Guerras santas
En Israel, un Estado que se proclama judío y camina hacia la teocracia más rápido que muchos Estados islámicos, el Sabbat es sagrado por ley: Se paraliza la administración, no funciona el transporte público, y se prohíbe desarrollar cualquier esfuerzo físico, incluido hacer la guerra. En las ciudades controladas por los ortodoxos se persigue severamente su ruptura. Sin embargo no hubo en todo el territorio de Israel ni un solo rabino que se escandalizara porque en este último Sabbat despegaran los F-16 para asesinar a casi trescientas personas en la franja de Gaza.
Detrás de casi todas las guerras están las corporaciones que intentan controlar los recursos naturales, los traficantes de armamento, los generales ansiosos de gloria o los presidentes en horas bajas. Cuando estas razones son secundarias, aparecen los clérigos como animadores de todas las batallas y es cuando éstas alcanzan su máxima crueldad. La Iglesia Católica fue responsable de las atrocidades del franquismo desde el momento en que el Papa Pio XII declaró la asonada de los generales fascistas una cruzada. Todo horror estaba justificado en nombre de Dios.
En Israel existen razones coyunturales en la masacre perpetrada en Gaza. El partido Kadima y su candidata Tzipi Livni quieren llegar a las elecciones de febrero siendo el Gobierno que derribó a Hamás. Pero esta ofensiva criminal entra en los planes a largo plazo de los religiosos presentes en todos los últimos gobiernos de coalición: La supremacía de un Estado judío que someta mediante la limpieza étnica y el terror policial a los otros legítimos propietarios de la tierra palestina.
Dejo a un lado por hipócrita la retórica de las condenas occidentales; leo editoriales que, en la línea del gobierno Bush, consideran a Hamás responsable de estos crímenes por romper la tregua con sus chapuceros Qassam. Ese títere llamado Mahmud Abbas coincide en ese análisis, le vale todo lo que le libre de Hamás y le mantenga en el poder. En Occidente relacionamos apresuradamente al Islam, sobre todo al Islam político vinculado al fundamentalismo, con el concepto de Guerra Santa, que sin embargo es tan nuestro, pero que me expliquen cómo se vive sin luz, agua, alimentos ni medicinas y al mismo tiempo sin odio, qué tiene que ver la lucha por sobrevivir con la yihad. En realidad ese esperpento de los caídos en nombre de la fe subiendo al cielo sin escalas no es sino la clásica cruzada cristiana. Al igual que el término infiel para despreciar al otro es cosa de católicos, la guerra santificada no es un invento de Oriente sino que parte de los suntuosos aposentos vaticanos.
Es la de Israel contra los palestinos, y no al revés, la que cada día tiene más de cruzada, pese a que la Torá sólo admita una guerra, la que preserva la propia vida, personal o colectiva, de los ataques de otros. Pero estos clérigos que como tantos otros lanzan a sus feligreses a matarse contra el infiel ignoran, como los políticos y los generales, la lección de que ni el lanzador de cohetes ni el de piedras se amedrenta ante el despliegue, por grande que sea y santificado que esté, de equipos militares.
Añado a este texto un gran reportaje de Al Jazeera en inglés (lo siento, no hay traducción) sobre la vida cotidiana en Gaza durante los bombardeos israelíes
En Israel, un Estado que se proclama judío y camina hacia la teocracia más rápido que muchos Estados islámicos, el Sabbat es sagrado por ley: Se paraliza la administración, no funciona el transporte público, y se prohíbe desarrollar cualquier esfuerzo físico, incluido hacer la guerra. En las ciudades controladas por los ortodoxos se persigue severamente su ruptura. Sin embargo no hubo en todo el territorio de Israel ni un solo rabino que se escandalizara porque en este último Sabbat despegaran los F-16 para asesinar a casi trescientas personas en la franja de Gaza.
Detrás de casi todas las guerras están las corporaciones que intentan controlar los recursos naturales, los traficantes de armamento, los generales ansiosos de gloria o los presidentes en horas bajas. Cuando estas razones son secundarias, aparecen los clérigos como animadores de todas las batallas y es cuando éstas alcanzan su máxima crueldad. La Iglesia Católica fue responsable de las atrocidades del franquismo desde el momento en que el Papa Pio XII declaró la asonada de los generales fascistas una cruzada. Todo horror estaba justificado en nombre de Dios.
En Israel existen razones coyunturales en la masacre perpetrada en Gaza. El partido Kadima y su candidata Tzipi Livni quieren llegar a las elecciones de febrero siendo el Gobierno que derribó a Hamás. Pero esta ofensiva criminal entra en los planes a largo plazo de los religiosos presentes en todos los últimos gobiernos de coalición: La supremacía de un Estado judío que someta mediante la limpieza étnica y el terror policial a los otros legítimos propietarios de la tierra palestina.
Dejo a un lado por hipócrita la retórica de las condenas occidentales; leo editoriales que, en la línea del gobierno Bush, consideran a Hamás responsable de estos crímenes por romper la tregua con sus chapuceros Qassam. Ese títere llamado Mahmud Abbas coincide en ese análisis, le vale todo lo que le libre de Hamás y le mantenga en el poder. En Occidente relacionamos apresuradamente al Islam, sobre todo al Islam político vinculado al fundamentalismo, con el concepto de Guerra Santa, que sin embargo es tan nuestro, pero que me expliquen cómo se vive sin luz, agua, alimentos ni medicinas y al mismo tiempo sin odio, qué tiene que ver la lucha por sobrevivir con la yihad. En realidad ese esperpento de los caídos en nombre de la fe subiendo al cielo sin escalas no es sino la clásica cruzada cristiana. Al igual que el término infiel para despreciar al otro es cosa de católicos, la guerra santificada no es un invento de Oriente sino que parte de los suntuosos aposentos vaticanos.
Es la de Israel contra los palestinos, y no al revés, la que cada día tiene más de cruzada, pese a que la Torá sólo admita una guerra, la que preserva la propia vida, personal o colectiva, de los ataques de otros. Pero estos clérigos que como tantos otros lanzan a sus feligreses a matarse contra el infiel ignoran, como los políticos y los generales, la lección de que ni el lanzador de cohetes ni el de piedras se amedrenta ante el despliegue, por grande que sea y santificado que esté, de equipos militares.
Añado a este texto un gran reportaje de Al Jazeera en inglés (lo siento, no hay traducción) sobre la vida cotidiana en Gaza durante los bombardeos israelíes
Y un repaso a los argumentos bárbaros de la extrema derecha mediática española recopilados para Público por Juan Carlos Escudier en su Merienda de medios. Especialmente interesantes e inteligentes los comentarios de dos lectores: JJJ y Barcelona.
1 comentario:
Excelente análisis. Y sorprendente; no tanto para mí como, seguramente, para algún otro amigo.
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