Ni Monroe ni Ciccone; en el siglo XXI y en España la nueva ambición rubia se apellida Díaz Pacheco. Es una sevillana de 41 años que, antes de entrar en política siendo una adolescente y desde entonces dedicarse a lo institucional como única actividad conocida y reconocida, sólo consta en los anales como bética, catequista y distribuidora Avón. De hecho, en el curriculum con el que se presentó a aquellas elecciones primarias para la secretaría general del PSOE de Andalucía que no llegaron a celebrarse por falta de avales de sus contrincantes aseguraba que ya era miembra (sic) de las Juventudes socialistas antes de cumplir los cieciocho años; durante la mitad de su vida la señora Díaz sólo se ha apeado de coches oficiales. Ahora su ambición ha traspasado la frontera natural de Despeñaperros y aspira a expandirse por toda España haciéndose con la secretaría general del Partido Socialista, algo que dudo que necesite pues ya mangonea a su antojo en la organización. Veamos qué tiene a favor y qué en contra en su empeño.
Díaz ha venido actuando como correa de transmisión de la vetusta guardia de los suyos -González. Rubalcaba, Corcuera, Ibarra...-, determinada prensa -PRISA- y los poderes financieros y empresariales, tan alérgicos como ella misma a mirar a su izquierda cuando se necesita sumar apoyos. Ya lo hizo adelantando elecciones en 2015 para desprenderse de Izquierda Unida y ha vuelto a hacerlo año y medio después al dirigir la defenestración de Pedro Sánchez, a quien ella había impulsado al liderato creyendo que sería un títere manejable en sus manos. A su servicio tiene también una gestora dócil que se extralmita en sus funciones castigando a quien desobedece órdenes y gobernando el partido sine die cuando su cometido debía ser convocar un congreso extraordinario cuanto antes, disolviéndose de inmediato. A esto ha unido últimamente el apoyo velado del catalán Miquel Iceta logrado mediante la amenaza de dejar a los socios del PSC sin voz ni voto en los próximos procesos federales, después de que ellos tampoco acataran la abstención impuesta en la investidura de Mariano Rajoy. Con estas maniobras busca además cercenar la gira de reconquista emprendida por Pedro Sánchez, una peregrinación nacional tan condenada al fracaso que roza el patetismo; sin prestgio, escaño ni cargo interno, la de Sánchez es una carrera política amortizada y malogada. Hoy Susana Díaz defiende una alternancia socialdemócrata (¿?) que tranquilice a los verdaderos poderes, sometida más que coaligada, al gobierno del Partido popular en nombre de la razón de Estado. Así las cosas y si los socialistas se preocupan más de nombres y titulares que de lo realmente importante, un proyecto de izquierda diferente, combativa y competitiva, la única figura que hoy podría generar ilusión y mostrar solidez y credibilidad en las filas socialistas y en sus aliados naturales es curiosamente la de un político retirado, Josep Borrell. La suya ha sido la voz nás sensata que ha sonado durante la crisis del PSOE que estalló el 1 de octubre, pero El País ya se ha lanzado a neutralzarlo mediante titulares escandalosos; ya le hizo esa tarea al felipismo cuando Borrell le ganó al aparato las elecciones primarias de 1998.
Sin embargo, si la señora Díaz Pacheco quiere acceder a la secretaría general deberá superar las reválidas de unas elecciones primarias yun congreso de los de un militante un voto que se celebrarán cuando ella y sus pretorianos lo decidan, y lo único que de momento tiene garantizado son los avales, pero no desde luego la victoria. Es cierto que tiene los apoyos de la gestora, el eterno felipismo, PRISA y la nomenclatura andaluza, pero para grn parte de la militancia andaluza Díaz es un ángel exterminador y ni siquiera en su tierra las tiene ya todas consigo: Sus candidatos ya cayeron ante los de los populares andaluces en las elecciones generales del 26 de junio y en el interior del PSOE andaluz surgen pequeñas células de resistencia que ya no se esconden y están dando la cara en una suerte de plataforma anti-gestora presentada hace unos días. Vaya donde vaya Díaz contempla incrédula cómo los baños de multitudes de antes se convierten hoy en broncas y la desintegración que sus políticas están provocando en el sistema sanitario del que está tan orgullosa saca a la calle a miles de ciudadanos enfaddados. Puede que el camino de la noeva ambición rubia desde un emirato al califato llegue a puerto pero no será, ni mucho menos, un paseo militar.
Sin embargo, si la señora Díaz Pacheco quiere acceder a la secretaría general deberá superar las reválidas de unas elecciones primarias yun congreso de los de un militante un voto que se celebrarán cuando ella y sus pretorianos lo decidan, y lo único que de momento tiene garantizado son los avales, pero no desde luego la victoria. Es cierto que tiene los apoyos de la gestora, el eterno felipismo, PRISA y la nomenclatura andaluza, pero para grn parte de la militancia andaluza Díaz es un ángel exterminador y ni siquiera en su tierra las tiene ya todas consigo: Sus candidatos ya cayeron ante los de los populares andaluces en las elecciones generales del 26 de junio y en el interior del PSOE andaluz surgen pequeñas células de resistencia que ya no se esconden y están dando la cara en una suerte de plataforma anti-gestora presentada hace unos días. Vaya donde vaya Díaz contempla incrédula cómo los baños de multitudes de antes se convierten hoy en broncas y la desintegración que sus políticas están provocando en el sistema sanitario del que está tan orgullosa saca a la calle a miles de ciudadanos enfaddados. Puede que el camino de la noeva ambición rubia desde un emirato al califato llegue a puerto pero no será, ni mucho menos, un paseo militar.
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