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miércoles, 25 de febrero de 2015

Meterse en jardines, pisar charcos

Plaza Syntagma, Atenas.
Febrero de 2012


Los jardines de la disidencia, la última novela del estadounidense Jonathan Lethem -Literatura Random House, 2014- dibuja, a traves de la trayectoria de tres generaciones de un par de familias, la geografía y la historia de la contestación norteamericana desde mediados del siglo XX hasta estos inicios del XXI. Esa historia comienza con el triste devenir del comunismo americano, que vivió sometido a la implacable persecución de Joseph McCarthy y J. Edgar Hoover -para la que haber luchado en la Brigada Lincoln o simpatizado con la República Española no eran motivos de sospecha sino pruebas de cargo para una condena- y se diluyó como un azucarillo en el café de la decepción y el desconcierto cuando Nikita Kruschev, en el XX Congreso del PCUS, denunció las purgas y los crímenes del estalinismo; continúa con la generación beat y la contracultura, el floreado hippismo -sobre el que no escatima ironía- y la protesta contra la guerra del Vietnam; ya en el ocaso del siglo la solidaridad con los movinientos de liberación  de America Latina -el Chile de Allende y el sandinismo-; y por último las acampadas que culminaron en el reciente Occupy Wall Street.

Los jardines de la disidencia
Estos años, particularmente los últimos, no sólo han conocido la disidencia en Norteamérica sino en todo el mundo, aunque en algunos casos y lugares los resultados no han sido los esperados ni tan siquiera han sido positivos -las primaveras árabes, la plaza Maidan en Kiev, Hong Kong-; y por aquí hemos debido prestar especial atención a la rebelión de la plaza Syntagma en Atenas y a nuestro 15-M, movimiento al que me he referido varias veces en este blog, unas con esperanza, otras con decepción, pero siempre con escepticismo. Algo más que unos lemas ingeniosos nos debe haber quedado de lo  ocurrido en Grecia y España en 2011 cuando los griegos tienen un gobierno que planta cara a la hasta ahora intocable oligarquía económica que controla Europa -aunque sea dejando en el camino compromisos y ambiciones sanas y legítimas- y aquí el sistema se ve contaminado por formas y formaciones diferentes -Podemos, aun con el lastre de su soberbia y sus amistades bolivarianas, y la Izquierda Unida de Alberto Garzón, con el de unas malas expectativas electorales en las encuestas-, que acarician la posibilidad de ser determinantes. Podemos limtarnos a prestarles -nunca darles- la confianza del voto, pero con eso no basta, ni mucho menos. Mientras tanto y después tenemos mucho más que hacer, muchos trenes que coger, mucho barro con el que mancharnos. Hay que tenerlos vigilados, estar en todos los fregados, meterse en todos los jardines, pisar todos los charcos.

miércoles, 15 de mayo de 2013

15-M, dos años para no cambiar ni de nombre




 No me  gustan las efemérides.  Tampoco ésta del segundo aniversario del  15-M. 15-M,  otra de tantas fechas apocopadas -11-S, 20-N...- que se van  sumiendo en el pozo del olvido.   Conmemorar el 15 de mayo de hace dos años me recuerda que en 2012 se celebró el vigésimo anivesario de la  Expo'92. Fue como recordar con un pedo  un ataque colectivo  de gases veinte años antes; gases innobles,  livianos, gases inocuos cuyo hedor se propagó desde la Isla de la Cartuja a toda  España. El colmo de lo posmoderno: Una simulación celebrando una simulación. Pero no debo hablar siempre en tercera persona. Anque del 15 de mayo ni me enteré y fui crítico desde el principio, después yo estuve en alguna de aquellas plazas. Sentados sobre el frío suelo creímos que podíamos  cambiar el mundo por Twitter. Las redes sociales lo  han sabido agradecer,  poniendo altavoces a la efemérides de hoy y amplificando las paupérrimas manifestaciones del domingo y el lunes. En plena ensoñación revolucionaria olvidamos que aquella pluralidad multicolor era una farsa, que el movimiento exigía su propia uniformidad; había que ser propalestinos, negar el  Holocausto, apoyar los nacionalismos y admirar regímenes como el de  Cuba y el de Venezuela, tan duchos a la  hora de aplastar la libertad. Para SER 15-M  había que pensar 15-M, hablar  15-M y hasta  vestir 15-M, no diferenciarte de la norma revolucionariamente correcta, como si siguieras  aquellos anuncios de las  sombrererias franquistas que advertían de que los rojos no usaban sombrero, no diferenciarse para no ser tomados por uno de los putrefactos de Lorca y Dalí. Entre las ristras de carteles con frases ingeniosas echaba en falta los de SE VENDE que oferta cualquier papelería.

La decepción comenzó una mañana electoral de junio. Los acampados en la plaza del Ayuntamiento de Granada se levantaban saludando al sol con una biodanza.  Hippies de inocencia perdida comenzaron a venerar a los hechiceros de la homeopatía,  a seguir la monserga de los hierbajos medicinales y  a abominar de la malvada medicina tradicional. Hoy se cierran los hospitales y se despide a los médicos. Ecologistas dejaban las plazas enterradas en basura. Víctimas de la ESO que amenazaban a sus padres se tornaban en cultos pacifistas e izaban a los altares en vida a ateos como Sampedro o Vinçenc Navarro a quienes no se habían molestado en leer.  Proletarios con iPad cambiaron las barricadas por las acampadas , que son más cómodas ¿Fue casualidad que eligieran la festividad de San Isidro Labrador, el patrón de los señoritos, que se echaba a la siesta mientras unos ángeles le hacían todo el trabajo? La verborrea revolucionaria confundía el debate con las interminables asambleas y con el vicio español de acallar a quien disiente gritando más alto.

