domingo, 14 de septiembre de 2008

Granada Hoy, la columna del 15 de septiembre



Bananas


A Steven Soderbergh le han reprochado que en Ché Fidel Castro parece el dictador de Bananas de Woody Allen. No hay caricatura en ello, al contrario, mediante el naturalismo extremo Soderbergh logra deslindar el personaje del mito. Castro es realmente el dictador de Bananas, un histrión que habla mediante consignas, ideológicamente envarado e incapaz de pedirte que le pases la sal sin darte un mitin. Me repele su teatralidad, pero sus hechos hay que analizarlos aparte, con sus luces y sombras, aunque parezca evidente que en Castro las sombras ganan por goleada.

Si aplicamos ese análisis realista a todos los revolucionarios bananeros con
Hugo Chávez a la cabeza, su chocante personalidad no nos impedirá ver que sus políticas responden a problemas e injusticias enquistados ante los que los políticos tradicionales fracasaron. De Chávez no soporto al histrión, el fanfarrón cuartelero y machista tan parecido a aquellos milicos del Cono Sur que entrenaba la CIA en la Escuela de las Américas. A su furia nacionalizadora le sobra teatralidad pero no me pidan simpatía por los ricachones nacionalizados. Y hoy desde España y Europa ni siquiera podría darle lecciones de democracia: Cuando su pueblo le dice no en un referéndum limpísimo, lo acepta. Nuestro Gobierno y nuestros tribunales prohíben que el lehendakari pueda consultar a los vascos. Europa dice por dos veces no a una Constitución y los Sarkozy y Zapatero se agarran al despotismo ilustrado para imponerla a unos ciudadanos que no saben lo que les conviene.

Es detestable un
Evo Morales que aprueba constituciones en cuarteles, pero el referéndum revocatorio de Bolivia ha sido de una limpieza absoluta. Chávez saca sus más bananeras esencias cuando en apoyo a Morales echa al embajador estadounidense con su váyanse al carajo, yanquis de mierda.

Amplificamos la payasada pero nos olvidamos de la causa de la crisis, la expulsión del embajador estadounidense en La Paz. Y resulta que ese diplomático,
Philip S. Goldberg, llevaba meses conspirando con los prefectos de las provincias independentistas, casualmente las que tienen las mayores reservas de gas natural. Tiene antecedentes el embajador: Intrigaba por los Balcanes para el Departamento de Estado cuando independentistas albaneses se rebelaron a bombazos contra las autoridades serbias en Kosovo.

Nada es simple con estos personajes, por eso propongo que nos fijemos más en un bananero menor, el violador de hijas Daniel Ortega, que acosa y hostiga a un revolucionario honesto y un gran poeta como es Ernesto Cardenal por plantarle cara a sus corruptelas. El Premio García Lorca este año debería ser para Cardenal, reconoceremos así su poderosa poesía, pero también vocearemos la injusticia que Ortega está cometiendo contra él, todo un resistente fiel a sus ideas, tan íntegro como necesario.

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