Tanto tiempo culpando a los ayuntamientos y a las autonomías del déficit y ahora resulta que el moroso que avergüenza a España es el gobierno de d. Mariano. Como toda esa pasta nos la debe a todos los europeos me planteo enviar un dedo suyo a su familia por cada mes que tarde en devolver mi parte. A algunos les parecerá una medida muy radical y pelín mafiosa, pero nadie ha hablado de meterle en la cama la cabeza de Luis de Guindos. ¡Del susto no se recupera! Total, con lo indeciso que es ¿para qué quiere los índices? Nunca sabría adonde señalar. Tampoco serviría raptar a la ministra de Empleo. ¿Cómo Fátima Bañez va a poner sin dedos velas a la Virgen del Rocío?
martes, 25 de diciembre de 2012
lunes, 10 de diciembre de 2012
Invierno en el florido pensil
El gobierno de Mariano Rajoy está bien surtido de tenebrosas criaturas surgidas de alguna parada de los monstruos o de un estrambótico circo del oscuro pasado, pero ninguno gana en inquietante al ministro de Educación y Cultura José Ignacio Wert. Seguro que a muchos -incluido él mismo- les tienta compararle a los ministros del Opus Dei de los estertores del franquismo que tanto alardeaban de su eficacia. Pero Wert es menos atávico pero si cabe más siniestro. Desde que avanzó su contrarreforma educativa, hemos perdido mucho tiempo discutiendo de lenguas y de curas, pero así hemos olvidado que lo trágico de la reforma Wert es que convierte la
Universidad española en un secarral sin futuro y que condena a generaciones de niños y niñas a la cochambre, al "que inventen ellos", sin investigación, sin progreso y no hablemos de trabajo. El muy patán justifica en la defensa del español y la libertad de elegir que su gobierno se distraiga legislando lo mismo que la Ley ha garantizado mil veces. Además calla que los padres que, en sitios como Cataluña, quieran que sus hijos estudien en español sólo podrán recurrir a la escuela privada. De hacer caja se trata. Es cierto que la Educación para la ciudadanía debería ser obligatoria desde Infantil hasta Educación para adultos y que la religión, en casa de cada uno, pero si no nos libramos de este tipo, la vieja educación nacionalcatólica nos parecerá hasta moderna.
jueves, 6 de diciembre de 2012
Mao Zedong
En los años sesenta del siglo pasado el líder del Partido Comunista de China, apoyándose en sectores radicales, embarca a su país en una sangrienta campaña presuntamente dirigida contra la burocratización y el aburguesamiento de las élites que son intrínsecos a toda dictadura comunista, la Revolución Cultural. La excusa fue salvar la ortodoxia y conjurar las tentaciones capitalistas que con tanto entusiasmo abrazaron los sucesores de Mao. El resultado de aquella locura, además de diez millones de muertos y el afianzamiento de Mao como dictador indiscutible, fue la purga de todo lo que se consideraba intelectual -hasta un sencillo maestro- Millares fueron condenados a trabajos forzados en el campo hasta recuperar la pureza ideológica y sometidos a pantomimas de juicios a manos de tribunales populares.
A varios años y siete horas de huso horario, el Pequeño Timonel tomaba buena nota -para algo era registrador- y tenía algunas ideas: Si un parado pretende mantener el subsidio, varios meses al campo a prevenir incendios, aunque en su vida no haya plantado ni el árbol de Navidad. Y que los funcionarios no se hagan los suecos: Como el campo no da para comer, un par de veranos sirviendo copas o haciendo camas en los hoteles, e igual hay para recuperar la paga de diciembre. Cuando el Diablo no tiene qué hacer, mata moscas con el rabo.
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