El desapego se fue ensanchando y aquel invierno, tras una cena de Navidad con otros periodistas, nos burlamos de los indignados canturreando el omnipresente que no, que no nos representan. Claro que nos representan, bobos, nos representan mal y nos traicionan, pero son nuestros representantes.

Pero los escasos amagos de participación nos llevaban a la época de los grupúsculos de extrema izquierda y las siglas más largas que las candidauras. Las pocas acciones emprendidas después -las fracasadas tomas y asedios del Congreso-  bordearon peligrosamente las fronteras invisibles del totalitarismo.

¿Qué ha cambiado en estos dos años?  Cuando nació el 15-M la burbuja imobiliaria había pinchado ruidosamente, siguiendo las leyes de la Física. Ya no había un mono capaz de cruzar España saltando de grúa en grúa. En cambio  la burbuja revolucionaria se desinfló lentamente, con una inaudible pedorreta, como un globo a medio hinchar. Donde se alzaban prepotentes edificios hoy quedan solares llenos de cascajos entre los  que crece la maleza. Aún estaban las tiendas ancladas a las plazas cuando la derecha arrasó en las elecciones. Las persianas de la tiendas están echadas, las ventanas tapiadas. A la amnistía fiscal siguió una amnistía de la memoria que la blinda ante la autocrítica. Ahora viene la amnistía al hormigón en las playas. Confiamos a programas de televisión destapar asuntos turbios. Es cierto que las corruptelas salen a la luz más que nunca, pero se cuentan con una mano quienes han pasado por los tribunales.

En 2011 los revolucionarios del Norte de África pasaron de ser esclavos de militares corruptos a ser discípulos de fanáticos religiosos. Por fortuna, nuestra revolución de juguete fue un fracaso. Gracias a ello, seguimos viviendo en una democracia, llena de defectos e injusta, pero democracia. 15-M, sic transit gloria mundi.

Próxima entrada: "El cuerno de la abundancia (en pocos días)

domingo, 8 de abril de 2012

Cambio de régimen o coche oficial (IU ante la gobernabilidad de Andalucía)

La victoria parcial, fracaso total -como con muy mala baba titulaba el ABC de Sevilla- de Javier Arenas en las elecciones del 25 de marzo, dejó a la -autodenominada- izquierda tan feliz como descolocada. El perdedor José Antonio Griñán podía citar aquel glorioso número de Faemino y Cansado sobre Carlos Sainz, “mola mucho más ser subcampeón que campeón”, y quienes podían tirar cohetes eran los de Izquierda Unida, con unos resultados que les permiten duplicar su representación parlamentaria, pero que siguen estando muy por debajo del techo que marcó Julio Anguita.
Las direcciones nacional y regional de Izquierda Unida han dejado claro que no se va a permitir un gobierno en minoría del Partido Popular, como ocurrió en Extremadura tras las elecciones de mayo de 2011. Se impone, por tanto, negociar, sea investidura, acuerdo de legislatura o gobierno de coalición entre socialistas e IU. Al PSOE le toca dejarse querer y ceder en la negociación; es a Izquierda Unida a la que le corresponde adoptar las decisiones más delicadas y trascendentales para su futuro. Con todo el escepticísmo que uno quiera aplicar -mucho en mi caso-, este acuerdo, sea cual sea la forma que adquiera, abre un panorama de cambio esperanzador si lo comparamos con el cambio hacia atrás que proponía Arenas, y la posibilidad de hacer políticas más cercanas a las de la izquierda real, respondiendo a la crisis de manera opuesta a como lo hace el gobierno de Mariano Rajoy. Sin embargo se empiezan a ver síntomas muy preocupantes en la forma en que se está llevando el proceso de negociación, en el que Izquierda Unida corre el riesgo de dilapidar su crédito y traicionar la confianza que le ha sido dada.

Las opciones de IU

Las alternativas para Izquierda Unida son básicamente cuatro: Entrar a formar parte de un gobierno de coalición presidido por José Antonio Griñán; quedar fuera del gobierno y alcanzar un pacto de legislatura estable para sacar adelante los presupuestos y las principales leyes dotándolas de una impronta de izquierdas; apoyar la investidura de Griñán y retirarse a la oposición alcanzando acuerdos concretos; y la cuarta, abstenerse, lo que permitiría a Javier Arenas gobernar en minoría el tiempo suficiente para comprobar la insostenibilidad de su Gobierno y convocar nuevas elecciones o volver a lanzarle el anzuelo al PSOE. La asamblea de bases celebrada en Sevilla esta Semana Santa -y controlada por la CUT de Sánchez Gordillo y el SAT- ha rechazado toda opción que no sean estas dos últimas, pero no parece que esa vaya a ser la opinión de la mayoría en el conjunto de Andalucía.
 
El gobierno de coalición es una posibilidad sin duda arriesgada, pues el votante de IU no quiere ver a la formación como muleta que apuntale al PSOE -esa ha sido precisamente la advertencia hecha por Sánchez Gordillo- , pero asumir por primera vez responsabilidades en el Gobierno de Andalucía y hacerlo bien demostraría que es una opción de gobierno menos quemada por la corrupción y el apoltronamiento que el PSOE y demostrar también que son posibles y más efectivas políticas más de izquierda en tiempos de crisis; sería fundamental hacerse con consejerías como la de Medio Ambiente, cerrando el vergonzoso caso del Algarrobico, encargando el  aplazado durante décadas e imprescindible estudio epidemiológico sobre la industria química onubense y plantando cara al modelo turístico de golf y puertos deportivos que han promovido los consejeros socialistas malagueños; o aquellas que permitan realizar políticas sociales y redistributivas, caso de Igualdad y Bienestar Social o Agricultura.

