lunes, 30 de mayo de 2011

Decidimos no decidir



Anoche la Plaza del Carmen, la Puerta del Sol y otras ágoras de la indignación se planteaban si levantar o no unos campamentos agonizantes a los que la brutal intervención de los Mossos en Barcelona insufló un último halito de vida. 'Decidimos no decidir', se corría la voz en Twitter de que la asamblea, por amplia mayoría, ha acordado que para qué decidir hoy lo que podemos decidir pasado mañana. La calle parece que quiere competir en burocracia con los despachos oficiales. El farragoso entramado de comisiones y subcomisiones deberá ahora debatir entre opciones tan complicadas como un sí o un no. Claro que decir sí o no parece fácil pero puede ser tan farragoso como lo expresa el intrépido gacetillero de Ideal que ha querido ser arte y parte en el 15-M granadino: "Hay dos resultados previsibles. Que se apruebe la autodisolución o que no se apruebe". Un genio.

La intervención de la policía francesa en la acampada parisina se ha intentado convertir en otro empujoncito de rabia para seguir adelante, como lo es esta mañana el desalojo por parte de la Policía Local de "La Indiscreta", un edificio de oficinas de Gran Vía que llevaba diez años abandonado hasta que un grupo desvinculado del movimiento okupa entró en él hace dos meses para rehabilitarlo y convertirlo en centro social, con el beneplácito de los vecinos. No hace falta ser un lince para ver la provocación intencionada que el Ayuntamiento de Granada hace a los acampados ante su impotencia para conseguir que abandonen la Plaza del Carmen, con torpeza y brutalidad comparables a las de los responsables de la Generalitat. Contagiado del lenguaje burocratizado y farragoso de las asambleas el antes mentado gacetillero oficial -o autorizado- y aspirante a gurú de Internet, lo explicaba con claridad pristina: "El segundo escenario es el que iba a pasar y no pasó por un elemento que interrumpió la sinapsis neuronal que vincula vía Internet y sus potentes herramientas de comunicación y difusión todas las acampadas repartidas por España y por el extranjero. "La carga de los Mossos en la Plaza de Catalunya ha impedido que hoy domingo hubiéramos ganado la fuerza necesaria para lograr el levantamiento de la acampada en Granada vía aprobación en la asamblea de esta tarde". ¡Cómo tienen algunos la sinapsis neuronal, cielo santo!


Pero no nos engañemos, ni las plazas ni Twitter son el mundo real. Esa España que el 22 de mayo votó en masa al PP aplaude el desalojo a hostias de la Plaza Catalunya y sin duda la Granada de las vírgenes y el 70% de voto al PP, también lo haría si ocurriera lo mismo en la Plaza del Carmen. Son las contradicciones de este convulso en el que grandes esperanzas y grandes decepciones se han alternado.

Lo que resulta difícil de entender son algunas sorprendentes decisiones de los acampados granadinos, como desmarcarse de la jornada de manifestaciones que ayer domingo se realizaron en otras ciudades andaluzas, como la gran manifestación de Sevilla. O que costara Dios y ayuda que la asamblea aceptara, a regañadientes, apoyar una manifestación organizada por asociaciones de parados contra el desempleo y la precariedad -y que contó con poquísimos acampados entre sus escasos participantes- ¿No era precisamente por reivindicaciones como esa por lo que surgió el movimiento, o será que ya pocos se acuerdan de por qué llevan doce días en la plaza?

Hay esperanzas porque hemos visto cómo las comisiones de espiritualidad, los gurús y la farfolla que han desprestigiado el movimiento han ido dando paso a la extensión por los barrios, la didáctica y la acción práctica en un acelerado camino hacia la madurez que implica sustituir los campamentos por la política, con los partidos o sin ellos, trabajando por los cambios urgentes que la democracia y la economía española precisan. Sabemos que con la izquierda tradicional no se puede contar. Antes de las elecciones, a los dirigentes socialistas se les llenaba la boca de comprensión, y todos hacían suya la indignación común. Desde el 22 de mayo, ni uno sólo se ha referido a las movilizaciones callejeras ni siquiera de refilón. Hacen como si nunca hubiera existido y se concentran en acabar con los ultimos vestigios de democracia interna dentro del PSOE y certificar la muerte de la socialdemocracia con el golpe de mano del bunker felipista.

Es necesario poner fin a las acampadas y optar por otros modelos de participación, más efectivos y que no corran el riesgo de hacerse impopulares por pesados. El modelo asambleario de las acampadas que se pretende el summum de lo democrático no es tal cosa, y además no da resultados. Las interminables asambleas en la Puerta del Sol parieron cuatro míseras propuestas -menos de lo que Democracia Real Ya había defendido desde el principio sin tanta verborrea estéril- y ninguna referida a la situación económica, con la que está cayendo. En Granada los mínimos eran más sociales, pero su apuesta por la democracia asamblearia da pavor. Eran asambleas de adolescentes fanatizados las que sometían a público escarnio y mandaban al cadalso o a trabajos forzados a millones de chinos durante la Revolución Cultural; por lo general a ese profesor que te había suspendido o al vecino al que tenías ojeriza. 



Por desgracia, en las acampadas, y particularmente en la Plaza del Carmen, lo totalitario ha sido una permanente sombra. Salvo honrosas excepciones a los medios de comunicación se les ha dado burocracia y censura: exigirte que te acreditaras o identificaras e imponer qué se podía grabar y que no. Los coríferos del burdo “¡Televisión, manipulación!” no entendían que hasta el documental de La Noria hace más por el movimiento que todos los dazibaos sembrados de consignas ocurrentes. Creen en Twitter como una religión. Las consignas, como la de "la información os hará libres" que circulaba ayer, se retuitean como un mantra hasta convertirlas en una verdad oficial, por no hablar de la rápida conversión de rumores en verdades -esta mañana Twitter y Facebook echaban humo con los que juraban por Snoopy que estában desalojando la Plaza del Carmen porque se habían enterado por Radio Macuto del desalojo de La Indiscreta-. Llamo la atención sobre este fenómeno, porque lo que supuestamente debería facilitar el debate libre y sin límites, a base de hooliganismo organizado se convierte en una forma de imponer ideas y desacreditar al discrepante. En el informativo diario que los acampados colgaban en YouTube –pura propaganda, aunque la propaganda es perfectamente legítima mientras no se haga pasar por información- un chico de la Comisión de Difusión decía: “No queremos que vengan medios y entrevisten a cualquiera y eso pase por la verión oficial. Estamos pendientes de a quién entrevistan. Facilitarles el trabajo a los medios y al mismo tiempo controlar qué mensajes aparecen” (Está a partir del minuto 2'10" del vídeo). El jefe de prensa de Augusto Pinochet estaría de acuerdo.

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