viernes, 29 de mayo de 2015

Playlist nº 71: Faros que iluminaron a The Beatles

Listas con las mejores y peores versiones de temas de The Beatles las puedes encontrar a docenas en Internet o Spotify. No en vano son la referencia por excelencia. Lo que no he visto hasta ahora, aunque lo habrá, es lo contrario: una recopilación que incluya algunas de las muchas versiones de canciones ajenas que grabaron los Cuatro Fantásticos. No olvidemos que los chicos de Lennon y McCartney, grandísimos compositores, para construir su novedosa y revolucionaria manera de entender la música popular, absorvieron un sinfín de influencias del rock and roll, el rythm'n'blues o el soul, sobre todo en sus primeros años. Hasta Help no faltaron en sus álbumes las versiones, que a veces eran mayoría respecto a los temas propios. En esta selección he escogido las que considero más significativas entre las canciones ajenas que alguna vez interpretaron y/o grabaron The Beatles. En algunos casos no están las originales sino algunas versiones contemporáneas a las de los de Liverpool, sobre todo para no repetir compositores como Berry, Holly o Richard a quienes recurrieron varias veces. Sírvanse.


1. The Coasters: Bésame mucho
2. Joe Brown: The sheik of Araby
3. Hank Williams: Jambalaya
4. The Merseybeats: Wishin' and hopin'
5. Henry "Red" Allen: Ain't she sweet
6.  Django Reinhart: Sweet Georgia Brown
7. Bruce Channel: Hey baby
8. Buckwheat Zydeco: Ya ya
9. The Drifters: Ruby baby
10. Jimmy Smith: I got a woman
11. Jerry Lee Lewis: Machtbox
12. Little Walter: My babe
13. Elvis Presley: That's all right mama
14. The Teddy Bears: To know him is to love him
15. The Jodimars: Clarabella
16. The Dave Clark  Five: Glad all over
17. Arthur Alexander: You better move on
18. The Shirelles: Baby it's you
19. The Top Notes: Twist and shout
20. Wanda Jackson: Kansas city
21. Chuck Berry: Rock and roll music
22. Dr. Feelgood and The Interns: Mister Moonlight
23. Buddy Holly: Words of love
24. Johnny Cash: Everybody's trying to be my baby
25. The Sonics: Roll over Beethoven
26. Chan Romero: The hippy hippy shahe
27. Little Richard: Long tall Sally
28. Anita Bryant: Till there was you
29. Smokey Robinson and The Miracles: You've really got a hold on me
30. Larry Williams: Dizzy miss Lizzy




jueves, 21 de mayo de 2015

Documentales de La 2


Los seguidores de los documentales en la sobremesa de la 2 -que pretenden ser muchos más de los que muestran los índices de audiencia- saben que en la sabana los depredadores jamás combaten los unos con los otros. Hienas y leones se gruñen y se rugen, el chacal y el veloz quepardo bufan y fanfarronean pero sin llegar a mayores; hay una entente cordial: puede ser que el que más ruido hace se lleve la mejor pieza, pero el otro sabe que al final habrá festín para todos a la hora de repartirse los restos del ungulado más débil de la manada.

El hambriento cocodrilo se zampa
al pobre ñu
Constituye este ladrar y gruñir sin clavar dentellada más que al indefenso que pasaba por allí el principal alimento de la prensa y la clase política que a ella se asoma; lo llaman confrontación -creo que para divertirse y llenar titulares-, pero para quienes el Serengeti pille lejos también se explica con el símil de los títeres de cachiporra: un muñeco le da mamporros al otro pero por detrás del teatrillo los mueven las mismas manos. En el oligopartidismo y para el oligopolio de los mass media basta con la simulación de una pelea a muerte: los rivales se enseñan los dientes y erizan el pelo, pero acaban zampándose entre todos un antílope tiérnecito o una jugosa cebra -o un impala, que es un bicho muy raro pero tiene pinta de ser comestible para esas fieras hambrientas- mientras el respetable dormita en su sofá. Me olvidaba de la víctima propiciatoria en esta clase de documentales: el ñu, el animal más desgraciado de la sabana.  Los aficionados al género habrán visto docenas de veces a las manadas de ñúes atravesando el Serengeti durante la estación seca en desesperada busca de pastos; todos los años han de cruzar el mismo río,  por el mismo vado; en la otra orilla, con los baberos atados  bajo las mandíbulas, los cocodrilos aguardan el banquete.

