El diputado socialista por Granada José Antonio Pérez Tapias suele escribir cosas bastante atinadas. En su blog y en sus columnas para este periódico se reconoce a un político que no repite argumentarios como un papagayo y que airea públicamente los desacuerdos. Pero no vale predicar y no dar trigo, y de Pérez Tapias echo en falta que vote como escribe. Se opuso por escrito a la inminente reforma de la Constitución -en su artículo del viernes ya es menos beligerante-, pero para no escribir sobre papel mojado él, y cualquier parlamentario honesto, democrático y respetuoso con quienes le eligieron, está moralmente obligado a romper la disciplina de voto y a estampar su firma para ser uno entre al menos 35 diputados decentes que fuercen un referéndum.
Es incompatible llamarse socialista y apoyar que los dogmas neoliberales se plasmen en nuestra Carta Magna, impidiendo que en el futuro puedan hacerse políticas socialdemócratas. Es incompatible ser de izquierdas y santificar el control del déficit. La economía nacional ha de atender los derechos y necesidades de la población -educación, salud, vivienda, trabajo- y el déficit es un instrumento más de política económica.
Uno no se puede pretender demócrata y, con la calle clamando por más participación, cambiar la Constitución en tres días mediante el chalaneo entre los dos partidos que se aferran a su alternancia en la pomada y sin consultar a un pueblo que no votó nada parecido en los programas electorales. Y todo ello con un gobierno moribundo y unas elecciones convocadas. No cabe mayor desvergüenza.
No es compatible la inteligencia con insistir en ideas que nos han llevado al desastre y lastran el futuro. El Nobel de Economía Paul Krugman nos alerta de que reducir drásticamente el gasto con un desempleo elevado es un error. Las subidas de impuestos y los recortes del gasto público deprimen más a las economías, crean más paro y no sirven para ahorrar, pues no se recauda más de una economía en retroceso. Nos dirigen a una nueva recesión mundial sin haber salido de la anterior.
Para quien ande mal de memoria, recordaré que esta reforma es la segunda parte de un golpe de estado de mercados y mercaderes. Antes vino el primer Tratado de Lisboa, que el pueblo francés, el holandés y el irlandés mandaron a la basura con la victoria del No en sus referendos. En España aquel pacto que ya introducía el neoliberalismo en las normas fundamentales tampoco se quiso someter a referéndum. Pérez Tapias y todos los parlamentarios socialistas acataron entonces la disciplina de voto, sin rechistar.
En Dinamarca la revuelta de muchos socialdemócratas contra los recortes ha forzado la caída del primer ministro Joergensen y la convocatoria de elecciones. La decencia obliga a los socialistas españoles a plantarle cara a un Rodríguez Zapatero que ha perdido el norte y la vergüenza.
Es incompatible llamarse socialista y apoyar que los dogmas neoliberales se plasmen en nuestra Carta Magna, impidiendo que en el futuro puedan hacerse políticas socialdemócratas. Es incompatible ser de izquierdas y santificar el control del déficit. La economía nacional ha de atender los derechos y necesidades de la población -educación, salud, vivienda, trabajo- y el déficit es un instrumento más de política económica.
Uno no se puede pretender demócrata y, con la calle clamando por más participación, cambiar la Constitución en tres días mediante el chalaneo entre los dos partidos que se aferran a su alternancia en la pomada y sin consultar a un pueblo que no votó nada parecido en los programas electorales. Y todo ello con un gobierno moribundo y unas elecciones convocadas. No cabe mayor desvergüenza.
No es compatible la inteligencia con insistir en ideas que nos han llevado al desastre y lastran el futuro. El Nobel de Economía Paul Krugman nos alerta de que reducir drásticamente el gasto con un desempleo elevado es un error. Las subidas de impuestos y los recortes del gasto público deprimen más a las economías, crean más paro y no sirven para ahorrar, pues no se recauda más de una economía en retroceso. Nos dirigen a una nueva recesión mundial sin haber salido de la anterior.
Para quien ande mal de memoria, recordaré que esta reforma es la segunda parte de un golpe de estado de mercados y mercaderes. Antes vino el primer Tratado de Lisboa, que el pueblo francés, el holandés y el irlandés mandaron a la basura con la victoria del No en sus referendos. En España aquel pacto que ya introducía el neoliberalismo en las normas fundamentales tampoco se quiso someter a referéndum. Pérez Tapias y todos los parlamentarios socialistas acataron entonces la disciplina de voto, sin rechistar.
En Dinamarca la revuelta de muchos socialdemócratas contra los recortes ha forzado la caída del primer ministro Joergensen y la convocatoria de elecciones. La decencia obliga a los socialistas españoles a plantarle cara a un Rodríguez Zapatero que ha perdido el norte y la vergüenza.