El pacto de gobierno o de legislatura sólo beneficiaría al PSOE, aliviado de no tener que compartir Consejo de gobierno, y pone en bandeja volver a la retórica, falsa y victimista, de la pinza. La abstención, dejando paso a un Gobierno del PP es sencillamente inadmisible, y marcaría el suicidio y la ruptura total de IU, y no porque el PSOE no se la merezca, sino primero porque desde el principio se vendería como un pacto entre populares e IU, como ocurre en Extremadura donde, aunque tal acuerdo no existe y lo que ha hecho IU es dejar gobernar al más votado, es esa la imagen que se da. Segundo, porque la posibilidad de un poder absoluto del PP en toda España, Andalucía incluida, es aterradora, y tercero porque la derecha podría gobernar con normalidad Andalucía, es simple alternancia, pero no justo  ahora; las recetas del PP en la actual situación económica y social de la comunidad solo traerían la ruina y el hambre.

¿Qué hacer entonces? Lo primero que ha de asumir la coalición que lidera Diego Valderas es que no puede ser la misma después del 15-M. De hecho ante las citas electorales que han venido después de aquellas movilizaciones y acampadas, la formación ha querido abanderar aquél descontento y llevar a las cámaras legislativas la demanda popular de más democracia, más representatividad directa, limpieza y otras formas de hacer política. Es lo que, sin duda, le exigen muchos de sus votantes, y probablemente en su creciente cosecha de votos hay mucho 15-M. No puede, por tanto, mostrarse ni comportarse como un partido convencional, y eso condiciona la forma de pactar con un partido como el socialista que ha practicado y defendido políticas neoliberales, se ha aferrado a un sistema electoral injusto, ha blindado los privilegios de la clase política y del poder económico y ha albergado en su seno un insostenible poso de corrupción. A Izquierda Unida -y al PSOE si se convierten en socios- corresponde demostrar que las fórmulas liberales contra la crisis ni son las únicas posibles ni son las adecuadas, y callar a quienes interesadamente tildan de demagógico y utópico todo lo que se salga del catecismo del mercado, pero debe también asumir que su programa contiene propuestas cargadas de buenrollismo imposibles de llevar a la práctica.

Los políticos de siempre

¿Están los líderes andaluces de Izquierda Unida preparados y capacitados para ese cambio? En principio debía ser una buena señal el que Izquierda Unida anunciara la celebración de asambleas abiertas no sólo a su militancia, sino a quienes les dieron su voto el 25 de marzo, para que se pronuncien sobre el posible acuerdo con el PSOE para gobernar Andalucía. Lo malo es que esas asambleas en la mayoría de los territorios no se estén celebrando aún y sí ha comenzado la negociación por arriba, entre Valderas y Griñán. Se corre el riesgo de dar a militantes y simpatizantes un acuerdo ya hecho para que su opinión sea simplemente un plebiscito sobre los cambalaches que la élite dirigente haya hecho con el PSOE.
 
Y lo malo es que de esas negociaciones ya se han conocido algunos aspectos que hablan bastante mal de Diego Valderas y los suyos. Algunos medios han revelado que en un hipotético gobierno de coalición, IU aspira a conseguir tres consejerías, además de la Presidencia del Parlamento andaluz, una cuota de poder en Canal Sur y sobre todo manos libres para la contratación de personal en los departamentos que controle. Si esto es cierto, Valderas está jugando al mismo juego que ha hecho a buena parte de la sociedad abominar de la política y los políticos. Si Valderas tiene sueños de moqueta y coche oficial, si los suyos maniobran para disfrutar de los oropeles del poder, es que nos han engañado. En Granada tenemos una mala experiencia en la coalición IU-PSOE que hasta mayo pasado gobernó la Diputación,a la que no se le conocieron verdaderas políticas de izquierda, que sólo sirvió para usar y abusar de dietas y coches oficiales, colocar a un centenar de militantes de IU en el organismo, enredarse con asuntos como el legado de José Guerrero, y acabar bajo la sombra de la corrupción, con el turbio asunto de las facturas dobles de una feria comercial en Marruecos que puede acabar con algún dirigente del PCE imputado, y no olvidemos a Torrijos y Mercasevilla, o la alcaldesa de Manilva, tan amiga de sus amigos y familiares y tan suelta con la Visa.

Puede que el problema sea que Izquierda Unida sigue orbitando en torno a un partido a la vieja usanza, el PCE, que atesora los mismos vicios que hizo a la calle clamar la pasada primavera contra los partidos. Que Diego Valderas es un político convencional, que hace décadas que no vive de otra cosa que de la política y que no tendría de qué vivir fuera de la poliítica; que él y otros dirigentes no sirven para estos tiempos. Al margen de que esté o no en el próximo gobierno andaluz, Izquierda Unida en Andalucía debe plantearse a muy corto plazo un relevo de dirigentes y de formas de hacer política.

