Nota: He tenido que cambiar el encabezamiento de estas entradas correspondientes a las columnas que publico cada lunes en el diario Granada Hoy al comunicárseme esta misma tarde que desde el periódico se había decidido la no publicación de la columna para este lunes "no tanto por el fondo sino por la aspereza de la forma que en nuestro grupo [Joly] no entenderían". Y ello después de acceder a suavizar la referencia a "las alimañas integristas del Vaticano, a las que el sufrimiento y la agonía excitan como la sangre a los depredadores" sustituyéndola por "desde las trincheras vaticanas más integristas, esas que tanto exaltan la agonía y el sufrimiento". El hecho de que no sea, ni mucho menos, la primera vez que se deja de publicar o se modifica alguno de mis artículos y el convencimiento de que no será la última dado que estos tiempos que corren le hacen a uno más radical y menos contemporizador, me hace replantearme mi colaboración con el periódico. Me doy un día o dos para reflexionar y después comunicaré mi decisión, si es que a alguien le importa, columnistas los hay a patadas.
La Bastilla
La toma de la prisión de La Bastilla no fue un picnic. Desde 1879 defender los principios de la Revolución Francesa -las libertades públicas, la supremacía de la razón sobre religión y oscurantismo y la separación de los poderes del Estado- ha costado mucha sangre y se ha llevado a generaciones enteras de europeos. Nada me convence de que seguir defendiéndolos en el futuro no tendrá el mismo coste. Ningún ejemplo histórico me demuestra que los votos, las buenas intenciones y la tolerancia infinita basten para que esos principios, los que dan sentido a la idea de Europa, sobrevivan a las fuerzas de lo viejo empeñadas en devolvernos a la Edad Media. Tenemos que ser enérgicos, y no permitir que las bayonetas estén oxidadas cuando las necesitemos.
Miren a Italia. El país donde nació la Unión Europea ya no es una democracia. Su gobierno neofascista de corruptos, racistas e integristas religiosos modela la Ley a su medida, declara la inmunidad para sus propias rapacerías, crea brigadas de matones para patrullar las calles, identifica inmigrantes con delincuentes, y ahora se enfrenta a los tribunales y la Constitución con tal de no dejar morir en paz a la pobre Eluana Englaro. Las alimañas integristas del Vaticano, a las que el sufrimiento y la agonía excitan como la sangre a los depredadores, jalean el valiente golpe de estado institucional. Hay que plantar cara. A la Italia de Berlusconi hay que expulsarla de la Unión Europea, su Gobierno debe ser derribado y sus gobernantes detenidos y juzgados, manu militari si es preciso -en democracia el Ejército es garante del orden constitucional que en este caso se ha subvertido-, y que no se me escandalicen esos hipócritas que aplaudirían una asonada contra Chávez o los Castro. Recuerden que fue un golpe militar lo que acabó con la dictadura y trajo la libertad a Portugal.
No es menos peligroso ese falso discurso de tolerancia progre que pacta con quienes pretenden vivir entre nosotros manteniendo usos y costumbres medievales. Cataluña aceptaría que las niñas africanas puedan ser sometidas a una forma de ablación sin ablación, es decir, manteniendo los ritos pero sin que intervenga la cuchilla. Pues miren, no, ni hablar. Es como aceptar que Guantánamo siga abierto pero con doble ración para los presos. No hay que contemporizar con la tortura, la mutilación y la anulación física y moral de las personas. A los padres y madres que sometan a sus hijas a tal barbarie sólo puede esperarles la cárcel, la deportación y por supuesto olvidarse de la custodia de sus hijos. Hay que ser muy firmes cuando nos jugamos el esfuerzo de doscientos años, y eso me vale también para los Bertones y Roucos a los que lisonjea el Gobierno mientras intentan que nuestra sociedad y nuestras leyes estén regidas por su visión totalitaria y medieval de la moral y la vida. Tomemos La Bastilla cuantas veces la defensa de la libertad y de la razón nos lo pida.
