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El proyecto onubense |
Lo de escarmentar, al menos en este país, es algo que, definitivamente, no se nos da nada bien. Pueden haber pasado muchas cosas en los últimos años -la burbuja inmobiliaria, las docenas de infraestructuras inútiles y abandonadas (autovías de peaje ruinosas, aeropuertos sin aviones, trenes de alta velocidad sin viajeros, contenedores culturales que nada contienen), los repetidos desastres ecológicos de los que no aprendemos (el Prestige, el Algarrobico)-, pero hay quienes no dejan de dar la matraca con la misma idea: más es más y cuanto más mejor; el desarrollismo a ultranza que sigue causando estragos desde el franquismo se considera una herramienta infalible para las promesas políticas y las victorias electorales. Lo malo es que les funciona. En Huelva la
necesidad de construir un aeropuerto es la cantinela que políticos y empresarios vienen repitiendo desde hace años. No recuerdan -o no quieren recordar- tiempos en que se cercenaron vías de desarrollo realmente adecuadas para la provincia -el desmantelamiento del ferrocarril Huelva-Ayamonte desmontando incluso la vía férrea- y ahora que por fortuna el viento se llevó otros proyectos dañinos y absurdos como la autovía Huelva-Cádiz por Doñana y el puente sobre el Piedras -mejor vendría el de Valencia a Mallorca, dado
lo peligrosos que están los ferries-, la Diputación provincial y las organizaciones empresariales nos meten en este
fregao de abrir el dichoso aeropuerto de Huelva
-Cristobal Colón, cómo no- justificando su supuesta idoneidad en el turismo -debe darles vergüenza hablar de transporte de mercancías con dos excelentes puertos, Huelva y Sevilla, al lado-.
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La inútil ampliación cordobesa |
El proyecto del aeropuerto con nombre de almirante de la mar océana ya sirvió en su día al PSOE provincial para ganarse el apoyo de Izquierda Unida a la investidura como presidenta de la Diputación de
Petronila Guerrero creando a la medida de los aliados el puesto de diputado delegado de Grandes Infraestructuras -¡¿!-. La actual Diputación presidida por
Ignacio Caraballo sigue erre que erre con el asunto, apoyada por la patronal FOE, y ha creado lo que denomina una Sociedad Aeroportuaria que aspira tenga una
mayoritaria participación del capital privado. En Andalucía, la región de las diez universidades y los seis aeropuertos, donde el único aeródromo que no tiene pérdidas económicas es el de Málaga, pretender que el dinero particular se arriesgue en una aventura condenada al fracaso es al menos ingenuo. Incluso suponiendo -que es mucho suponer- que la existencia de un aeropuerto en las cercanías impulse el desarrollo turístico, hay que recordar que en un radio máximo de hora y media la ciudad de Huelva ya cuenta con tres aeropuertos -Sevilla, Faro y Jerez de la Frontera-. Dadas la experiencia y la situación actual, en lo que hay que pensar no es en abrir nuevos aeropuertos en Andalucía sino en ir cerrando instalaciones ruinosas, comenzando por Córdoba -usado tan solo como aeródromo recreativo y para el traslado de órganos vivos y que aun así fue objeto de una
costosa ampliación- y Jerez. La Diputación y la FOE pretenden seguir adelante contra viento y marea, aunque no aclaran cual es el modelo a seguir: si quieren un aeropuerto como el de Castellón, el
de La Mancha, el de Huesca o el de Lérida -vaale, Lleida-. Parte de la oposición en el Ayuntamiento onubense
se ha pronunciado ya porque la Diputación se desentienda de esta quimérica idea. Los días van corriendo y es imprescindible que todos los partidos se pronuncien con claridad en uno u otro sentido antes del 24 de mayo.
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