos- me ocurre como con el polvo y determinadas clases de polen: me hacen correr a la farmacia en busca de antihistamínicos, con el riesgo añadido de encontrarme con la niña de Rajoy pidiendo la píldora del día después.

No creo tampoco en seres superiores, incluido
Florentino Pérez, máxime si junto a Ricardo Dos Santos ‘Kaká’ guarda en su chistera a José María Aznar -y si no al tiempo, ya verán como cuando lleve suficientes años de socio, el autor de “España puede salir de la crisis” será el sucesor de Florentino-. Juntos el Mesías de Chamberí y su ‘amiguito del alma’ –en palabras de ‘Milano bonitoCamps- convertirán al Real Madrid en el frasco de las esencias patrias frente a la anti-España que silba y abuchea, y TVE fichará al vizcaíno de la mano en el pecho para todos los actos oficiales con himno y Rey.

Un desterrado, el catedrático Francisco Márquez Villanueva, en el congreso sobre los moriscos nos daba la clave: Si cuando Felipe III les echó de España, la mayoría de la población, la Iglesia y la Inquisición estaban en contra, ¿A quién interesaba la expulsión de aquellos conversos a la fuerza?: Al eterno español, a esa esencia totalitaria que une política y religión, que aplasta la diferencia, que se zampa los fueros a la primera oportunidad; ese monstruo que se agazapa en los cuarteles, los púlpitos, los periódicos y hasta los estadios. Ese es el que me vuelve imprudente y en momentos de enajenación me lleva a corear el lema de las pancartas de Mestalla: “Goodbye Spain”.

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