sin más sentido que el mero hecho de acumular cosas,
de seguir comprando y comprando,
pero que nada es de tal valor que no se pueda volver a comprar.
Acabas atado a las cosas que compraste
para sentirte acompañado.
(Carlos Zanón. Taxi, Salamandra, 2017)
La historia se repite una y ota vez: Al pobre hombre lo encontraron en su
casa de la calle .... Los bomberos tuvieron que franquear
una puerta bloqueada por montañas de basura. Este hombre en concreto tenía sólo cuarenta
años cuando su problema se hizo noticia, en la Granada de 2007; demasiado joven para padecer el síndrome de Diógenes, una
forma extrema de aislamiento social cada vez más extendida entre los
mayores, también en Andalucía como dos años antes ya alertaba una información de 20 Minutos. La reclusión en el propio hogar y el abandono de la higiene
son síntomas. Quienes lo sufren puede llegar a acumular toneladas de
basura en sus domicilios y vivir voluntariamente en condiciones de
pobreza extrema. Reúnen grandes cantidades de dinero en su casa o en
el banco sin tener conciencia de lo que poseen. Están convencidos de
vivir en extrema pobreza, y ahorran y guardan artículos sin ninguna
utilidad.
De Diógenes de Sinope, un filósofo
de Corinto de la escuela de los cínicos contemporáneo de
Aristóteles, tomaron los médicos el nombre del mal, toda una
paradoja, pues Diógenes llevó al límite el ascetismo: apenas
comía, se vestía con andrajos y según Juvenal dormía dentro de un
tonel. Se cuenta que Alejandro el Grande fue a verle a su insólita morada y le
ofreció hacer realidad cualquier deseo que tuviera. Diógenes le
pidió que se apartara del sol ya que la sombra del emperador le
impedía disfrutar de él.
El acaparamiento compulsivo es un trastorno mental en el que la persona que lo sufre recoge de forma obsesiva muchos objetos y no desecha nada. Estos pueden ser libros, ropa, antigüedades, objetos de colección, incluso animales, éstos en condiciones penosas (síndrome de Noé). Sus domicilios suelen estar muy desordenados y faltos de higiene, lo que puede conducir a situaciones peligrosas, como incendios o infecciones. También puede ser una enfermedad muy costosa, debido al hecho de que los acaparadores compran artículos innecesariamente. Estas personas no son sólo un problema para ellos mismos, lo son también para los que viven en su entorno. En Estados Unidos se estima que más de un millón de personas lo padecen, y en España El País contaba hace un par de años el extraño caso de Ángel, un Diógenes aislado del mundo real pero con una intensa vida virtual.
A pesar de que las cifras del Síndrome de Diógenes afirman que los más propensos a sufrir de esta enfermedad son adultos mayores de sesenta y cinco años o personas con problemas económicos o de adicción a las drogas, la historia ha probado que cualquiera puede padecer esta enfermedad. Existen varios casos de famosos con Síndrome de Diógenes cuyas historias nos dejan ver que incluso en los perfiles de personas comunmente consideradas normales se puede encontrar este tipo de comportamiento obsesivo compulsivo.Esta fascinante y dura enfermedad ha llegado a estar presente en las familias más pudientes y adineradas de la sociedad en distintos países:
Esta fascinante y dura enfermedad ha llegado a estar presente en las familias más pudientes y adineradas de la sociedad en distintos países.Esta fascinante enfermedad ha llegado a estar presente en las familias más pudientes y adineradas de la sociedad en distintos países:
Edith Bouvier,
nna chica rica de familia adinerada y reconocida en Nueva York es la prueba de que no importa ni el dinero ni la educación de primera que se haya recibido, existen factores genéticos y psicológicos que no se pueden obviar y que terminan desencadenando en al acumulación compulsiva.
Es casi imposible nombrar un objeto que Edmund Trebis no consiguiera acumular en su apartamento de Londres. Su fama se debe a sus constantes enfrentamientos con la autoridad debido a la acumulación de trastos que tenía en su patio. Fue conocido por su excentricidad y obsesión por la acumulación de trastos en su hogar. Falleció a las 83 años.
Mucho Diógenes de nuestros días no necesita llegar a la senectud para aislarse de forma tan radical
rodeado de sus posesiones, escasas o abundantes. De hecho estos tiempos crean otra
clase de Diógenes con todas las necesidades cubiertas; me miro al
espejo y veo a uno de esos receptores compulsivos de información sin
tiempo para digerirla. No viviré lo suficiente para leer las Obras
Completas de Borges o Lovecraft que aguardan en las estanterías de Ikea
que se multiplican ocupando todos los rincones libres de mi casa.
Estiramos el espacio pero no disponemos del tiempo. No hay vida lo
bastante larga para leerlo todo, para ver todas las películas que
grabamos y compramos, pero seguimos acumulando obsesionados por no
caer en la indigencia cultural. Ya no releemos, no volvemos a ver una
película, hemos dejado de aprendernos de tanto escucharlas canciones
de las que inventabamos la letra si no conocíamos el idioma en que
estaban escritas.
A lo que me refiero es a un síndrome de Diógenes cultural -quien esté libre de pecado, ya sabe-, que en un principio sólo se manifestó en la acumulación de libros (bibliomanía). Sí, también tengo libro electrónico, pero guardado en un cajón. ¿Qué quieren? no se traiciona al amigo librero y todo librero es un amigo. Se sumaron discos compactos y de vinilo, casetes - mientras las hubo- cintas de vídeo -lo mismo. y deuvedés, las descargas de música -desde hace tiempo sólo las legales en mi caso-, música y películas que ni en diez vidas podremos ver y escuchar.
A lo que me refiero es a un síndrome de Diógenes cultural -quien esté libre de pecado, ya sabe-, que en un principio sólo se manifestó en la acumulación de libros (bibliomanía). Sí, también tengo libro electrónico, pero guardado en un cajón. ¿Qué quieren? no se traiciona al amigo librero y todo librero es un amigo. Se sumaron discos compactos y de vinilo, casetes - mientras las hubo- cintas de vídeo -lo mismo. y deuvedés, las descargas de música -desde hace tiempo sólo las legales en mi caso-, música y películas que ni en diez vidas podremos ver y escuchar.
Los bomberos
deberán derribar las estanterías repletas para entrar en nuestros
pequeños pisos, pero además ahora desarrollamos un síndome de
Diógenes del disco duro. Las descargas de Internet nos hacen
acumular películas y discos El ordenador no es bastante, encadenamos periféricos: los
250 gigas,
los 400, el terabyte… sé que se puede ver online, pero dónde se ponga la posesión del objeto físico... y en cuanto a la música, lo mismo: no me aclaro con Spotify ni me convence. Al menos nunca me ha dado por el coleccionismo friki de mershandising y demás quincalla, que encima ocupa más espacio. Cuando en vano intentamos ponernos al día con lo acumulado nos
aislamos del mundo real tanto como el pobre vecino de las noticias.
Te das miedo y piensas: necesito un médico; pero no sabes si pedirle
que te cure el síndrome o que te alargue la vida doscientos años
más para padecerlo con gusto.
A partir de unartículo que publiqué en Granada Hoy en febrero de 2007
A partir de unartículo que publiqué en Granada Hoy en febrero de 2007