domingo, 13 de agosto de 2017

El periodismo que nos merecemos

Cuando comienzo a redactar esto -10 de agosto-, ignoro cómo habrá acabado, si es que acaba cuando ustedes lean publicada esta personalísima visión, el caso de la granadina Juana Rivas, la madre que a finales de julio se escondió de la Justicia junto a sus dos hijos para no tener que cumplir la orden de entregar a los críos a su padre maltratador, que exige su vuelta a Italia, donde vive. Pero si para referirme en la ola de sensacionalismo interesado y teledirigido que está azotando hoy al periodismo español, comienzo por un tema de tan incierto desarrollo próximo, es por la estupefacción que me produjo la entrevista en directo en el programa Más Vale Tarde de la cadena de televisión La Sexta que realizó el presentador accidental del espacio Hilario Pino a Francisca Garrido, asesora del Centro de la Mujer de Maracena. ¿He dicho entrevista? ¡Aquello fue un interrogatorio de la policía franquista en toda regla!. Sin embargo el tono y los métodos de inquisidor general de Castilla empleados por el periodista no lograron que la inteligente abogada rompiera su secreto profesional e hiciera revelaciones, ni siquiera involuntariamente, sobre el paradero de su cliente, y silenciaba con impaciencia a Granados cuando ésta denunciaba las irregularidades cometidas por la Audiencia de Granada y por un juez de instrucción profundamente ignorante en materia de violencia de género. Ha sido ésta presión, en algún caso un linchamiento orquestado por el supremacismo machista de la Asociación por la Custodia Compartida y sus hooligans, una práctica común de muchos medios, con la honrosa excepción del digital de ABC, que además de publicar una intensa y valiente entrevista con Juana en su encierro, ha denunciado burdas campañas difamatorias contra esta mujer. Claro que no es a este único tema al que quería referirme para hablar de la actual deriva sensacionalista de los medios de comunicación españoles, que abochornaría a los responsables de The Sun, Bild y al mismísimo William Randolph Hearst.

Lo que he contado no ocurría en Libertad Digital, 13 TV o en una soflama de García Serrano o Jiménez Losantos; era un periodista con fama de íntegro y una televisión. La Sexta,  que mira por encima del hombro los excesos y la manipulación en los demás - pero que calla cuando el siniestro dueño de A3 Media Mauricio Casals, se ve salpicado por escándalos de corrupción-, lo que muestra que en todas partes se cuecen las habas del amarillismo.

Dicen que los medios mainstream se caracterizan por dar al público lo que el público quiere. Será entonces que el respetable no aparta sus indignados ojos de la pantalla cuando le ofrecen quejas de pasajeros por soportar colas más largas que las habituales para viajar a sus destinos vacacionales pero se aburre y cambia de canal si le explican las condiciones laborales que han llevado a la huelga a los vigilantes de Eulen en El Prat y no se interesa por saber cómo una empresa semipública -AENA- externaliza funciones y servicios entregándolos a la oferta más barata, sean cuales sean las consecuencias. Logran que los espectadores jaleen al gobierno por reventar una huelga poniendo a trabajar a la Guardia Civil, cuerpo al que, junto a los especialistas de la propia AENA, la Ley encomienda la seguridad de los aeropuertos. Estos medios se abstienen de vincular el incumplimiento de la norma a privatizaciones y recortes, y el público no les pide que lo hagan. Será  que tenemos el periodismo que nos merecemos.


Hablae del tiempo puede ser mucho más que una charla de ascensor, sobre todo si se sufre una ola de calor y otra de incendios causados por el cambio climático. Claro que en torno al calentamiento global hay muco negacionismo, como sigue habiendo alguno sobre el Holocausto judío, la llegada del hombre a la luna y hasta la muerte de Elvis. Ahora hay negacionistas de la insostenible masificación turística; son quienes han inventado la falacia de la turismofobia. Como el apocalipsis da audiencia y atrae publicidad, la mayoría de los medios les darán la impresión de que se ha desatado el caos y la caza del turista: atacan autobuses turísticos en Barcelona, se extiende como una mancha de aceite por toda España la persecución de los radicales a nuestra primera fuente de ingresos: el caos vende y por eso se amplifican las simplezas de políticos bocachanclas que se autoproclaman la alternativa a ese caos. Los de siempre, con la excusa de dar una supuesta visión rigurosa alimentan la burbuja informativa. En mi búsqueda, es curiosamente en el grupo de comunicación amarillista donde los haya, Mediaset,
 encuentro una aclaración bien informada -aunque no libre del virus del sensacionalismo- de que lo que desata el santo cabreo del vecindario no es un problema del turismo de los pobres -el llamado low cost-: la milla de oro de Marbella y Puerto Banús es escenario de la borrachera y el despiporre de cinco estrellas y Testarossa. Las miradas más atinadas, las que dejan claro que hay un problema de ambición y enriquecimiento sin freno, no d fobias inventadas por los medios, hay que buscarlas en la prensa digital más seria.

¿Recuerdan la gripe A de 2010?: aquella mortal pandemia que amenazaba con ser la peste negra del siglo XXI y diezmar la población mundial. Un sensacionalismo perfectamente encauzado a sembrar el pánico en laopinión pública llevó a que en plena recesión económica el gobierno español destinara una cantidad escandalosa de dinero a comprar trece millones devacunas desarrolladas a toda prisa por una industria farmacéutica que se puso las botas; casi la mitad fueron destruidas y la pandemia pasó de largo como un leve catarro. El ridículo y el despilfarro apenas fueron aireados; los laboratorios invierten mucho en publicidad.

En materia sanitaria el negocio del miedo se llama ahora Fipronil. La contaminación de huevos con un pesticida es tema de apertura de informativos: no abundan las noticias en agosto y vende mucho hacernos creer que en el momento menos pensado podemos caer fulminados por culpa de una palmera de crema o una tortilla a la francesa.

Este sensacionalismo que loinvade todo no es patrimonio de unos cuantos frikis de lo que gusta autodenominarse derecha alternativa -OK Diario, La Gaceta. Promecal, COPE, ciertos directivos y editores de El Mundo, a veces La Razón. Igual que los periódicos y las televisiones españolas seguían el caso José Bretón como los mexicanos una telenovela, hoy Espejo Público, El Programa de Ana Rosa, Más Vale Tarde, La Sexta Noche, Mad In Spain, Los Desayunos de TVE o La Noche en 24 Horas alimentan sus escaletas y sus tertulia con estos asuntos-basura de moda; y si se quedan con hambre siempre estarán Trump y Venezuela. El periodismo sensacionalista está aquí para quedarse. Y sin el simpático descaro de El Caso.


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