martes, 8 de marzo de 2011

El claro cadalso donde brotan las rosas

Maurice Pilorge
Pues en su noche vagan con fuerza sus perfumes.
El firmará Pilorge y su apoteosis
Será el claro cadalso donde broten las rosas
Bello efecto de muerte.
 
Jean Genet
No es por la poesía por lo que es más celebrada la obra de Jean Genet (1910-1986), pese al lirismo exacerbado que impregna toda su prosa -menos marcado en su producción teatral-, tanto sus excepcionales novelas como también los artículos, conferencias y cartas recopiladas en El enemigo declarado, editado por Gallimard en 1991 y traducido y publicado en español por Errata Naturae en noviembre pasado, coincidiendo con el centenario del escritor. Sin embargo Genet es autor de un largo poema fúnebre de 260 versos -o un breve poemario, si se considera como conjunto de poemas- deslumbrante en su devastadora e inmoral belleza. Le condamné à mort (aquí podéis leer el poema completo en español) es una pieza fundamental de la poesía francesa que entronca con la prosa carcelaria de Jean Genet y su exaltación de la belleza del malvado, sublimando la cosmología de ladrones, asesinos y guardianes enamorados de Santa María de las Flores (1944) y El milagro de la rosa (1946), y quedando muy cerca de Un Chant d'Amour (1954), la más que apreciable incursión de Genet en el cine y que no es sino un poema en imágenes. Le condamné à mort es actualidad por la impresionante adaptación musical que el cantante francés Etienne Daho ha grabado junto a la actriz Jeanne Moreau en un disco titulado como el poema.

Genet escribió Le condamné à mort entre 1939 y 1942, justo después de la ejecución de su amante, a quien está dedicado el poema. Se trataba del asesino de veinte años Marcel Pilorge, guillotinado el 17 de marzo de 1939 en la prisión de Saint-Brieuc. El escritor, al final de su poema incluye una estremecedora nota aclaratoria en a que habla de Pilorge, sus últimos días y lo que les unió:

He dedicado este poema a la memoria de mi amigo Maurice Pilorge, cuyo cuerpo y rostro radiante arroban mis noches sin sueño. En espíritu, vuelvo a vivir con él los cuarenta últimos días que pasó, las cadenas en los tobillos y, a veces, en las muñecas, en la celda de condenados a muerte de la prisión de Saint-Brieuc. Los diarios ofenden a sabiendas. Concibieron artículos imbéciles para ilustrar su muerte, que coincidió con la entrada en funciones del verdugo Desfourneaux. Comentando la actitud de Maurice ante la muerte, el diario L'Oeuvre dijo: "Este muchacho hubiera debido tener otro destino".
En pocas palabras, se le envilece. En cuanto a mí, que le conocí y amé, quiero aquí, lo más suavemente posible, con ternura, afirmar que fue digno, por el doble y único esplendor de su alma y su cuerpo, de tener la suerte de una muerte pareja. Cada mañana cuando pasaba de mi celda a la suya para llevarle cigarrillos, gracias a la complicidad de un carcelero, embrujado por su belleza, su juventud y su agonía de Apolo, ya levantado, canturreaba, saludándome así mientras sonreía: "Salud, Jeannot de la mañana".
Originario de Puy-de Dome, conservaba un leve acento de la Auvernia.
Los jueces, ofendidos por tanta gracia, estúpidos y a la vez prestigiosos en su papel de parcas, le condenaron a veinte años de trabajos forzados por robos de villas en la costa y, a continuación, porque había matado a su amante Escudero para robarle menos de mil francos, este mismo tribunal condenó a mi amigo Maurice Pilorge a que le cortaran el cuello. Fue ejecutado el 17 de marzo de 1939 en Saint-Brieuc.

En 1970 la cantante y compositora francesa Hélène Martin (1928), que se especializó en musicar a poetas, puso música a los versos de Le condamné à mort para un disco que el cantante Marc Ogeret (1933) publicaría al año siguiente. La propia Hélène Martin grabó el más conocido de sus temas, Sur mon cou (Sobre mi cuello), donde se contienen los versos más desgarradores:


Sur mon cou sans armure et sans haine, mon cou
Que ma main plus lègère et grave qu'une veuve
Effleure sous mon col, sans que ton cœur s'émeuve,
Laisse tes dents poser leur sourire de loup.

