lunes, 10 de diciembre de 2012

Invierno en el florido pensil

El gobierno de Mariano Rajoy está bien surtido de tenebrosas criaturas surgidas de alguna parada de los monstruos o de un estrambótico circo del oscuro pasado, pero ninguno gana en inquietante al ministro de Educación y Cultura José Ignacio Wert. Seguro que a muchos -incluido él mismo- les tienta compararle a los ministros del Opus Dei de los estertores del franquismo que tanto alardeaban de su   eficacia. Pero Wert es menos atávico pero si cabe más siniestro. Desde que avanzó su contrarreforma educativa, hemos perdido mucho tiempo discutiendo de lenguas y de curas, pero así hemos olvidado que lo trágico de la reforma Wert es que convierte la
Universidad española en un secarral sin futuro y que condena a generaciones de niños y niñas a la cochambre, al "que inventen ellos", sin investigación, sin progreso y no hablemos de trabajo. El muy patán justifica en la defensa del español y la libertad de elegir que su gobierno se distraiga legislando lo mismo que  la Ley ha garantizado mil veces. Además calla que los padres que, en sitios como Cataluña, quieran que sus hijos estudien en español sólo podrán recurrir a la escuela privada. De hacer caja se trata. Es cierto que la Educación para la ciudadanía debería ser obligatoria desde Infantil hasta Educación para adultos y que la religión, en  casa de cada uno, pero si no nos libramos de este tipo, la vieja educación nacionalcatólica nos parecerá hasta moderna.

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