En la realidad que vivimos de puertas afuera del Serengeti las presas somos usted y yo; como lo pueden ser un espacio natural, una superficie agrícola o un casco antiguo, cuando no es el dinero y el patrimonio de todos. A menudo los carnívoros y cazadores carniceros se los zampan de un mordisco, gruñéndose y amenazándose entre sí, pero jamás atacándose o dañándose entre ellos. Al contrario, lobos y grandes felinos estarán de acuerdo en vendérnoslo como sacrificios por el bien común. El resultado puede ser un inútil puerto deportivo, un campo de golf para aburridos podridos de billetes o una urbanización en mitad de la nada. Si hace falta se cambian unas cuantas leyes y entre ellos será un aquí paz y después gloria. Los coyotes corruptores y los chacales deseosos de ser corrompidos babean de gula. Los predadores, tan amigos, se reparten el Serengeti mientras el espectador ronca en su  chaise loungue.

Basado en un artículo publicado en Granada Hoy en junio de 2009






domingo, 10 de mayo de 2015

El arte de la impostura

Enric Marco en los periódicos de 2005






































La manoseada cita de Groucho Marx "Tengo unos principios, pero si no le gustan tengo otros" me viene al pelo para hacer un cierto elogio de lo que llamaré el arte de la impostura, esto es, la capacidad de algunas personas para tomar el pelo a sus semejantes haciendoles ver épica y heroismo donde sólo hay medianía acomodaticia, arte auténtico en la falsificación más o menos hábil y, en general, lo que es en lo que no es aunque quisiera serlo. La primera parada ha de ser, por reciente, la novela de no ficción El impostor de Javier Cercas, la peripecia, en parte real, y en parte dramatizada, con mucho edulcorante, eso sí, de Enric Marco, que para su propia gloria y a la postre vergüenza se inventó un pasado de prisionero de un campo de concentración nazi que hizo derramar no pocas lagrimas y de luchador antifranquista. Cercas advierte que pretende entender pero no justificar al embaucador -dos conceptos que Primo Levi equiparaba en su trilogía de Auschwitz: entender es justificar, mantenía-. Este intento de comprensión y su afirmación de que toda historia colectiva tiene una mentira dentro y que Marco, es decir, falseadores de nuestro propio pasado, lo somos todos, granjeó críticas a su autor de quienes sólo admiten una Historia con héroes y villanos bien definidos en la que el malo siempre es el otro -esos demócratas de toda la vida sin ayer que crecieron como setas en la Transición- y especialmente de los paladines de la memoria histórica, un concepto que el escritor considera un oxímoron -la memoria es personal, parcial y subjetiva, mantiene, mientras la Historia aspira a ser colectiva, total y objetiva- Su Enric Marco tiene bastante en común con el embustero que protagoniza El adversario de Emmanuel Carrère.

No era la primera vez que Javier Cercas recibe críticas extraliterarias parecidas: en la novela Soldados de Salamina por atreverse a hacer protagonista al falangista fugitivo Rafael Sánchez Mazas y en el ensayo Anatomía de un instante los conspiracionistas  quedaron muy decepcionados porque no implicara al entonces rey Juan Carlos I en la intentona -el autor considera que el rey paró el golpe de estado, no lo incitó, pero sus irresponsables guiños y chalaneos con la élite militar posfranquista y su indisimulada ojeriza  hacia Adolfo Suárez propiciaron el clima adecuado para el golpismo-. El 23 de febrero de 1981 fue también el tema del polémico falso documental de Jordi Évole Operación Palace. El género no era nuevo en absoluto; recuérdense La cara oculta de la luna -A funny thing happened on the way to the moon. Bart Sibrel, 2001- , La verdadera historia del cine -Forgotten silver. Peter Jackson, 1995- o Autopsia de un alienígena -Alien autopsy. Jonny Campbell, 2006-.  Pero fué el maestro Orson Welles quien en F for fake -Vérités et mensonges, 1974- nos hizo dudar de nuestra sombra con su reflexión sobre autenticidad y autoría en la historia  -ésta sí real- del falsificador de obras de arte Elmyr de Hory que él mismo interpreta. No puedo permitirme dejar de lado el gigantesco follón  en toda América que el propio Welles al frente de su Mercury Radio Theatre formó a través de las ondas de la CBS el 30 de octubre de 1938 con la emisión de su versión trucada de La guerra de los mundos.
Matt Damon como Tom Ripley
Regresando de los medios modernos a la literatura es obligado referirse a uno de los más conocidos impostores de la literatura, el protagonista de buena parte de la obra de Patricia Highsmith, Tom Ripley.  El astuto Ripley suplanta a su amigo y víctima Dickey Greenleaf -que aparentemente reaparece en la quinta novela, Ripley en peligro- en El talento de mr. Ripley y al pintor Philip Dewartt en La máscara de Ripley. Puedo continuar con muchos otros ejemplos de célebres imposturas, aunque nunca tan épicos ni tan gloriosos, pues pueden ir de las modernas sagas cinematográficas de acción -sería el caso de Jason Bourne, siempre obligado a transformar su identidad como un camaleón por su propia seguridad, hasta lo chusco -no sé si conocerán el caso real del estafador  español José Manuel Quintia Barreiros,  que en los años sesenta del siglo pasado se hizo pasar por un alto mando militar para prometer a varios empresarios jugosos contratos con el Ministerio del Ejército y que, después de obtener un importante adelanto (en total 1300 millones de pesetas), desaparecía (ya saben lo que dicen de la avaricia), pero seguro que recuerdan los casos más recientes y probablemente más ridículos de la falsa articulista Amy Martin y de Francisco Nicolás (el pequeño Nicolás)-.
Zelig mimetizándose con unos doctores
En fin, que impostores hay muchos más de los que pensaban y para todos los gustos: algunos, como Enric Marco, buscan destacar y otros mimetizarse y pasar desapercibidos, como el Zelig -1983- de Woody Allen -donde un impostado falso documental es una técnica para incrementar la comicidad-;pero la mayoría son sólo sinvergüenzas inofensivos y caraduras simpáticos.

