viernes, 4 de septiembre de 2015

Segundo de Chomón, el Mèliès maño


No deja de resultar paradójico que en el país de Bécquer -me refiero a sus Leyendas-, Pedro Ruiz de Alarcón, Fernández Flórez o Perucho el llamado séptimo arte haya prestado tan escasa atención a los géneros fantásticos. Casi es preciso recurrir a las excepciones: los recientes éxitos de varias producciones Filmax en el ámbito del terror y rarezas menores como El corazón del guerrero -Daniel Monzón, 1999- o mayores como La torre de los siete jorobados -Edgar Neville, 1944- para encontrar  muestras. Hay que remontarse a tiempos de cine silencioso: Es sabido que los artistas de la Generación del 27 volvieron sus curiosos ojos a aquel nuevo fenómeno que era el cine. Las provocaciones del surrealismo tenían en la pantalla un canal de expresión  perfecto. Si alguien quiere entretenerse en discutir si son o no cine fantástico Un perro andaluz -Un chien andalou, 1929- y La edad de oro -L'age d'or, 1930-, los regalos envenenados de Dalí y Buñuel, que lo haga, pero todavía hoy a quienes se les atraganta la acidez de sus imágenes al intentar imitarlas en pretenciosos bodrios de la ciencia ficción de gran presupuesto. El mismísimo Lorca mostró por enésima ocasión su cautivadora imaginería y por única vez su escasa idea de lo que es un guión cinematográfico en Un viaje a la luna -1929-. Esa mirada surrealista tan cercana a la -buena- ciencia ficción puede rastrearse décadas más tarde en las innovadoras técnicas de José Val del Omar aplicadas al documental costumbrista y etnográfico. Pero si buscamos exclusivamente cíne de género sólo hallaremos  piezas perdidas y aisladas como Madrid en el año 2000 - Manuel Noriega, 1825-. Es una fantasía arquitectónica de torpe factura e ingenuo planteamiento que, con delirante impudicia, convierte al río Manzanares en una especie de Canal de Suez por el que los barcos acceden a los muelles del Palacio de Oriente. Este modesto antecesor de Metrópolis -Fritz Lang, 1926- tiene a su favor los excelentes efectos especiales diseñados por Enrique Blanco. Luego la historia del cine fantástico español es exigua pero también antigua. Nos lleva a los orígenes de este arte/espectáculo si consideramos español el cine del aragonés Segundo de Chomón -Teruel, 1871- La obra, en parte bien conservada, del principal competidor de Mèliès, a quien superó a menudo, está rodada en París para los hermanos Pathé y con personal y dinero franceses.

Segundo de Chomón
De hecho Chomón fue técnico de trucaje en Cabiria -Piero Fosco, 1914- y Napoleón -Abel Gance, 1927-. Sin embargo no deja de ser española su obra más conocida como director, El hotel eléctrico -1905-, siete minutos que allanan el camino a la técnica de la stop-motion -entonces golpe de manivela- que recorrerían Harryhausen, O'Brien y Danforth décadas después. Chomón da vida a la rebelión de los objetos, que atemorizan a los inquilinos de un hotel, una fórmula que siguió explotando desde Francia con La casa encantada-La mason haunté, 1906-, Viaje a Júpiter -Voyage a la planete Jupiter, 1908; con la que llevó al hombre mucho más lejos que su rival Mèliès- o La cocina mágica -Cuisine magnetique, 1914-. Antes desde su estudio de Barcelona inaugura el fantástico español con obras menores como Eclipse de sol -1905- o Gulliver en el país de los gigantes -1903-.

El hotel eléctrico
En los primeros años del cine proliferaron las producciones que, empleando sencillos trucos de cámara, dejaban boquiabiertos a aquellos primeros espectadores. No tan conocido es que uno de aquellos osados pioneros fue el turolense que nos ocupa. Rodaba foto grama a fotograma objetos inanimados que cambiaba de posición ligerísimamente para dar sensación de movimiento. Así por ejemplo en la ya citada La casa encantada los objetos se desembarazan de un huesped no invitado en una noche en la que un pollo asado vuelve a la vida y una alfombra se convierte en serpiente para acosar al intruso. Magisral es la transformación de los personajes dibujados en unos carteles publicitarios en criaturas de carne y hueso que el turolense retrata en El álbum maravilloso -L'espectre rouge, 1907- y La valise de Barnum -1904-. Hay pioneros del cine españoles aún más ignotos como los onubenses Francisco Elías y Pancho Bautista, pero entre los hallazgos técnicos de Segundo de Chomón hay que sumar uno capital: haber sido el primer cineasta que empleó el travelling. Fue en la también mentada Cabiria.

Hace años tuve ocasión de ver los cortometrajes de Chomón acompañados en directo por la música compuesta par ello por el catalán Jordi Sabatés. Después le pregunté al pianista sobre la posibilidad de preservar juntas películas y música editándolas juntas en dvd. Sabatés respondió que eso dependía del permiso de los herederos de Chomón. Debieron otorgarlo porque el resultado de esa unión, Le piano magique, está disponible en FNAC y Amazon.

Vídeo: Segundo de Chomón y Jordi Sabatés - L'espectre rouge










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