domingo, 22 de febrero de 2015

La destrucción de un genio

Han coincidido el sesenta aniversario de la muerte del genial matemático británico Alan Turing y el estreno en los cines de Descifrando Enigma -The imitation Game, 2014-, el biopic dirigido por Morten Tyldum que le ha valido a Benedith Cumberbatch una candidatura al Oscar como mejor actor protagonista. En general se trata de una película brillante y bien interpretada que retrata bien el caracter insoportable de sociópata que caracterizó al matemático especialmente cuando lo pivado y el prójimo osaban interponerse en su obsesivo trabajo, pero que en lo puramente biográfico contiene algunas inexactitudes, y estas son más graves cuando se refieren a la relación con las mujeres de un personaje homosexual: en primer lugar no existió la supuesta y edulcorada relación con la comprensiva Joan Clarke interpretada en el cine por Keira Knightley, fue sólo una compañera de trabajo. Por otra parte, se habla sólo de un pequeño grupo de criptógrafos y se olvida que durante la Segunda Guerra Mundial trabajaron en Bletchley Park ocho mil personas, la gran mayoría mujeres, por lo que está de más la historia de los supuestos problemas de Joan para ser admitida en un mundo de hombres, que tanto metraje ocupa. La búsqueda de un instrumento para descifrar los mensajes encriptados del programador alemán Enigma, que permitía a los nazis causar estragos en  barcos y transportes aliados -el hallazgo de la máquina de Turing- ocupa casi toda la película y queda en unos modestos rótulos finales la alusión al trascendental papel de Turing como padre de la informática tal como hoy entendemos esa ciencia. Tampoco se habla en la cinta de las primeras computadoras desarrolladas por Turing en Londres después de la guerra -y que dieron lugar a ordenadores como en el que ahora escribo- ni de sus revolucionarios estudios en inteligencia artificial. Enla cuestión sexual la película no ca en la hipocresía censora de aquel mentiroso biopic de Cole Porter que fue el Night and day -Michael Curtiz, 1946- que protagonizó Cary Grant -no estamos a mitad del siglo pasado; al contrario, Descifrando Enigma habla abiertamente de la detención y procesamiento de Turing por un delito de homosexualidad en 1952, como el que medio siglo antes le costó a Oscar Wilde pasar dos años en la cárcel de Reading. En la película vemos como Turing aceptó someterse a castración química a cambio de no ir a prisión. Como buen matemático ironizó sobre sí mismo mediante un silogismo:

Turing cree que ls máquinas piensan;
Turing yace con hombres;
luego las máquinas no piensan.

En 2009, 55 años después de su muerte, el primer ministro Gordon Brown pidió disculpas por la forma en que le había tratado el Estado, pero se negó a indultarlo argumentando que la homosexualidad era delito en la época. Tuvo que ser la reina Isabel II quien en 2013 le concedió el indulto. Sumido en la depresión, Alan Turing se suicidó en 1954, elegiendo un método de lo más novelero: mordió una manzana envenenada con cianuro. El irónico, el gran descreído que se mofaba de sí mismo ¿se sintió Blancanieves en su hora postera?
Así apareció el equipo de Bletchley
en la prensa de la época.
La foto muestra la mayoría femenina


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