Te pones a escribir y consultas o citas a los más sesudos expertos, pero el comentario de un lector basta para enseñarte que no hay mayor experto en la vida real que quien la padece. Uno de ustedes me dejó al pie de la columna del lunes pasado sobre la equivocada austeridad de Rajoy un comentario, amargo y lúcido, sobre una generación y un país sin futuro. Y había mucha más verdad en la apostilla que en la columna. Me llamaba la atención el lector sobre la ironía de que en la última tarde de 2011 TVE emitiera la película “Vente a Alemania, Pepe”, mirada simplona y folclórica sobre el exilio económico de millones de españoles con el que se apuntaló la economía del franquismo. La conclusión del lector era que a jóvenes como él les están mandando el mensaje de que lo único que pueden esperar de 2012 es un billete de avión para largarse de un país en el que te estafan desde el dentista que cobra sin factura hasta la Casa Real, pasando por el presidente de tu caja de ahorros y el de tu equipo de fútbol.
Me hablaba de lo doloroso que es dejarlo todo pero, escribía, “en cuanto pueda doy el salto, porque mi patria es aquella que me da de comer”. Tiene razón, hemos perdido tanto poder adquisitivo que ya no nos queda suelto para patriotismo. La patria es como esos coches de gran lujo cuyas ventas subieron un 83% en 2011, para quien pueda pagarla. Van a ser muchos españoles los que tengan que llamar a las puertas de la cancillería alemana para pedir trabajo; la patria, que se la repartan los presidentes de los bancos, Goldman Sachs y los oligofrénicos que celebran la conquista de Granada a golpes con los periodistas.
No era en Alemania sino en Canadá donde imaginaba mi lector su exilio y comparaba los casi dos mil euros que, al cambio, cobra un camarero en ese país y la nómina a que puede aspirar un ingeniero recién salido de la Universidad española. Me acordé de la contestación popular a la vergonzosa campaña de Esperanza Aguirre para convencer a los madrileños de que, a 1,50 euros el billete, el Metro de Madrid es de los más baratos de Europa. En los carteles pagados por la Comunidad, rotuladores anónimos comparaban los congelados 641 euros del salario mínimo de un español con los dos mil de un usuario del metro de Estocolmo o los 1.309 de un parisino. Una mísera soldada que medio país ni siquiera alcanza y cuya congelación -uno de esos sacrificios que le duelen a Soraya más que a usted- tendrá un efecto inapreciable en el ahorro, porque el objetivo no es ahorrar sino amedrentar: Si esto es lo que espera a quienes están peor, usted, el del contrato fijo, vaya preparándose. Ni Lovecraft imaginó nada tan pavoroso como la rueda de prensa que sigue al Consejo de Ministros, cuando los ojos saltones de la vicepresidenta parecen salirse de sus órbitas mientras te da a elegir susto o muerte.
1 comentario:
Me disponía a leer Granada Hoy, como todos los días y terminando de leer la sección de opinión, me encuentro con la columna 'El que apaga la luz', la que más me llena... la guinda del pastel.
Cual es mi sorpresa, al leer el título (Vente a Alemania, Pepe). Hace unos días atrás había dejado un comentario en el blog de Federico, un profesional de la comunicación que toca muchos temas de interés personal, con una visión personal pero muy cercana a la verdad.
Conforme iba leyendo, pude comprobar que había dedicado su columna de los lunes a hablar sobre un problema que afecta a toda una generación, el paro.
Para ser sincero, esta persona es de esas personas que vale la pena conocer, y con eso lo digo todo.
Me satisface mucho que Federico se haya hecho eco de una inquietud que espero más pronto que tarde, se desvanezca.
fernando-1492@hotmail.es
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