Izquierda Unida no debe entrar en el Gobierno Andaluz para meter a toda su tropa dentro, inflando aún más una administración que padece obesidad mórbida. Adelgazar la administración, corregir las duplicidades, hacer una poda sin piedad de altos cargos y de sus sueldos es impresicnidible y es más de izquierdas que engordar lo público sin ton ni son, porque lo que se ahorra en asesores, directores generales, delegados y sus respectivas cortes es dinero que puede ir a políticas sociales, a salud, a investigación... Eso que aseguran propone Valderas de mantener tal cual la tela de araña de agencias públicas es suicida.
Hay que simplificar, desburocratizar. ¿Crear empleo desde la administración? Sí, pero un empleo que sirva para algo, que produzca bienes y bienestar para los andaluces;  no lujosas revistas de autobombo con veinte fotos del consejero de rigor por número para tenerlas muertas de risa en los despachos; no productoras de televisión siguiendo a sol y sombra al consejero; no jefes de prensa, asesores, conductores... No se sostiene Andalucía con cuarenta mil teléfonos móviles en manos de personal de la Junta. Me temo que en Izquierda Unida ni siquiera se están planteando esa necesidad de adelgazar lo superfluo de la administración para reforzar su papel de reactivar la economía productiva, sino todo lo contrario. Una prueba la hemos visto en que en Granada IU se alineara con el PP y los empresarios de la capital para criticar el cierre adelantado de la temporada de esquí en Sierra Nevada, que bastante ha aguantado ya en un año de sequía. Lo pide en nombre de mantener unas semanas más unos empleos, es decir, dar trabajo desde una empresa pública porque sí, a costa de crear graves pérdidas en dicha empresa. Se dice defender lo público mientras se lo perjudica. Extrapolándolo a la macroeconomía, no se puede dar la espalda al control del déficit, se trata de no convertir el control del déficit en la medida de todas las cosas, pero sin que se nos vaya de las manos.

Hablo de un giro a lo práctico, de fórmulas que saquen a Andalucía del pozo. No se trata de un giro a la derecha o a la realpolitik. En determinados aspectos -no evidentemente en lo que se refiere a la cháchara castrista y chavista- Marinaleda -que representaría el ala más radical- es un ejemplo a seguir: Cómo han recuperado la tierra para ponerla a producir, su sistema de autoconstrucción de viviendas, el control de todo el proceso de producción, distribución y comercialización de los productos del campo no son ninguna utopía, son una realidad tangible y extrapolable a otros lugares; sin llegar a su modelo asambleario -además de nada operativa, la asamblea es el método más refinado de aplastar al disidente, como demostró la Revolución Cultural China-, es posible avanzar en una mayor representatividad. Ignoro si tiene la Junta de Andalucía capacidad de legislar una norma electoral para su territorio pero sería una posibilidad -recogida en el programa de IU- a contemplar.


La carta de compromisos firmada por los candidatos de IU antes de las elecciones andaluzas es un documento de propuestas posibles, razonables y necesarias, que el PSOE podría asumir. Yo me saltaría el primero de los puntos, toda esa pamplina andalucista e identitaria, pero la renta básica es imprescindible en la actual situación y es además un imperativo del Estatuto de Autonomía; la creación de una banca pública puede ser más útil en Andalucía que en cualquier otro territorio para que se mueva el crédito, siempre que su gestión sea profesional -que no quiere decir privada- y no se repita el nefasto modelo politizado y clientelar de las cajas de ahorros. La propuesta de eliminar las diputaciones también es positiva, otra cosa es que pueda hacerlo una comunidad autónoma. Lo son la presión impositiva sobre las viviendas vacías, el refuerzo de la inspección tributaria contra el fraude, dejando sin efecto en la medida de lo posible la amnistía fiscal como se ha hecho en el País Vasco, y, por supuesto, el obligado cumplimento de un código ético frente a la corrupción que comience por dejar fuera de la administración a todos los implicados en el fraude de los EREs. Sólo con que en el Parlamento puedan constituirse comisiones de investigación se habrá dado un golpe de muerte a un régimen caduco. Otra aportación que se le debería pedir a Izquierda Unida es la expulsión de la enseñanza de la religión de la escuela pública, ahora que el gobierno en funciones pretende que, junto a la católica, más confesiones entren en los colegios públicos, obligando a efectuar un gasto añadido en detrimento de la calidad de la enseñanza. Y respecto a la radiotelevisión pública es urgente poner de patitas en la calle a la actual dirección de Canal Sur, para acto seguido hablar con los profesionales sobre un modelo de televisíon y radio que en lo informativo esté libre de presiones políticas, en lo que a entretenimiento se refiere destierre lo chabacano y refuerce los valores culturales y formativos y que en cuanto a la gestión acabe con la dependencia de las productoras privadas y adelgace la empresa sobre todo por arriba, en directivos, sueldos y gastos supérfluos. No se trata de repartirse cuotas de influencia y poder. Ya tuvimos bastante en los gobiernos de coalición con el PA teniendo que seguir los antojos de los consejeros coaligados.

En cambio no pasa nada si a la hora de negociar con los socialistas IU se va olvidando de eso del banco de tierras -cuando bastaría con freir a impuestos los campos baldíos-, la legalización del cannabis y el cierre de bases americanas como si pudieran hacerse por cuenta y riesgo de Andalucía. Se puede prescindir de esa calderilla altermundista ante la posibilidad de hacer una política de izquierdas de verdad, gobernar una Junta de Andalucía más pequeña y cercana, ensayar fórmulas keyneisanas frente a la crisis, y no pensar en dónde coloca uno a los suyos. Mi temor es que para guiar ese camino la actual dirección de Izquierda Unida no sirve.

