jueves, 21 de mayo de 2015

Documentales de La 2


Los seguidores de los documentales en la sobremesa de la 2 -que pretenden ser muchos más de los que muestran los índices de audiencia- saben que en la sabana los depredadores jamás combaten los unos con los otros. Hienas y leones se gruñen y se rugen, el chacal y el veloz quepardo bufan y fanfarronean pero sin llegar a mayores; hay una entente cordial: puede ser que el que más ruido hace se lleve la mejor pieza, pero el otro sabe que al final habrá festín para todos a la hora de repartirse los restos del ungulado más débil de la manada.

El hambriento cocodrilo se zampa
al pobre ñu
Constituye este ladrar y gruñir sin clavar dentellada más que al indefenso que pasaba por allí el principal alimento de la prensa y la clase política que a ella se asoma; lo llaman confrontación -creo que para divertirse y llenar titulares-, pero para quienes el Serengeti pille lejos también se explica con el símil de los títeres de cachiporra: un muñeco le da mamporros al otro pero por detrás del teatrillo los mueven las mismas manos. En el oligopartidismo y para el oligopolio de los mass media basta con la simulación de una pelea a muerte: los rivales se enseñan los dientes y erizan el pelo, pero acaban zampándose entre todos un antílope tiérnecito o una jugosa cebra -o un impala, que es un bicho muy raro pero tiene pinta de ser comestible para esas fieras hambrientas- mientras el respetable dormita en su sofá. Me olvidaba de la víctima propiciatoria en esta clase de documentales: el ñu, el animal más desgraciado de la sabana.  Los aficionados al género habrán visto docenas de veces a las manadas de ñúes atravesando el Serengeti durante la estación seca en desesperada busca de pastos; todos los años han de cruzar el mismo río,  por el mismo vado; en la otra orilla, con los baberos atados  bajo las mandíbulas, los cocodrilos aguardan el banquete.

En la realidad que vivimos de puertas afuera del Serengeti las presas somos usted y yo; como lo pueden ser un espacio natural, una superficie agrícola o un casco antiguo, cuando no es el dinero y el patrimonio de todos. A menudo los carnívoros y cazadores carniceros se los zampan de un mordisco, gruñéndose y amenazándose entre sí, pero jamás atacándose o dañándose entre ellos. Al contrario, lobos y grandes felinos estarán de acuerdo en vendérnoslo como sacrificios por el bien común. El resultado puede ser un inútil puerto deportivo, un campo de golf para aburridos podridos de billetes o una urbanización en mitad de la nada. Si hace falta se cambian unas cuantas leyes y entre ellos será un aquí paz y después gloria. Los coyotes corruptores y los chacales deseosos de ser corrompidos babean de gula. Los predadores, tan amigos, se reparten el Serengeti mientras el espectador ronca en su  chaise loungue.

Basado en un artículo publicado en Granada Hoy en junio de 2009






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