jueves, 29 de mayo de 2014

Encastados y descastados

Los resultados en España de las elecciones al Parlamento Europeo del 25 de mayo han dejado descolocados a los representantes de los partidos tradicionales, pero el miedo a lo nuevo se ha extendido más allá del bipartidismo de los nuevos Cánovas y Sagasta que sueñan con una tranquila y ordenada alternancia, manchando también a fuerzas en ascenso -no tanto como esperaban- que se resisten a reconocerse dentro de lo que el triunfador líder de Podemos llama la casta. Pero Izquierda Unida y UPyD demuestran formar parte de lo que Pablo Iglesias denomina el régimen del 78. No es de extrañar que desde los partidos tradicionales y sobre todo la caverna se hayan lanzado a la garganta del nuevo supervillano y los suyos tachándolos de extremistas y populistas -los más suaves- o de frikis, antisistemas y perroflautas a sueldo del bolivarismo -los exaltados.

Reconozco que no les voté -me sentía más identificado con las propuestas de Equo-, pero me alegra y estimula la llegada de estos portavoces del precariado, la nueva clase social creada por el capitalismo del Siglo XXI. Las reacciones en la derecha, negándose a asumir el varapalo o a aprender lección alguna, eran previsibles; tampoco se puede esperar mucho del partido hecho a la medida de Rosa Díez; sí cabe pedir un cambio de mentalidad en los comunistas y sus adláteres, que no alcanzaron un acuerdo preelectoral con Podemos por negarse a realizar unas primarias abiertas -parece que el centralismo democrático es más que un rescoldo del pasado-; más peregrinas y preocupantes me parecen las decisiones tomadas por el PSOE y su hasta el lunes secretario general, Pérez Rubalcaba. Convocar un congreso a la vieja usanza, antes de que se pronuncien militantes y simpatizantes, es una solución gatopardiana -que todo cambie para que todo permanezca inamovible-:  vértigo me da imaginar de candidata a la Moncloa a alguien a quien no se conoce ocupación alguna fuera de la política, y no porque antes estuviera en paro: Susana Díaz lleva desde los dieciocho años ocupando cargos orgánicos y desde un coche oficial no se divisa -y menos se comprende- el sufrimiento.

No olvidemos que, nos guste o no, una alternativa al poder actual pasa por un primer ministro -o primera ministra- socialista, otra cosa son los apoyos con que cuente.

Se puede decir que quienes han dado la sorpresa entrando en Estrasburgo y en la escena política española son unos descastados frente a una casta que se encasta -en el DRAE procrear, hacer casta-, verbo que suena parecido a encastrar -ensamblar piezas complementarias-. Hablando del conjunto de nuestros socios, estaremos de acuerdo en que la Europa unida no lleva los nombres de Lepen o el UKIP, pero creo que tampoco se puede llamar Juncker ni Draghi. En España de momento los descastados le roban terreno a los encastados. Que dure.

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