domingo, 4 de enero de 2009

Último artículo publicado en Granada Hoy


Anti-Monopoly

Me había adentrado en pleno corazón del consumismo navideño, competía con una ávida multitud por reservar los Reyes de mis sobrinos en los días de más follón, y desorientado entre tanto cachivache lo encontré en una estantería de los grandes almacenes: Se llamaba Anti-Monopoly. No me lo podía creer ¿En el mismísimo corazón de las tinieblas capitalistas se había infiltrado un instrumento para adoctrinar a los críos en la destrucción del Sistema? ¿Había encontrado al fin merecida respuesta ese perverso juego que ha convertido tantas mentes infantiles en insaciables especuladores? Veía hundirse para siempre el Monopoly, fuente de tanta maldad; tras él será el mismísimo capitalismo el que sucumba… ¿O tal vez no?

Leo el reverso de la caja que contiene el juego de mesa; mi gozo en un pozo. La diferencia está en que se establecen dos tipos de jugadores, los “competidores, que tratarán de ganar el máximo dinero sin perjudicar al resto; y los “monopolistas, que extorsionarán con rentas altísimas y sacarán más rendimiento al control total de una zona. El objetivo es ser el competidor más rico cuando todos los monopolistas hayan quedado en bancarrota o ido al trullo, o el monopolista más rico tras eliminar a los pequeños empresarios. Un Monopoly con remordimientos, capitalistas buenos y malos, neokeynesianos frente a neoliberales… me había encontrado con el juego soñado por Sarkozy, Brown y Zapatero. No se trata de destruir el capitalismo sino de refundarlo para hacerlo más fuerte.



El Anti-Monopoly fue ideado por un profesor de la Universidad de San Francisco en 1973; pero nació para estos tiempos, tan de Gatopardo, en que los cambios sirven para que todo siga igual. Hará de sus hijos los mismos villanos que el juego de siempre, pero convencidos de que al comprar Cea Bermúdez o la Estación del Norte ponen las bases de un nuevo Bretton Woods, pedirán ayuda estatal cuando estén a punto de caer en la cárcel y quién sabe si parlotearán sobre responsabilidad social de las empresas o alguna patraña parecida; además, pudiendo elegir entre ser tendero de Mesones o Bernard Madoff ¿habrá algún crío que acepte jugar como “competidor”?

Padres y madres, huyan de ese nuevo disfraz del Maligno. Como mal menor para estos Reyes busquen en Internet algún viejo Palé, el Monopoly ibérico inventado por el malagueño Paco Leyva, quién llegó a ganar la demanda por plagio que le puso Parker Brothers –Leyva comercializó El Palé en 1935, el mismo año en que se patentaba el Monopoly que posteriormente vendió Parker-. O mejor aún, háganse con el juego que sí acabará definitivamente con el capitalismo: “¿Quién sabe Marx?”, el Trivial rojo. Lo han ideado dos militantes de Ezker Batua, consta de más de mil preguntas sobre política, filosofía, actualidad o historia y cuesta sólo veinte euros, tres veces menos que el Trivial.


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