Caen los imperios nacidos de la especulación y se oyen voces indignadas: “¿Qué hizo el Gobierno para evitarlo? ¿Por qué se negaron ayudas?”. Qué país éste en el que los ciudadanos de a pie, los recién llegados o las regiones más pobres tienen que escuchar a diario que son una rémora, que están subsidiados, que la sociedad del bienestar -¿¡cuál!?- es insostenible. Y nadie les dice que costean con sus impuestos a una clase empresarial paniaguada, subsidiada, subvencionada por contratar, por abrir empresas, por modernizarlas, por no cerrarlas.
Les oigo definirse como creadores de riqueza y espero que se refieran a su propia riqueza y no a los mil euros escasos de salario que te dan para que les pagues una hipoteca de setecientos. Dicen ser creadores de empleo sabiendo que el empleo no se crea, simplemente compran fuerza laboral al menor precio que los sindicatos le permitan. El discurso liberal que tanto reclama el adelgazamiento del Estado y de lo público –y con tantos cómplices entre los administradores de lo público- se traviste cuando llegan las vacas flacas. Entonces exigen guarecerse bajo el paraguas del Estado: Economía de mercado pero sin los riesgos del mercado ¡Menudo morro! Asegura el ministro de Economía que el hundimiento de Martinsa no nos va a costar un euro a la ciudadanía ¿Quién va a pagar entonces el subsidio de paro a los trabajadores que irán a la calle? –propón incluir el desempleo de sus contratados entre los riesgos que debe asumir un empresario y te llamarán bolchevique- ¿Por qué en las listas de acreedores los últimos de la fila son los que les compraron su casa al imperio hundido?
Otro ministro, el ultraliberal Miguel Sebastián, llegó a proponer que el Estado compre suelo a las inmobiliarias para destinarlo a VPO, y Chaves anda lanzando planes de construir miles de viviendas protegidas ¡Con tres millones de casas vacías en España! Qué curioso este capitalismo paniaguado en el que el Estado financia inversiones a los ricos pero no les exige que muevan la riqueza acumulada. Fernando Martín ganó el año pasado quince millones más que todos los empleados de Martinsa-Fadesa juntos, y no con la constructora sino a través de una sociedad de inversiones ajena a ella; y aún tenemos que leer palabras de compasión hacia este Tío Gilito arruinado pero poco -arruinadito, como aquella mujer asesinada pero poco de Mihura-. Sabemos que cuando los ricos se arruinan derraman sus lágrimas por la borda del yate; que los hijos de los dueños de tanta inmobiliaria o constructora en quiebra no se van a quedar sin el master en los EEUU y que te embargan el pisito de cincuenta metros por no pagar la hipoteca pero pasarán años sin que al empresario arruinadito le toquen la mansión que construyó ilegalmente a la orilla del mar. Les veremos sacar a pasear su ruina y les estaremos contemplando desde detrás de la verja del puerto deportivo.
1 comentario:
Como decía el otro día un comentarista en el blog de Escolar, “son las Martinsas las responsables de lo de la crisis, y no la crisis la responsable de lo de las Martinsas”.
Muy bien, Fede. A veces parece ocioso, y otras lleva directamente al desaliento, pero hay que decirlo más. Más alto, más claro, más veces y en más sitios. A ver si acaban de enterarse, al menos, de que no nos engañan.
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