domingo, 3 de mayo de 2015

Volando van

El proyecto onubense
Lo de escarmentar, al menos en este país, es algo que, definitivamente, no se nos da nada bien. Pueden haber pasado muchas cosas en los últimos años -la burbuja inmobiliaria, las docenas de infraestructuras inútiles y abandonadas (autovías de peaje ruinosas, aeropuertos sin aviones, trenes de alta velocidad sin viajeros, contenedores culturales que nada contienen), los repetidos desastres ecológicos de los que no aprendemos (el Prestige, el Algarrobico)-, pero hay quienes no dejan de dar la matraca con la misma idea: más es más y cuanto más mejor; el desarrollismo a ultranza que sigue causando estragos desde el franquismo se considera una herramienta infalible para las promesas políticas y las victorias electorales. Lo malo es que les funciona. En Huelva la necesidad de construir un aeropuerto es la cantinela que políticos y empresarios vienen repitiendo desde hace años. No recuerdan -o no quieren recordar- tiempos en que se cercenaron vías de desarrollo realmente adecuadas para la provincia -el desmantelamiento del ferrocarril Huelva-Ayamonte desmontando incluso la vía férrea- y ahora que por fortuna el viento se llevó otros proyectos dañinos y absurdos como la autovía Huelva-Cádiz por Doñana y el puente sobre el Piedras -mejor vendría el de Valencia a Mallorca, dado lo peligrosos que están los ferries-, la Diputación provincial y las organizaciones empresariales nos meten en este fregao de abrir el dichoso aeropuerto de Huelva
-Cristobal Colón, cómo no- justificando su supuesta idoneidad en el turismo -debe darles vergüenza hablar de transporte de mercancías con dos excelentes puertos, Huelva y Sevilla, al lado-.

La inútil ampliación cordobesa
El proyecto del aeropuerto con nombre de almirante de la mar océana ya sirvió en su día al PSOE provincial para ganarse el apoyo de Izquierda Unida a la investidura como presidenta de la Diputación de Petronila Guerrero creando a la medida de los aliados el puesto de diputado delegado de Grandes Infraestructuras -¡¿!-. La actual Diputación presidida por Ignacio Caraballo sigue erre que erre con el asunto, apoyada por la patronal FOE, y ha creado lo que denomina una Sociedad Aeroportuaria que aspira tenga una mayoritaria participación del capital privado. En Andalucía, la región de las diez universidades y los seis aeropuertos, donde el único aeródromo que no tiene pérdidas económicas es el de Málaga, pretender que el dinero particular se arriesgue en una aventura condenada al fracaso es al menos ingenuo. Incluso suponiendo -que es mucho suponer- que la existencia de un aeropuerto en las cercanías impulse el desarrollo turístico, hay que recordar que en un radio máximo de hora y media la ciudad de Huelva ya cuenta con tres aeropuertos -Sevilla, Faro  y Jerez de la Frontera-. Dadas la experiencia y la situación actual, en lo que hay que pensar no es en abrir nuevos aeropuertos en Andalucía sino en ir cerrando instalaciones ruinosas, comenzando por Córdoba -usado tan solo como aeródromo recreativo y para el traslado de órganos vivos y que aun así fue objeto de una costosa ampliación- y Jerez. La Diputación y la FOE pretenden seguir adelante contra viento y marea, aunque  no aclaran cual es el modelo a seguir: si quieren un aeropuerto como el de Castellón, el
de La Mancha, el de Huesca o el de Lérida -vaale,  Lleida-. Parte de la oposición en el Ayuntamiento onubense se ha pronunciado ya porque la  Diputación se desentienda de esta quimérica idea. Los días van corriendo y es imprescindible que todos los partidos se pronuncien con claridad en uno u otro sentido antes del 24 de mayo.