La toma de la prisión de La Bastilla no fue un picnic. Desde 1879 defender los principios de la Revolución Francesa -las libertades públicas, la supremacía de la razón sobre religión y oscurantismo y la separación de los poderes del Estado- ha costado mucha sangre y se ha llevado a generaciones enteras de europeos. Nada me convence de que seguir defendiéndolos en el futuro no tendrá el mismo coste. Ningún ejemplo histórico me demuestra que los votos, las buenas intenciones y la tolerancia infinita basten para que esos principios, los que dan sentido a la idea de Europa, sobrevivan a las fuerzas de lo viejo empeñadas en devolvernos a la Edad Media. Tenemos que ser enérgicos, y no permitir que las bayonetas estén oxidadas cuando las necesitemos.
Miren a Italia. El país donde nació la Unión Europea ya no es una democracia. Su gobierno neofascista de corruptos, racistas e integristas religiosos modela la Ley a su medida, declara la inmunidad para sus propias rapacerías, crea brigadas de matones para patrullar las calles, identifica inmigrantes con delincuentes, y ahora se enfrenta a los tribunales y la Constitución con tal de no dejar morir en paz a la pobre Eluana Englaro. Las alimañas integristas del Vaticano, a las que el sufrimiento y la agonía excitan como la sangre a los depredadores, jalean el valiente golpe de estado institucional. Hay que plantar cara. A la Italia de Berlusconi hay que expulsarla de la Unión Europea, su Gobierno debe ser derribado y sus gobernantes detenidos y juzgados, manu militari si es preciso -en democracia el Ejército es garante del orden constitucional que en este caso se ha subvertido-, y que no se me escandalicen esos hipócritas que aplaudirían una asonada contra Chávez o los Castro. Recuerden que fue un golpe militar lo que acabó con la dictadura y trajo la libertad a Portugal.
No es menos peligroso ese falso discurso de tolerancia progre que pacta con quienes pretenden vivir entre nosotros manteniendo usos y costumbres medievales. Cataluña aceptaría que las niñas africanas puedan ser sometidas a una forma de ablación sin ablación, es decir, manteniendo los ritos pero sin que intervenga la cuchilla. Pues miren, no, ni hablar. Es como aceptar que Guantánamo siga abierto pero con doble ración para los presos. No hay que contemporizar con la tortura, la mutilación y la anulación física y moral de las personas. A los padres y madres que sometan a sus hijas a tal barbarie sólo puede esperarles la cárcel, la deportación y por supuesto olvidarse de la custodia de sus hijos. Hay que ser muy firmes cuando nos jugamos el esfuerzo de doscientos años, y eso me vale también para los Bertones y Roucos a los que lisonjea el Gobierno mientras intentan que nuestra sociedad y nuestras leyes estén regidas por su visión totalitaria y medieval de la moral y la vida. Tomemos La Bastilla cuantas veces la defensa de la libertad y de la razón nos lo pida.
1 comentario:
Comparto su furia, su desesperanza, su hartazgo; hago mía su defensa de la dignidad frente a los mediocres; escupiría de buen grado a la cara del Joly Ghost y de toda la Santísima Trinidad, si yo pudiese. Me río por no llorar, hablo por no matar -cada día, una victoria- cuando leo a José Holy Martínez de Salazar exponer el credo de su grey: "Desde su vocación andaluza el Grupo Joly tienen (sic) entre sus objetivos reflejar información y crear opinión con voluntad de servicio a una región que tiene una evidente necesidad de vertebración y que a pesar de los esfuerzos de los últimos años todavía tiene graves carencias en muchos órdenes", "una voz capaz de interpretar el mundo y la propia región en clave andaluza". ¿Vocación andaluza? ¿clave andaluza? Pero qué tonterías dice este hombre. ¿Crear opinión con voluntad de servicio a una región (...) que tiene graves carencias en muchos órdenes? ¿Cómo? ¿diciendo gilipolleces vacías de contenido? ¿cubriendo la retaguardia de esos filibusteros, nocivos, cínicos y acaudalados que usted denuncia?
Que les den a todos.
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