domingo, 14 de diciembre de 2008

Último artículo publicado en Granada Hoy



Esperando a los bárbaros

“¿Por qué inactivo está el Senado e inmóviles los senadores no legislan? Porque hoy llegan los bárbaros”. Los versos de Constantin Cavafis nos hablan de unos gobernantes y unos gobernados sumidos en el estupor, sin entender ni reaccionar –salvo quizás con la fuerza bruta- ante quienes zarandean sus cimientos. Tampoco los periodistas entendemos nada, incapaces de contextualizar. ¿Qué periódico les ha contado de qué van el Gobierno y la Oposición en las revueltas de Tailandia? ¿Qué noticiero explica por qué Alexandros Grigoropulos, de 15 años, se manifestaba en las calles de Tesalónica cuando fue asesinado por la Policía griega? ¿Alguna emisora les ha contado las huelgas de hambre previas entre los inmigrantes y los presos?

Nadie les cuenta los motivos por los que en Grecia ha estallado una insurrección popular generalizada porque no lo entienden ni les importa. Dice nuestro primer ministro que Grecia no es España, como si cientos de inmigrantes no vagaran por los pueblos andaluces en busca de los jornales que ahora los parados españoles necesitan, como si aquí no se regalara la educación y la salud a la empresa privada, como si la generación griega de los 600 euros fuera distinta de los mileuristas que trabajan para esos March, Entrecanales, Del Rivero o Koplowitz que se reparten 700 millones en dividendos mientras despiden trabajadores.



A las puertas del Congreso un programa de televisión preguntaba a los diputados a cuánto está el salario mínimo en España -666 euros brutos-. Ni uno solo lo sabía, incluidos una ministra y el portavoz del PSOE en la Cámara. La reportera debió preguntar por el precio de un gintonic en el Palace. Esa ignorancia, por sí sola, es motivo para no volver a acercarse a una urna, y razones para armarla hay muchas aquí también; pero el Gobierno, con el Informe Injuve a mano –sólo el 18% de los jóvenes se interesa por la política-, está tranquilo porque sabe que no tiene enfrente a una juventud como la griega, o la francesa, a la que los gobernantes han de temer.



En Grecia, por los inmigrantes, por los presos, por los salarios de vergüenza, se apedrean comisarias, se queman bancos, se paraliza el país. En España si acaso unos cuantos despistados queman contenedores en 20-N o airean los palestinos en una marcha anti-Bolonia y después se citan en el botellódromo. Nada que temer. En los ochenta la socialdemocracia española inició el proceso de desactivación de la juventud y ha obtenido a los jóvenes más acomodaticios, embrutecidos e ignorantes de todo el continente, que aceptan sin rechistar el trabajo que les den o el alquiler que les cobren. Aquí -vuelvo a Cavafis- “la noche cae y no llegan los bárbaros. Y gente venida desde la frontera asegura que ya no hay bárbaros. ¿Qué será de nosotros sin bárbaros? Quizás ellos fueran una solución después de todo”.

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