El 30 de mayo de 1431, en la plaza del Mercado Viejo de Ruán, a los diecinueve años, Jehannes Darc, conocida como la Pucelle -la doncella-, murió en la hoguera a la que un tribunal de la Inquisición la había condenado. Algunos siglos después fue canonizada y proclamada patrona de Francia por la Iglesia que, poco antes de su ejecución, la había expulsado de su seno y más tarde incoó una causa de anulación contra el proceso que la condenó.
Cierto es que aquel proceso fue una farsa con la sentencia dictada de antemano -como probaron la posterior causa de anulación y los documentos que han llegado a nuestros días- y que sus actas fueron falsificadas por orden del obispo Pierre Cauchon que lo dirigió, pero no es menos cierto que el personaje histórico y la legendaria peripecia militar de Juana de Arco, la mujer que liberó la sitiada ciudad de Orleans y entronizó a Carlos VII en Reims, ha sido ampliamente mixtificado. No ha sido la menor mixtificación considerarla una heroína feminista por vestir ropas de hombre y dirigir ejércitos de hombres además de pretender interpretar un papel clave en la política de su tiempo y liberar Francia de la ocupación inglesa. No era esto lo que inquietaba a la sociedad feudal, al menos no tanto como que no fuera un rey o un papa, ni siquiera un señor, sino una campesina iletrada de diecisiete años quien se proclamaba una elegida y enviada por Dios, contraviniendo el orden natural de las cosas. Aparte de todo eso, la santa heroína de Francia tiene al menos tantas sombras como luces. En primer lugar la Pucelle fue una fanática religiosa que aseguraba tener desde su adolescencia visiones divinas en las que ángeles y santos le hablaban y dirigían los pasos de su peculiar aventura. Por otro lado tras victorias militares como la liberación de Orleans y otras ciudades y políticas como la coronación en Reims, su obsesión belicista contra los ingleses y sus aliados de Borgoña la dejó sola y cada vez más aislada frente al pactismo del rey Carlos, que prefirió hacerse con París y la Isle de France mediante acuerdos de paz con los borgoñones. También es significativo que Juana se rodeara de personajes poco recomendables: entre sus compinches de armas estaba nada menos que Gilles de Rais, el barón de Rais, quien antes de morir en la horca e inspirar el personaje de Barba Azul, secuestró, violó y asesinó a más de doscientos niños y niñas. Del mismo modo que Juana de Arco es venerada hoy en todo el mundo católico y no sólo en Francia pese a las muchas aristas y rincones oscuros del personaje, hemos sabido también que la mezquita de la M-30 de Madrid alberga un nido de yihadistas sin que sus imanes hagan nada por evitarlo ni por denunciar una forma perversa del islam consistente en perseguir y asesinar a los no musulmanes -y también a los musulmanes en Siria, Irak, Yemen o Pakistan- y en aspirar al martirio. Es cierto que Juana de Arco es un personaje fascinante que ha inspirado una película excepcional como la de Carl T. Dreyer y otra más dudosa como la de Luc Besson, pero en nuestros tiempos no deberíamos aceptar los mitos sin rechistar.
Vídeo: Orchestral Manouvres in the Dark: Joan of Arc - Maid of Orleans
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La Juana de Arco de Dreyer |
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