sábado, 23 de octubre de 2010

Mentes brillantes, contantes y sonantes


1.250 euros costaba la asistencia a El Ser Creativo, el Congreso de Mentes Brillantes que hoy termina en Málaga con nada modestos objetivos respecto al futuro y la salvación del planeta. Si lo aportado por las dos docenas de lumbreras que han pronunciado conferencias o participado en debates ha tenido algún tipo de utilidad para cambiar el rumbo de la sociedad (de culo y cuesta abajo hacia el abismo), desde luego la salvación queda al alcance de muy pocos. Algo así como aquel grupo selecto que proponía el Dr. Strangelove preservar del holocausto nuclear en el interior una cómoda gruta.

Pero hay otros aspectos de este batiburrillo de sabios que me mosquean.

Uno, que al frente de todo esté Eduard Punset. Vale que es un respetado gurú para la fauna internáutica, que el mantenimiento de Redes en la parrilla de TVE se convirtió en una bandera por la cultura en televisión, vale que su labor es encomiable, pero lo siento, no puedo remediarlo, me resulta estomagante cómo toda divulgación del conocimiento científico la orienta hacia la autoayuda y la búsqueda de la felicidad. La verdad es que me estomaga él mismo.



Otra cosa que me escama es que si bien Punset está al frente, al fondo se vislumbra el negocio de la productora de Manuel Campo Vidal, o una campaña de promoción del pretendido think tank Club Málaga Valley, un embrión de Silicon Valley mediterráneo y con burros de Mijas. Y además, si es un congreso de mentes brillantes, ¿Qué pintaba allí el director general de Canal Sur?


El tercer elemento mosqueante es la decisión de que cada uno de los ponentes cuente sólo con 21 minutos para exponer esas innovadoras ideas que cambiarán el rumbo de la Humanidad. La razón para que esto sea así es que, según los organizadores, 21 minutos es el tiempo estimado que el cerebro humano mantiene su atención al cien por cien ¡Pues menuda brillantez si a los 21 minutos estás en otra cosa! Habría que dejar Fanny y Alexander en un cortometraje y adaptar Rayuela a relato para leer en el autobus.



Pero es en algunos de los bien pagadísimos ponentes donde encuentro más motivos para mirar de reojo este pintoresco y carísimo encuentro. Veamos. Está el sector buenrollista y ecopacifista: Mario Molina, Vandana Shiva, Jody Williams o Irene Khan. Están las propuestas decididamente new age: el propio Punset o Carl Honoré -el del Movimiento Slow-. También aquellos que se han hecho millonarios con la venta de best-sellers y vídeos de autoayuda, conducta social y de pareja o seudosociología como Allan y Barbara Pease, Helen Fisher y Corinne Maier. Han intervenido también algunos intelectuales devotos especializados en dotar de una cara amable y una fachada de inteligencia a las religiones: la musulmana Ingrid Mattson y el judío Schmuley Boteach.

Por supuesto no han faltado los listillos 2.0, descollantes representantes del empresariado digital: Bernardo Hernández de Google, Rahaf Harfoush (la que metió a Obama en Facebook), Darío Gil de IBM o Joaquín Ayuso, fundador de Tuenti. Y también científicos de verdadero fuste como Mario Alonso Puig, aunque a veces parezcan más bien ir detrás del Espíritu Santo que de la ciencia como Michio Kaku, o busquen desesperadamente la notoriedad mediática como Robert Richards, por no hablar de ese gurú de la vida casi eterna que es Aubrey de Grey, que promete que viviremos mil años aunque no aclara si podremos mantener una larga barba sin canas como la suya.

Y hubo, por fin, dos ponentes realmente siniestros. Una, Wang Xiaoping, que autoproclamada continuadora de Darwin
, anda hablando -y vendiendo muchos libros- sobre el Tao y la Gran Armonía mientras ejerce de ideóloga del Partido Comunista Chino. El otro supervillano es Guy Kawasaki, que como creador del marketing devocional de Apple es el responsable de la evangelización que ha convertido en una secta consumista a los seguidores de la manzana de Cupertino.

No busquen en el programa a aquellos que pregonan cualquier forma de subversión como mecanismo para cambiar la sociedad. entre estas mentes brillantes no tiene cabida, por ejemplo, a un Julian Assange, el fundador de Wikileaks, por mucho que sea hoy el símbolo de la libertad de expresión y del empleo de la tecnología para dar acceso a la verdad que los gobiernos ocultan. Lucen más unos cuantos premios Nobel bien pagados, y son menos molestos.

Quienes no despiden la brillantez suficiente para ser ponentes pudieron presentar sus propuestas en el Concurso 21 ideas. Como resultado, más de doscientas ideas colgadas en la web, entre ellas la demostración de la existencia de Dios y la más genial de todas, la de premiar la recaudación de impuestos municipales poniendo el nombre del contribuyente a una calle o edificio público.

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