domingo, 18 de diciembre de 2011

Iguales ante la Ley

 
¿Qué es el atraco a un banco en comparación con la creación de un banco?”. Me  reencontré con esta cita de La ópera de los tres peniques de Bertolt Brecht el día en que el gobierno en funciones indultó a Miguel Montes Neiro. Con ella abre Petros Márkaris Con el agua al cuello, la novela negra ambientada en la bancarrota griega de la que -con razón- todo el mundo habla y que narra una tentadora matanza de banqueros.
Miguel Montes ha sido víctima de una ley que está por encima de la Constitución, la Ley del Embudo. Pero a las víctimas la maldad de sus verdugos o su propia mala suerte no las convierte necesariamente en héroes. De él me cuentan quienes le han tratado en prisión que en su largo cautiverio algo influyó su comportamiento con funcionarios y otros reclusos que, expresado con un eufemismo borbónico, no fue ejemplar. Pero eso nunca justificaría la suma de errores, mala praxis y mala fe que el granadino ha obtenido de carceleros y jueces, o que la policía se quitara de encima cualquier marrón sin resolver atribuyéndolo a Miguel, el sospechoso de guardia. Delinquió mucho, sí, pero, parafraseando a Brecht, ¿qué eran los atracos de Montes Neiro en comparación con el pillaje de quienes se enriquecen hundiendo naciones y llevando a empresas a la quiebra y a sus trabajadores al paro? Según la Ley del Embudo, más villano es quien vacía la caja de un banco que quien vacía viviendas, y a éste la policía no le persigue, le ayuda, como comprobó Clara Martínez, la desahuciada de la Casa del Aire a quien el subdelegado del Gobierno Antonio Cruz envió cincuenta antidisturbios por si se aferraba con demasiada fuerza al marco de la puerta. Si Miguel Montes pasó 35 años en prisión, la decapitación de banqueros a espada que investiga el comisario Jaritos en Atenas se antoja una pena benévola.

Lo extraordinario del caso Montes Neiro es que haya hecho falta una movilización ciudadana, política y familiar -son sus hermanas las heroínas de esta historia- para que Miguel al fin pasara por el embudo de una Ley ante la que supuestamente era igual que el consejero delegado del Santander y peligroso delincuente Alfredo Sáenz, quien no tardó en obtener la gracia del gobierno Zapatero. Montes Neiro no podía aplazar créditos al PSOE ni conceder hipotecas a su secretario general, lástima.

A Enric Duran, conocido como 'Robin de los bancos', le han condenado a devolver 24.600 euros de uno de los créditos con los que estafó medio millón a 39 bancos para ridiculizar a quienes inflaban la burbuja crediticia. No hemos visto que a ilustres estafadores como Alan Greespan, Abby Cohen, Stan O'Neal o nuestro inefable Mario Conde se les haya hecho devolver ni un solo euro de los billones que se esfumaron y en parte acabaron en sus viajeras cuentas. Ante la Ley del Embudo no hay iguales.

domingo, 16 de octubre de 2011

Ruido de sables



El 25 de abril de 1974 el Movimento das Forças Armadas, grupo de oficiales portugueses de baja graduación, acabó con medio siglo de dictadura e instauró un régimen democrático en su país. 37 años después, la democraciaen Portugal, en España y en casi toda Europa está en proceso dedemolición; hay una contrarrevolución en marcha para derogar los derechos sociales, laborales y económicos adquiridos durante el último siglo y los gobiernos están a las órdenes de intereses privados y corporativos. Así que un episodio protagonizado de nuevo por militares portugueses, en concreto la Asociación Nacional de Sargentos, hace que a uno, bastante alérgico a los entorchados, nunca como desde la Revolución de los Claveles le haya sonado mejor el ruido de sables.

El gobierno del conservador Passos Coelho, obsesionado por pagar la deuda y el rescate a sus bancos y presionado por el FMI y las instituciones europeas, aplica atroces medidas de austeridad, que están llevando a muchos portugueses a la miseria y bastante cerca del hambre, hundiendo la economía y acrecentando el desempleo, con lo que, como sabe cualquiera excepto el Banco Central Europeo y los cretinos que nos gobiernan, jamás se podrá pagar esa deuda ni salir del pozo al que nos precipitan intencionadamente. Ya ocurrió en los ochenta en la América Latina por la que Milton Friedman esparcía su veneno. Hoy en Chile se lucha en las calles por una educación pública quela dictadura de Pinochet, laboratorio de las ideas de la Escuela de Chicago, desmanteló para otorgar un negocio multimillonario a las entidades de crédito.

Sí, ya sé, lo que hace el gobierno conservador de Portugal es exactamente lo mismo que está haciendo el socialista de Rodríguez Zapatero, pero a nuestro primer ministro todavía no le ha salido un grupo de militares -empleados públicos a los que las medidas de austeridad también machacan- que le advierta como sí han hecho los sargentos portugueses de que ellos “están al servicio del pueblo y no de instituciones particulares” y a las claras avisen a su jefe de gobierno y a quien quiera escuchar para “que nadie ose pensar que las Fuerzas Armadas podrán ser usadas en la represión de la convulsión social que estas medidas puedan provocar”. La verdad es que viendo cómo se las gastaban los policías españoles o los mossos catalanes en la represión de indignados, uno vuelve a tener la sana envidia de Portugal que no sentía desde 1974. Hace sólo unas semanas en una manifestación de policias en el país vecino, los policías que mandaron para reprimirlos se unieron a sus compañeros. Los sargentos portugueses recuerdan a Passos Coelho sus propias palabras: “En Portugal hay un derecho constitucional a manifestarse y un derecho a hacer huelga”. Y es que hay ya quienes lo ponen en duda.

