No deja de resultar paradójico que en el país de
Bécquer -me refiero a sus
Leyendas-,
Pedro Ruiz de Alarcón,
Fernández Flórez o
Perucho el llamado séptimo arte haya prestado tan escasa atención a los géneros fantásticos. Casi es preciso recurrir a las excepciones: los recientes éxitos de varias producciones Filmax en el ámbito del terror y rarezas menores como
El corazón del guerrero -Daniel Monzón, 1999- o mayores como
La torre de los siete jorobados -Edgar Neville, 1944- para encontrar muestras. Hay que remontarse a tiempos de cine silencioso: Es sabido que los artistas de la Generación del 27 volvieron sus curiosos ojos a aquel nuevo fenómeno que era el cine. Las provocaciones del surrealismo tenían en la pantalla un canal de expresión perfecto. Si alguien quiere entretenerse en discutir si son o no cine fantástico
Un perro andaluz -
Un chien andalou, 1929- y
La edad de oro -
L'age d'or, 1930-, los regalos envenenados de
Dalí y
Buñuel, que lo haga, pero todavía hoy a quienes se les atraganta la acidez de sus imágenes al intentar imitarlas en pretenciosos bodrios de la ciencia ficción de gran presupuesto. El mismísimo
Lorca mostró por enésima ocasión su cautivadora imaginería y por única vez su escasa idea de lo que es un guión cinematográfico en
Un viaje a la luna -1929-. Esa mirada surrealista tan cercana a la -buena- ciencia ficción puede rastrearse décadas más tarde en las innovadoras técnicas de
José Val del Omar aplicadas al documental costumbrista y etnográfico. Pero si buscamos exclusivamente cíne de género sólo hallaremos piezas perdidas y aisladas como
Madrid en el año 2000 - Manuel Noriega, 1825-. Es una fantasía arquitectónica de torpe factura e ingenuo planteamiento que, con delirante impudicia, convierte al río Manzanares en una especie de Canal de Suez por el que los barcos acceden a los muelles del Palacio de Oriente. Este modesto antecesor de
Metrópolis -Fritz Lang, 1926- tiene a su favor los excelentes efectos especiales diseñados por
Enrique Blanco. Luego la historia del cine fantástico español es exigua pero también antigua. Nos lleva a los orígenes de este arte/espectáculo si consideramos español el cine del aragonés
Segundo de Chomón -Teruel, 1871- La obra, en parte bien conservada, del principal competidor de
Mèliès, a quien superó a menudo, está rodada en París para los hermanos
Pathé y con personal y dinero franceses.
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Segundo de Chomón |
De hecho
Chomón fue técnico de trucaje en
Cabiria -Piero Fosco, 1914- y
Napoleón -Abel Gance, 1927-. Sin embargo no deja de ser española su obra más conocida como director,
El hotel eléctrico -1905-, siete minutos que allanan el camino a la técnica de la
stop-motion -entonces golpe de manivela- que recorrerían
Harryhausen,
O'Brien y
Danforth décadas después. Chomón da vida a la rebelión de los objetos, que atemorizan a los inquilinos de un hotel, una fórmula que siguió explotando desde Francia con
La casa encantada-
La mason haunté, 1906-,
Viaje a Júpiter -Voyage a la
planete Jupiter, 1908; con la que llevó al hombre mucho más lejos que su rival
Mèliès- o
La cocina mágica -Cuisine magnetique, 1914-. Antes desde su estudio de Barcelona inaugura el fantástico español con obras menores como
Eclipse de sol -1905- o
Gulliver en el país de los gigantes -1903-.
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El hotel eléctrico |
En los primeros años del cine proliferaron las producciones que, empleando sencillos trucos de cámara, dejaban boquiabiertos a aquellos primeros espectadores. No tan conocido es que uno de aquellos osados pioneros fue el turolense que nos ocupa. Rodaba foto grama a fotograma objetos inanimados que cambiaba de posición ligerísimamente para dar sensación de movimiento. Así por ejemplo en la ya citada
La casa encantada los objetos se desembarazan de un huesped no invitado en una noche en la que un pollo asado vuelve a la vida y una alfombra se convierte en serpiente para acosar al intruso. Magisral es la transformación de los personajes dibujados en unos carteles publicitarios en criaturas de carne y hueso que el turolense retrata en
El álbum maravilloso -L'espectre rouge, 1907- y
La valise de Barnum -1904-. Hay pioneros del cine españoles aún más ignotos como los onubenses
Francisco Elías y
Pancho Bautista, pero entre los hallazgos técnicos de
Segundo de Chomón hay que sumar uno capital: haber sido el primer cineasta que empleó el
travelling. Fue en la también mentada
Cabiria.
Hace años tuve ocasión de ver los cortometrajes de
Chomón acompañados en directo por la música compuesta par ello por el catalán
Jordi Sabatés. Después le pregunté al pianista sobre la posibilidad de preservar juntas películas y música editándolas juntas en dvd.
Sabatés respondió que eso dependía del permiso de los herederos de
Chomón. Debieron otorgarlo porque el resultado de esa unión,
Le piano magique, está disponible en FNAC y Amazon.
Vídeo: Segundo de Chomón y Jordi Sabatés - L'espectre rouge