domingo, 7 de agosto de 2011

Más que indignado


Rodríguez Zapatero abandona a toda prisa Doñana, y González Páramo, un mandamás del Banco Central Europeo, proclama que se acabaron las vacaciones ¿Será la pobreza que avanza en los barrios?
¿La represión en las calles de Madrid? ¿El desmantelamiento de la sanidad pública en Cataluña o La Mancha? Me temo que no son esos problemas los que interrumpen las vacaciones del gobierno y de las mentes pensantes de la economía.
Es la prima de riesgo en los 400 puntos, es el Ibex 35, son Moody's y Standard and Poor's, es cómo colocar deuda para pagar deuda. Tiemblan de superstición ante cada estornudo de los mercados, y les ofrecen la inmolación de los países del Sur de Europa. Nos dicen los gobernantes de hoy y los que vendrán en noviembre que los mercados exigen sacrificios, no explican que a esos tahures y apostadores les da lo mismo cuánto cobre usted de pensión y lo que cueste un despido. Después de todas las reformas somos más pobres, hay menos actividad económica y más paro, la deuda vale menos y los diferenciales de riesgo están disparados. No, no son los mercados, sino la oligarquía de siempre, la de los beneficios obscenos, la de los sueldazos, la de los bonus, quien da las órdenes, quien ordenó el derribo del estado del bienestar y ahora pretende poner fin al espejismo democrático.


Con este panorama los gestos electoralistas dan risa o vergüenza. Con los ojos morados por las balas de goma que les lanza la policía los indignados no pueden devolverles los guiños a Rubalcaba. Un PP envalentonado quiere mandar a sus 90.000 militantes madrileños a tomar la Puerta del Sol, como los matones de Mubarak asediaban Tahrir.
La presidenta Aguirre exige que se prohíban las manifestaciones de laicos ante la visita del Papa, que deroguen la libertad de expresión. Me pregunto si como están las cosas yo también debería abandonar mi dolce farniente sobre las rocas de una oculta garganta del Tiétar, a la sombra de los alisos, y hacer algo... ¿Pero para qué? Si no pinto -pintamos- nada; si el plan incluía privar a la ciudadanía de toda influencia en la política. Si estáis indignados, fundad un partido, decían ¡Qué cara más dura! PSOE y PP habían amañado una reforma electoral para blindar su cortijo. Toda formación que hoy carece de representación parlamentaria no podrá presentarse a las elecciones sin las firmas de, al menos, el 0,1% de los electores inscritos en el censo de cada circunscripción, y con sólo veinte días para obtenerlas. Eso puede dejar fuera a nuevos movimientos como Equo o al mismísimo Partido Andalucista. Eso puede convertir la cita del 20-N en una farsa.


Sí, tenían razón las pancartas: “Lo llaman democracia pero no lo es”, “No nos representan”... Sólo que a muchos lo de indignados se nos ha quedado pequeño. El que firma no está indignado, está hasta los huevos.

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