Desde hace unos días no se me va de la cabeza la historia leída en un periódico de Caridad Melero, vecina de Villarrobledo (Albacete). De su pensión de 600 euros paga la mitad a un centro para enfermos de párkinson donde pasa el día. La Ley de Dependencia le otorgó 277 euros más, pero hace tres meses que no los cobra. A su hija, contratada a media jornada por el Ayuntamiento y con su marido en paro, sólo le están pagando el 60% de la nómina, 400 euros. Éste es uno de los miles de dramas que están viviendo esos ciudadanos españoles cada uno de los cuales ha -hemos- aportado al rescate del sistema bancario cinco mil euros, pero a quienes el Gobierno Central y las comunidades autónomas, controlados por una clase política que se ha puesto a las órdenes de la cleptocracia, están despojando -robando es el término adecuado- sus derechos a plena luz del día, para derivar el dinero al pago de deuda o ahorrárselo en nombre del control del gasto público. Ahora en casi todos los medios de comunicación se escucha un mantra insistente: Es imprescindible recapitalizar a la banca. Escondan el dinero en un calcetín. Mientras las administraciones no pagan residencias de mayores o de discapacitados pienso en esos alcaldes que avisan de que no van a poder las nóminas -los de Armilla y Granada lo han hecho- y me pregunto si cuando eso ocurra ellos mismos, y sus concejales y puestos de confianza, también dejarán de percibirlas. Me lo pregunto más que nada por saber si es hora de echarlos a patadas de sus puestos antes de que sea peor. Y hemos de recordar la idea roussoniana del contrato social: “Los hombres voluntariamente renuncian a un estado de natural inocencia para someterse a las reglas de la sociedad, a cambio de beneficios mayores inherentes al intercambio social”. Si el Estado incumple su parte del contrato, es legítimo romperlo.

Ni que decir tiene que golpes militares o asonadas son cosas de otros tiempos, pero como creo que a esta inmunda clase política del bipartidismo y la democracia capada hay que meterle el miedo en el cuerpo, confieso sentir aire fresco cuando leo a los sargentos portugueses que “las revoluciones no se anuncian, cuando llegan, llegan porque tienen que llegar". Señores diputados, ríndanse, están rodeados por el pueblo.

sábado, 24 de septiembre de 2011

iNews

 Confieso que me escandalicé más bien poquito cuando el Consejo de Administración de RTVE decidió meter las narices en las escaletas de los informativos. Por experiencia sé qué no hace falta tener acceso a complejos sistemas informáticos, algo que se puede hacer muy cuesta arriba para el coeficiente mental de muchos políticos, para alterar parrillas y decidir qué noticias se van por el retrete y cuáles abren telediarios. Un teléfono lo maneja cualquiera y en los medios públicos los despachos de los directores y jefes de informativos siempre han tenido línea directa con Ferraz o Génova, como en el ámbito casero el teléfono rojo conecta hoy con Torre de la Pólvora y mañana con Aben Humeya. Yo también uso el famoso iNews y, cierta vez mi entonces jefe me conminó a evitar las bromas y motes con que, sólo para uso interno, solía titular mis noticias de radio  porque, decía, “nunca se sabe quién mira las escaletas”.


Bien está defender la televisión pública y su neutralidad, pero no comparto tanto jabón como se le da estos días a RTVE. Cierto que éste, el de la era Zapatero, es el período de mayor calidad y, desde el de Fernando Castedo como director general e Iñaki Gabilondo como jefe de informativos, el de más ecuanimidad de su historia, pero no es el modelo de objetividad que se proclama. Veo que desde el verano cada telediario tiene su “minuto Rubalcaba” y no se me olvida la cortina de silencio que se corrió sobre el 15-M y, en oposición, el despliegue de propaganda y peloteo ante la reciente visita de Joseph Ratzinger a España. En RTVE se convierten en noticias las declaraciones, medidas y calculadas para el Telediario, de dirigentes de los dos grandes partidos, a los que de este modo se les permite marcar la agenda.


El intento de implantar la censura previa en RTVE demuestra el escaso valor que hoy se concede al periodismo, trata de institucionalizar lo que ya es práctica habitual y ha venido claramente dirigida desde fuera de Torrespaña. Pretenden que creamos que la orden de intervenir en los telediarios no partió ni de Génova ni de Ferraz, que era una ocurrencia de sus peones. Pero era la tercera vez que la consejera del PP Rosario López Miralles lo intentaba y ahora el cerebro y quien propició las necesarias abstenciones era el socialista Miguel Ángel Sacaluga, quien aún hoy insiste en que el control del trabajo de los periodistas de RTVE es un derecho de los consejeros. Rectificar no es de sabios, no cuando es el jaleo que se monta en Internet porque te han pillado lo que te obliga a hacerlo. El comunicado del Consejo es un modelo de cinismo: “Nunca fue voluntad de los consejeros interferir en la labor de los trabajadores de Informativos, ni mucho menos condicionar su independencia profesional” ¡Qué sarta de embustes! Parecido a lo de CCOO, que sin duda será merecidamente borrada del mapa en las próximas elecciones sindicales en RTVE, al salir “al paso de las muchas, y no siempre justas, descalificaciones recibidas” por su representante, una lumbrera el muchacho.

Por supuesto no podía faltar la visión aparentemente crítica que atribuyen el cabreo de los paeriodoistas -que, repito, tragan todos los días con el control de la superioridad, pero no con que ésta se haga norma- a una cuestión de corporativismo y les acusan de algo así como pretender una especie de secreto profesional -¿En periodismo y en el Siglo XXI? ¡hay que ser lerdo!-. Hablo de narcisistas que se masturban con la sóla idea de pensarse contracorriente de un cabreo generalizado -caso controladores- y buscan epatar pretendiendo que en este caso nadie ha querido oir la voz de los comisarios políticos -perdón, consejeros- que son representantes del pueblo, y el pueblo tiene derecho a saber cómo se hacen las noticias.

