miércoles, 3 de diciembre de 2014

Una oportunidad no se da siempre

Una oportunidad, una buena oportunidad de verdad, se tiene muy de vez en cuando. No estaría nada bonito, por tanto, que la arrojasen por el retrete y tuvieramos que tirar de la cadena después. Desde la monumental sorpresa de las elecciones europeas del 25 de mayo con la irrupción de Podemos en el tablero político de España se ha elevado al estrellato a los nuevos bárbaros haciendo correr ríos de tinta a favor y en contra y se ha alertado sobre la descomposición del bipartidismo. Se alerta -¿tal vez se Alierta?- quien quiere o tiene motivos para alertarse, porque ni yo ni la mayoría de gente que me rodea contempla con temor alguno, sino con esperanza, el posible fin de este régimen bipartito y sólo tenemos miedo a que en las citas con las urnas de 2015 vuelvan a ganar los mismos que han gobernado por turnos durante los últimos treinta años. El miedo y la alerta son patrimonio del poder económico, de las grandes empresas y bancos, de las oligarquías que controlan la propiedad de los medios de comunicación; esos son quienes están dispuestos a todo por seguir a los mandos, más o menos en la sombra, de lo que llaman estabilidad: un estatu quo heredado del franquismo que garantiza privilegios  e impunidades. Todos juntos lanzan a todo gas sus maquinarias de infundir temor y esparcir infamias cuando ven amenazado su reinado. Sueñan y se humedecen de placer soñando con una alianza entre los grandes, que promueven publicamente sin pudor. Mienten cuando dicen que el mercado se pone nervios o que el sistema se asusta; los mercados y el capitalismo tienen sentimientos, así que ni nerviosismo ni miedo.

La oportunidad a la que aludía al principio puede tener muchos nombres o ninguno, pero para abreviar y orientarnos lo  llamaré unidad popular. Parto de que la alternativa debe venir necesariamente de la izquierda, pero no de un batiburrillo de fuerzas compitiendo entre sí. No me vale cualquier forma: ni una sopa de siglas ni una agrupación de electores; hablo de una coalición electoral y programática preparada para gobernar y encabezar una rebelión cívica tranquila que cambie el poder  de mano y dé a la genteel control de sus representantes, un espacio de convergencia en el que sean perfectamente identificables las piezas que lo forman sin que éstas tiren en direcciones distintas. Esta convergencia deben estar, claro, Izquierda Unida y Podemos, pero también Equo, otras ferzas ecologistas, movimientos contra los desahucios, organizaciones de consumidores, e incluso ICV en Cataluña, Compromis en Valencia y Geroa Bai en Navarra. No se trata de diluir identidades pero cada fuerza que se integre en esta alternativa de unidad popular debe acudir a ella con humildad y hacer un esfuerzo por desprenderse de algunos lastres. Por ejemplo IU y Podemos han de olvidar buenismos, voluntarismos y prejuicios progres. La federación debe dejar atrás cualquier resabio del centralismo democrático y estar dispuesta arenunciar a nombres y emblemas que están fuera de la Historia; la reciente elección de Alberto Garzón como cabeza de cartel da aliento a la esperanza de convergencia. Es esta posibilidad de confluencia lo que realmente aterroriza al poder y sus vasallos; eso explica que después de meses con Podemos como único receptor de ataques e infundios ahora carguen las tintas contra Tania Sánchez, un claro estandarte de modernización y apertura en Izquierda Unida. Pero no hablo de modernización a ultranza en una formación que puede enorgullecerse de muchos momentos de su historia; es buen momento para reivindicar la denostada teoría de las dos orillas cuando está tan claro que socialistas y populares comparten la misma ribera; hacer comprender de una vez por todas que nunca existió la pinza sino como una invención interesada: Ni Anguita se alió con Aznar contra González ni Rejón con Arenas contra Chaves; en Extremadura IU  deja gobernar al más votado, no apoya a Monago. Izquierda Unida ha de hacer mucha pedagogía, también entre periodistas, que no se enteran ono quieren enterarse, para derribar falsos mitos y condescendientes desprecios. Tampoco estaría mal que IU se desmarcase de algunas actitudes y comportamientos tolerados y hasta aplaudidos en Andalucía con tal de pillar cacho de poder. 

 En cuanto al partido de Pablo Iglesias está claro que chirría tanto liderazgo personalista y telegénico y que hace falta dar la cara con inteligencia y claridad -¡ellos, los grandes comunicadores!- ante errores, sospechas y pequeñas trapacerías y corruptelas -¿Errejón?- que emborroman y ponen en duda el mensaje más que las acusaciones de utopismo y falta de realismo. Podemos no puede permitirse graves meteduras de pata como la convocatoria en solitario de una gran manifestación para el 31 de enero. Pero lo que Podemos debe dejar atrás es una formación basada en el populismo peronista que vale para todo -peronistas eran los montoneros, peronista es Cristina Fernández y peronista fue la Triple A-, y también le sobra su obsesiva obsesión de trasversalidad: Cuando oigo a alguien proclamar que no es de izquierdas ni de derechas siempre pienso en la Falange Española, que decía lo mismo. No, señores y señoras, es la izquierda -la verdadera izquierda- laque lucha por la igualdad, los esrvicios sociales y el bienestar. Rechacen sucedáneos. Ahora que por primera vez las encuestas dicen que PP y PSOE no suman el cincuenta por ciento de los votos, cuando lo utópico e irrealizable empieza a ser  la gran coalición deseada por el poder económico la alternativa no puede estar en marcas blancas de la democracia como UPyD y Ciudadanos. No, la verdadera alternativa está en la unidad y la fuerza de la izquierda. Muchos no perdonaríamos que por pequeñas o grandes mezquindades se desaprovechase la ocasión. Oportunidades no se dan todos los días.


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