Queda poco más de una semana y a mitad de la campaña de las terceras elecciones autonómicas que se celebran en Cataluña en los últimos cinco años por obra, gracia, empeño y antojo del president Artur Mas, quien -también hay que reconocer- obró impulsado por el búnker españolista y setentayochista que impidió a los catalanes decidir libre y legalmente su futuro el pasado 9 de noviembre.
No soy precisamente un experto en ajedrez, juego que ni siquiera me gusta, pero jamás había oído que los dos contendientes pudieran enrocarse a la vez. El presidente Rajoy acusa a Mas y el independentismo de dividir en dos a los catalanes, y tal vez no le falte razón, pero son el propio Rajoy y las bravatas de los suyos el máximo común divisor con su negativa a aceptar cualquier modificación, por pequeña que sea, en sus posturas y cerrar cualquier vía de negociación y diálogo. A unos sólo sirve la independencia -ocultando las probables consecuencias negativas y lo insostenible del final que buscan para el procès- y a los otros sólo les vale la unidad indisoluble. Curiosamente, el 27 de septiembre lo que será decisivo para la victoria de uno de estos bandos irreconciliables o la pervivencia de un tercero de la razón será el millón de catalanes con derecho al voto no nacidos en Cataluña. De hecho de siete millones y medio de catalanes casi cinco millones nacieron fuera de la comunidad.
Si uno hojea el programa de la candidatura independentista Junts Pel Si no encuentra ni una mención a la probabilidad de quedar fuera de las instituciones europeas, e incluso mundiales si se declara la independencia unilateralmente, pero sí la propuesta de que el futuro estado relegue el idioma español a la misma categoría que el occitano y la lengua de signos. Mientras tanto el PP catalán anda tentando a PSC, Ciutadans e incluso a Unió a formar un bloque antiindependentista. Aún en el caso de que los aludidos adoptaran la equivocada estrategia del frentismo debían unirse todos, catalanistas y no, contra la extrema derecha xenófoba de García Albiol y su ralea, tal como las distintas fuerzas francesas se aliaron años atrás para frenar el camino de Jean-Marie Le Pen al Elíseo.
Ya puestos me parece que la propuesta más cargada de razón me resulta la que representa la candidatura de unidad popular Catalunya Si Que Es Pot, que se centra en los problemas económicos y las políticas sociales y en cuanto a la cuestión identitaria aboga por el de el derecho a decidir -o la autodeterminación, que es lo mismo pero sin complejos-, pero de momento veo más trazas de que triunfe la sinrazón; del lado estatal se recurre a esa inadmisible provocación de reformar el Tribunal Constitucional justo antes de las elecciones -la mejor reforma de esa guarida de jueces paniaguados por los partidos sería cerrarla-, y del lado independentista se manipula sin tapujos la televisión pública: TV3 vetó la presencia en sus estudios del economista y exministro Josep Borrell para presentar su exitoso Cuentas y cuentos de la independencia y colabora con toda esta matraca que busca silenciar los escándalos de corrupción en CDC. Entre cuentos de Calleja de unos y amenazas de los otros, esa dulzona mezcla de huevo y crema pastelera cubierta de azúcar caramelizado que es la crema catalana nos tiene más que empalagados. Veremos si no nos termina amargando.
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