domingo, 9 de octubre de 2011

Del vodevil a la astracanada

Se reunían en Granada los defensores ciudadanos de todo el país hablando de los millones de nuevos pobres, de los doscientos que cada noche duermen en las calles de Granada, de los desahucios, los cortes de luz, las prestaciones que se esfuman, de la indefensión ante las administraciones corruptas; de esa densa costra de mugre que cubre España al final de la era Zapatero. A los editores y directores de los medios no les interesaba el asunto. No me hables de cosas de pobres que con la boda no me caben, que hay que sacar a la mayor terrateniente del país bailando disfrazada de Baby Jane, como una muñeca rota y decrépita entre curas y toreros. Eso sí que es lujo.

Bajaba las escaleras de la convención socialista el candidato Rubalcaba como una Alaska emplumada y cabaretera que con los años ha acabado en Lina Morgan, aunque mientras la tertuliana de Jiménez Losantos al menos reconoce que ha dado “el paso trascendental del vodevil a la astracanada”, Rubalcaba se empeña en seguir llamándolo socialdemocracia, e incluso anuncia que nos traerá el estado social en cuya destrucción él mismo trabajó desde el Gobierno hasta hace dos días.


Andaba Kim Jong Ill buscando en Google Maps donde está Rota para apuntar los misiles y el socialismo obrero español redecoraba la villa gaditana para recibir de nuevo a Mister Marshall, que a las niñas bonitas viene a obsequiarlas con aeroplanos. Creación de empleo y de riqueza, ¡viva!, lo que repartía a tutiplén Toti, el exalcalde de Ronda, cuando PSOE y PP se lo rifaban para ficharlo.


Repartían café y bizcocho en el PSOE de Granada, presentando al candidato que si no nos saca de la miseria al menos nos vacunará contra la gripe, recitando el mantra de que el PP malo recorta en sanidad y educación y ellos no. Duelos y quebrantos era lo que en otro punto de la ciudad –donde la vida real- repartían los comerciantes y vecinos de la Redonda y el Zaidín al que los mismos inútiles de los bizcochos habían llevado a la ruina con las obras del metro que no se terminan porque no se pagan, que si se pagan se dispara el déficit, y eso sí que no.

La turba de nuevos desarrapados arríaba la bandera española y hacía ondear la de Bélgica, el país que crece y crece tras dos años sin un gobierno que les recorte el pan y la sal, que les hunda en la miseria con el control del gasto, sin gobernantes a quienes Trichet pueda agarrar por los testículos. Rubalcaba bajaba las escaleras rodeado de una multitud de coristas de Las Leandras; antes de llegar al suelo se le romperá un tacón y se dará el batacazo. Como a esos cantantes de rock que se lanzan sobre el público y éste se aparta, entre los cinco millones de parados se hará un hueco para que el candidato dé con sus huesos en el suelo. Maltrecho aún cantará: “solamente puedo decir, gracias por venir”.


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