domingo, 25 de marzo de 2012

Huelgoescéptico



Me siento huelgoescéptico ante la convocatoria del próximo jueves 29. Tengo serias dudas de que la huelga general sirva para algo, y sin embargo el día 29 yo voy a la huelga. 
Derribar, o al menos domesticar, la reforma laboral es el objetivo de los sindicatos, un objetivo destinado al fracaso, pero aún así hay que intentarlo. Eran otros los tiempos en que las persianas echadas derribaban decretazos. No se hacía contra un gobierno para el que la lucha contra el déficit es una cruzada, con Europa y Goldman Sachs jaleando “¡Mariano, resiste, que tú puedes!”. Un presidente del Gobierno no se habría atrevido a alardear ante sus socios de que una reforma laboral extremadamente agresiva -"Ya verás, te va a gustar!"- le costaría una huelga general. Se diría que es el propio Rajoy el convocante de la huelga, y sin embargo iré a la huelga.

Dudo de que se note cuando cinco millones y medio de potenciales huelguistas no pueden secundarla ni tampoco pueden no secundarla. Por no hablar de los trabajadores en activo que, por culpa de la reforma laboral, se verán coaccionados y amenazados con el despido barato por ejercer un derecho que, en la agenda de la contrarrevolución en marcha, toca ahora cuestionar.
Temo a la desidia de una población que piensa que nos enfrentamos a medidas coyunturales para combatir la crisis de las que nos reiremos cuando vuelvan los buenos tiempos, y no a un nuevo régimen en las relaciones laborales que entierra para siempre un siglo de conquistas sociales y más de un precepto constitucional.
Temo también por la extrema debilidad en que pueden quedar los sindicatos si la huelga fracasa. Algo de razón lleva el discurso de que las organizaciones sindicales se han convertido en paquidermos burocratizados, demasiado dependientes del poder que las financia, pero son la única barandilla que aún nos protege del abismo. Son el último enemigo a batir, por eso el búnquer político, empresarial y mediático ha lanzado contra los sindicatos su despiadada y sucia campaña de desprestigio. Existe un precedente histórico, cuando en los ochenta Margaret Thatcher, santa patrona del fundamentalisno neoliberal, dobló la cervíz de las unions, que nunca más levantaron cabeza.
Voy a la huelga general pese a que no creo que sea la respuesta más adecuada, y no por dura, sino por todo lo contrario. Creo más en lo que propone un grupo recién creado en Facebook: Darle un buen sopapo al jefe; pero no al propio, que trae consecuencias, sino al ajeno, mediante un sistema de intercambio en el que un desconocido te propone el jefe al que hay que zurrarle. Tentador ¿verdad? Mejor vamos a la huelga y si acaso ya hablamos. 

1 comentario:

Oxímoron dijo...

A la pregunta: ¿aceptarías un trabajo sin cobrar nada? Dada la situación actual, cada vez más personas están dispuestas a hacerlo. No se trata de jóvenes que buscan su primer trabajo, que también, sino más bien profesionales, más o menos cualificados, que persiguen un puesto futuro, una experiencia profesional o un impulso a su autoestima.

Personalmente no me parece una mala idea en un momento como el actual, en el que mucha gente como yo apuesta por una formación gratuita. Creo que el empresario le pedirá al trabajador que se quede finalmente en su empresa, porque está claro que no podrá estar siempre sin cobrar.

Es como si yo le digo a un empresario: Déjeme un hueco en su empresa por unos meses para que le demuestre que soy rentable y apañado y si me lo gano me lo paga. Me gustaría que una empresa me dijera que sí.

Creo que los empresarios no pueden contratar a gente nueva porque las empresas deben pagar el sueldo completo a un nuevo trabajador sin saber si lo va a hacer bien. Además, si en unos meses se ve que no hace el trabajo bien, hay que sumar al gasto inútil realizado, el finiquito y los costes de formación. Por eso ahora las empresas sólo contratan gente cuando ya no pueden esperar más, apurando hasta el final.

Mal interpretado puede parecer una barbaridad, pero conviene recordar que esta formula ya existe desde hace unos años en otros formatos, y alguno de ellos han sido un gran éxito en países como Inglaterra. Es el caso de los vendedores, de los autónomos. La gran ventaja es que encuentran trabajos con mucha facilidad al contrario que en España y en particular Andalucía, ya que no existe compromiso de continuidad alguna.

En la actualidad, soy redactor en una página web y no cobro absolutamente ni un céntimo. Pero de esta forma puedo tener amplía experiencia en el mundo de la comunicación y mantener la autoestima por encima de 5 en una escala del 1 al 10.

fernando-1492@hotmail.es