Seis millones era el rubicón. Con 6,2 lo hemos sobrepasado de sobra. Pero al hombre que nos gobierna y a quien ni 10 ni cien millones devotos, que en un mal día se nos escaparon , legitima como nuesto representante, le resbalan por el cristal de su mundo de plasma y por el parapeto de su pizpireta vicepresidenta. Ha ampliado a sí mismo la irresponsabilidad que la Ley reserva al jefe del Estado. Alguien hoy mismo le comparaba con el rey Edipo, proclamando que las calamidades que afectan a su pueblo son dictadas por unos dioses caprichosos, y que él sólo pasaba por aquí, limitándose a cumplir su inevitable voluntad. Yo también lo asemejaría a El caballero inexistente de Calvino, convencido de obrar bien alejándose de una realidad incomprensible y desagradable a la vista.
No obstante, su extrema futilidad, su insoportable levedad no es irrelevante sino dañina. P or esto la posibilidad de un levantamiento de los desesperados, hasta ahora para los líderes de la izquierda sólo un temido efecto secundaerio de las políticas de Rajoy, es hooy una creíble y legítima forma más de borrarle del mapa y sepultar en el vertedero de la Historia a este caballero inexistente.