Pero no, no se trata de otra cosa que de otro paso más para que el modelo bipartidista se instale en todos los ámbitos. Así se dejen los ojos en tanto guiño, desde el 15-M PP y PSOE no han hecho sino pactar menos derechos, menos libertad, menos representatividad, menos democracia. En la misma línea de sus chalaneos para endurecer el bipartidismo en la ley electoral y la reforma constitucional, el ¿frustrado? asalto a RTVE ha sido una paletada más en el reparto del pastel.

domingo, 7 de agosto de 2011

Más que indignado


Rodríguez Zapatero abandona a toda prisa Doñana, y González Páramo, un mandamás del Banco Central Europeo, proclama que se acabaron las vacaciones ¿Será la pobreza que avanza en los barrios?
¿La represión en las calles de Madrid? ¿El desmantelamiento de la sanidad pública en Cataluña o La Mancha? Me temo que no son esos problemas los que interrumpen las vacaciones del gobierno y de las mentes pensantes de la economía.
Es la prima de riesgo en los 400 puntos, es el Ibex 35, son Moody's y Standard and Poor's, es cómo colocar deuda para pagar deuda. Tiemblan de superstición ante cada estornudo de los mercados, y les ofrecen la inmolación de los países del Sur de Europa. Nos dicen los gobernantes de hoy y los que vendrán en noviembre que los mercados exigen sacrificios, no explican que a esos tahures y apostadores les da lo mismo cuánto cobre usted de pensión y lo que cueste un despido. Después de todas las reformas somos más pobres, hay menos actividad económica y más paro, la deuda vale menos y los diferenciales de riesgo están disparados. No, no son los mercados, sino la oligarquía de siempre, la de los beneficios obscenos, la de los sueldazos, la de los bonus, quien da las órdenes, quien ordenó el derribo del estado del bienestar y ahora pretende poner fin al espejismo democrático.


Con este panorama los gestos electoralistas dan risa o vergüenza. Con los ojos morados por las balas de goma que les lanza la policía los indignados no pueden devolverles los guiños a Rubalcaba. Un PP envalentonado quiere mandar a sus 90.000 militantes madrileños a tomar la Puerta del Sol, como los matones de Mubarak asediaban Tahrir.
La presidenta Aguirre exige que se prohíban las manifestaciones de laicos ante la visita del Papa, que deroguen la libertad de expresión. Me pregunto si como están las cosas yo también debería abandonar mi dolce farniente sobre las rocas de una oculta garganta del Tiétar, a la sombra de los alisos, y hacer algo... ¿Pero para qué? Si no pinto -pintamos- nada; si el plan incluía privar a la ciudadanía de toda influencia en la política. Si estáis indignados, fundad un partido, decían ¡Qué cara más dura! PSOE y PP habían amañado una reforma electoral para blindar su cortijo. Toda formación que hoy carece de representación parlamentaria no podrá presentarse a las elecciones sin las firmas de, al menos, el 0,1% de los electores inscritos en el censo de cada circunscripción, y con sólo veinte días para obtenerlas. Eso puede dejar fuera a nuevos movimientos como Equo o al mismísimo Partido Andalucista. Eso puede convertir la cita del 20-N en una farsa.


Sí, tenían razón las pancartas: “Lo llaman democracia pero no lo es”, “No nos representan”... Sólo que a muchos lo de indignados se nos ha quedado pequeño. El que firma no está indignado, está hasta los huevos.

sábado, 30 de julio de 2011

Se lo dijo Pérez

 
Se lo dijo Pérez a Rodríguez. Sólo a Alfredo Pérez se le ocurriría la broma pesada de convocar en 20 de noviembre las elecciones que El País -el periódico de Pérez- había exigido el 18 de julio. Pero claro, ya no se sostiene ver al candidato Pérez enarbolando la bandera de la izquierda mientras el presidente Rodríguez y la vicepresidenta Salgado cumplen la hoja de ruta de los mercados. Para el PSOE la izquierda es esa endorfina que le salía por los poros a los españoles desde 2004 hasta el estallido de la crisis, droga euforizante que hace ver grandes conquistas donde apenas se hacen avances testimoniales. Cuando no han podido seguir pagándose la dosis diaria que les inhibía de la realidad han descubierto que tras el halo romántico y utópico de su líder se transparentan las garras de Botín, Alierta y Moody's.

El candidato Pérez no tiene tan complicada su reinvención como la credibilidad de la misma. Es hombre de recursos; si Rajoy no acepta preguntas, él es capaz de hacerse preguntas a sí mismo para evitar las de los periodistas. Pero era hasta anteayer el portavoz y vicepresidente de los recortes sociales, del rescate de bancos, del sí señor a los mercados. Ahora Pérez es el candidato del impuesto sobre el patrimonio que él mismo derogó; es el que propone las listas abiertas, él, que blindó el bipartidismo de forma que es casi imposible que a las próximas elecciones concurran nuevas opciones, quien pretende abrir debates que están en la sociedad” y a los que su partido y su gobierno han sido sordos como una tapia.

Quien dice querer llevar la voz del 15-M a las Cortes, anteayer mandaba a la policía que seleccionaba según el aspecto quien podía y quien no acceder a la Carrera de San Jerónimo. Cuando anuncia que creará “el mismo impuesto a los bancos que Merkel, Sarkozy y Brown crearon en sus países”, reconoce que el gobierno socialista de Rodríguez y Pérez ha sido más sumiso con el poder económico que sus colegas conservadores europeos. Como un crío en Halloween llama a las puertas de los bancos: “¡Susto o muerte!”; pero era parte del gobierno que, presidiendo Europa, desobedeció al Parlamento que exigía una autoridad europea que supervisara el sistema financiero. Tras el candidato Pérez hay la misma sinsustancia que en el presidente Rodríguez: Otro traficante de endorfina capaz de euforizar a sus fieles, de hacerles creer en que de una democracia sorda y recortada, de una partitocracia solipsista, de un chapapote de corrupción, puede salir un cambio social.