Ô viens mon beau soleil, ô viens ma nuit d'Espagne
Arrive dans mes yeux qui seront morts demain.
Arrive, ouvre ma porte, apporte-moi ta main
Mène-moi loin d'ici battre notre campagne.

Le ciel peut s'éveiller, les étoiles fleurir,
Ni les fleurs soupirer, et des près l'herbe noire
Accueillir la rosée où le matin va boire,
Le clocher peut sonner : moi seul je vais mourir.

Ô viens mon ciel de rose, ô ma corbeille blonde !
Visite dans sa nuit ton condamné à mort.
Arrache-toi la chair, tue, escalade, mords,
Mais viens ! Pose ta joue contre ma tête ronde.

Nous n'avions pas fini de nous parler d'amour.
Nous n'avions pas fini de fumer nos gitanes.
On peut se demander pourquoi les Cours condamnent
Un assassin si beau qu'il fait pâlir le jour.

Amour viens sur ma bouche ! Amour ouvre tes portes !
Traverse les couloirs, descends, marche léger,
Vole dans l'escalier plus souple qu'un berger,
Plus soutenu par l'air qu'un vol de feuilles mortes.

Ô traverse les murs, s'il le faut marche au bord
Des toits, des océans, couvre-toi de lumière,
Use de la menace, use de la prière,
Mais viens, ô ma frégate, une heure avant ma mort.

(Sobre mi pescuezo sin armadura y sin odio, mi pescuezo  
Que mi mano más ligera y grave que una viuda  
Acaricia bajo mi collar, sin que tu corazón se conmueva,  
Deja a tus dientes depositar su sonrisa de lobo.  

Oh ven mi bello sol, oh ven mi noche de España,  
Alcanza mis ojos que mañana habrán muerto.  
Alcanza, abre mi puerta, entrégame tu mano,  
Llévame lejos de aquí hasta alcanzar nuestro campo.  

Pueden despertar el cielo, florecer las estrellas,  
No las flores suspirar, ni de los prados la hierba negra  
Acoger el rocío donde la mañana va a beber,  
La campana puede sonar: sólo yo voy a morir.  

¡Oh ven mi cielo rosa, oh mi canasta rubia!  
Visita en esta noche a tu condenado a muerte. 
Arráncate la carne, mata, trepa, muerde, ¡Pero ven! 
Deposita tu mejilla junto a mi redonda cabeza.
 No hemos acabado aún de hablarnos de amor.
No hemos acabado aún de fumar nuestros Gitanes.  
Podemos preguntarnos por qué las Cortes condenan  
A un asesino tan bello que hace el día palidecer.

¡Amor ven a mi boca! ¡Amor abre tus puertas!  
Atraviesa los pasillos, baja, camina ligero,  
Vuela en las escaleras más ágil que un pastor,  
Más propicio al aire que un vuelo de hojas muertas.

Oh atraviesa los muros; si hace falta camina en el borde
De los techos, de los océanos; cúbrete de luz,
Usa la amenaza, usa la plegaria,
Pero ven, oh mi fragata, una hora antes de mi muerte.)



Etienne Dahó (1956) ya incluía Sur Mon Cou en su repertorio -aquí incluyo un vídeo con una actuación en directo de 1991- pero ha sido ahora, tras el centenario de Genet, que ha decidido grabar todo Le condamné à mort partiendo de la adaptación de Hélène Martin y con unos arreglos que se alejan de la chanson y se acercan al pop de un Benjamin Biolay. Pero la gran aportación de este disco son los recitados de Jeanne Moreau (1928) el gran mito viviente del cine francés -y europeo-, la mejor actriz del mundo, dijo de ella Orson Welles. Moreau no es ajena a la música, publicó varios apreciables discos y llegó a actuar junto a Frank Sinatra. En Le condamné à mort se limita a recitar los versos de Genet, pero su inconfundible ronquera vuelve devastadores unos versos que ya estremecían. Juntos Daho y Moreau te enfrentan al dolor, a la violencia y la sordidez, y a una historia de amor hecha toda de espinas que es puro Genet, aunque algo habrá que agradecerle al pobre Maurice.

Del tan temido cielo de los crímenes
del amor viene este espectro. Niño de las honduras
nacerán de sus cuerpos extraños esplendores
y perfumado semen de su verga adorable.

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