martes, 18 de febrero de 2014

Re-instauración

Edvard Limónov
Quien quiere restaurar el comunismo no tiene cabeza; quien no lo echa de menos no tiene corazón. Con esta cita de Vladimir Vladimírovich Putin abre el frances Emmanuel Carrère su Limónov, novela de no ficción sobre un individuo real que comienza como gamberro y delincuente juvenil en la Ucrania del estalinismo, en la actualidad dirige en Moscú el Partido Nacional Bolchevique, una formación ultranacionalista anti-Putin clandestina, y en medio fue vagabundo, chapero fracasado y mayordomo en Nueva York, escritor de éxito en París y miliciano pro-serbio en Vukovar y Sarajevo. Limónov es un individualista radical; no tendría sitio en la sociedad imaginada por Zamiatin en Nosotros, colectivizada en extremo y donde el individuo es anulado por una aplastante vigilancia estatal sobre las vidas privadas, pero el exchequista Putin, que como él añora el pasado soviético, no dista mucho del Soberano que en El día del oprichnik Vladimir Sorokin coloca al mando absoluto de la Rusia del Siglo XXI.

Aunque Vladimir Putin considere una locura el reimplante del imperio comunista, él trabaja a diario -no importan los métodos- por el regreso de su cara más tenebrosa: el viejo totalitarismo ruso que entronca con Iván el Terrible, Stalin y esa represión burocratizada que hace hoy innecesaria la vuelta del gulag.

En Occidente, mientras tanto, nos preocupan otros re-instauradores, los que se lo toman en sentido literal: el referéndum xenófobo que ha triunfado en Suiza, el auge de los partidos euroescépticos y de extrema derecha... En España, en concreto, nos vemos atemorizados por nuevos partidos ultras como Vox o por la deriva recentralizadora y neoconservadora de formaciones como UPyD y Ciutadans, pero olvidamos en nuestro presente la re-instauración del viejo orden que se promueve desde el interior del propio sistema democrático. Olvidamos nuestra historia y nuestra literatura; barón Von Metternich que la imponga ni un Napoleón que derrotar. No nos hace falta un nuevo Pérez Galdós que atestigüe por escrito la entrada de los Cien Mil Hijos de San Luis, el sitio de Cádiz y la persecución y caza de los liberales. No hagan caso a cabezas rapadas fanfarrones ni a quienes hacen demagogia sobre el terrorismo; olviden las banderas con aguiluchos y a los cuatro nostálgicos sin futuro que cada noviembre alzan sus brazos; nadie con cabeza pretende la re-instauración del franquismo; es un esfuerzo demasiado cansado y, de todas formas, eso ya está en la cara B del programa de quienes nos gobiernan. El pasado ya está aquí.


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