Pérez no superará el reto de la credibilidad, así que más pronto que tarde optará por el discurso del miedo. Lo tiene más fácil: Quienes votan no a que el general Franco deje de ser alcalde honorario de Valencia o le suben un cincuenta por ciento el billete de metro a las clases humildes de Madrid, dan bastante miedo.

lunes, 20 de junio de 2011

La cara de Botín

Centenares de miles de personas salieron ayer a las calles de toda España con la oposición a la firma del Pacto del Euro como principal argumento. Hayan acudido o no a las manifestaciones, si no han sucumbido aún a la atroz campaña de desprestigio que ha caído sobre el 15-M a partir de las actuaciones de unos cuantos descerebrados, les invito a enterarse de lo que significará la firma en pocos días del Pacto del Euro, porque la cosa tiene mucho delito. Yo, en cambio, tengo un motivo añadido para estar en esas manifestaciones. Me lo ha dado la Junta General de Accionistas que la pasada semana celebró la cuarta mayor entidad financiera del mundo, el mayor banco de la Zona Euro, la empresa más grande de España y la sexta a nivel mundial... El Banco de Santander, por si aún no atinan. No se me va de la cabeza la cara de su presidente, Emilio Botín, un banquero cuyo apellido es un chiste de mal gusto y de quien, tras verle responder a los accionistas en dicha Junta, tengo muy clara una cosa: Verán, cuando el presidente estadounidense Franklin D. Roosevelt sacó a América de la Gran Depresión negándose a ayudar a la Banca y estableciendo una economía keynesiana de control y limitación de los movimientos especulativos -política que dio origen a la mayor etapa de prosperidad que haya conocido una nación occidental-, algunos banqueros se suicidaban. Lo recordaban durante la crisis financiera de 2008 las pancartas de los manifestantes en Wall Street: “¡Saltad, bastardos!”. Lo que tengo claro es que jamás veremos el cuerpo de Emilio Botín balanceándose colgando de su corbata roja. Precisamente para que eso no ocurra se firma el Pacto del Euro, para garantizar que la aniquiladora economía especulativa que ha causado esta crisis esté aquí para quedarse.



Ese no es un tema del orden del día de la Junta”, interrumpiría Botín, como le hizo a Álvaro Van Den Brule, el pequeño accionista que se enfrentó al gigante. Responsable de una curiosa asociación llamada Ajedrez sin fronteras, dijo acudir en representación de su hija, licenciada, con dos idiomas y parada de larga duración que participaba en la acampada de la Puerta del Sol. “Es usted un máquina” le dijo Van Den Brule y le recordó que en los cuatro años que dura la crisis, desde 2006 á 2010, el Banco de Santander obtuvo 42.656 millones de euros en beneficios y que en ese período las retribuciones a los consejeros -esos cracks del ilusionismo financiero, les llama- ascendieron a 1.200 millones. “Mientras se iba abriendo la fosa de la destrucción de empleo en la que millones de condenados perdían su esperanza y su dignidad, ustedes se forraban a espuertas sin recato ni pudor”, acusa. Durante la Junta hubo otra intervención que Botín trató de callar, la del joven Carlos Pesquera, que se dirige a los dueños del Santander como “propietarios del presente”, les implica en el tráfico de armas y les anima a unirse a las asambleas del 15-M aclarándoles que “no es por los pobres, no es por los parados, sino por nuestros hijos y nietos que nos gritan desde un futuro sembrado de infamias”.




Vean y escuchen atentamente ambas intervenciones, porque la que las televisiones emitieron repetidamente fue la del accionista Antonio Panea, quien provocó la ira de Botín al pedirle explicaciones por la investigación abierta por la Audiencia Nacional por sospechas de fraude fiscal y evasión de impuestos contra los hermanos Emilio y Jaime Botín y los diez hijos de ambos. Y eso que no le preguntó por el resto de su carrera delictiva, que es el otro motivo por el que la cara del hombre cuyo apellido equipara el Diccionario de Sinónimos con saqueo, pillaje, presa, despojo, trofeo y robo se me aparece cuando busco motivos para salir a la calle a alborotar.



Panea podría haber hablado de los pagos investigados por el Senado de EE.UU, por más de 19 millones de euros de las petroleras Exxon Mobil y Marathon a las cuentas del Santander mediante las que el dictador guineano Teodoro Obiang saquea a su país. O del delito societario que se le atribuyó por pagar 44 millones de euros que eran propiedad de los accionistas del BCH a José María Amusátegui, a cambio de retirarse y dejar a Botín como único presidente de la entidad resultante de la fusión entre ambos bancos -con la propina añadida de una pensión de jubilación de 5'1 millones de euros-. Y podría haber hablado del medio billón de pesetas de dinero negro que manejó el Santander y que trató de blanquear mediante cesiones de crédito de las que no dudó en declarar como titulares a muertos, emigrantes, ancianos desvalidos, parados, familiares de empleados del banco y antiguos clientes. Uno, que ha visto a rectores, arzobispos, alcaldes y presidentes de Gobierno babear ante el hombre de la corbata roja, sabe que los accionistas podrían hablar hasta morir de cansancio y Botín permanecería impasible, sabedor de que los poderes públicos son su cortafuegos. En todos estos casos la Fiscalía solicitó el sobreseimiento, dando lugar a toda una doctrina jurídica establecida por el Tribunal Supremo, y en el de la cesión de créditos primero la secretaria de Estado de Justicia del último gobierno González, Teresa Fernández de la Vega, y después el ministro de Economía del primer ejecutivo de Aznar, Rodrigo Rato, presionaron a la Abogacía del Estado para que no se dirigiera “acción penal alguna por presunto delito contra la Hacienda Pública, contra la citada entidad bancaria o sus representantes”.

En las calles se grita por un futuro en paradero desconocido y Emilio Botín sabe que está a buen recaudo en el despacho notarial que redactará su testamento. Mientras, observa orgulloso a su hija Ana Patricia sentada en las dos últimas reuniones del Club Bildeberg.