domingo, 7 de septiembre de 2008

Javier Ortiz y las renuncias de la izquierda

Tener que insistir en lo obvio



Hay articulistas que en su apego a la sencillez extrema y a la línea clara tienen su arma más mortífera. Javier Ortiz, desde El dedo en la llaga, su columna de Público, es uno de esos aguafiestas profesionales que con las palabras justas se empeñan en recordarnos una vez más lo que más solemos olvidar, lo obvio. Que la de la izquierda es una larga historia de renuncias frente a una derecha nunca en retroceso es una evidencia que tendemos a esconder bajo la alfombra para no deprimirnos y el resultado es la peor de las renuncias, renunciamos a aspirar a lo máximo, que al fin y al cabo es para lo que el pensamiento de izquierdas sirve. Su columna del 4 de sepiembre es otro de esos imprescindibles recordatorios de lo obvio:

Lo malo conocido

Mientras el poderío capitalista se estruja las meninges para ver cómo acercarse cada vez más a su ideal de vida (cosa que tiene casi siempre al alcance de la mano), la presunta izquierda, de España y de tres cuartas partes del mundo, insiste en acomodarse al principio semimasoquista del mal menor. Ajustándose a ese imperativo, el uno sale diciendo que sí, que acepta que Obama no es de fiar, y que el número dos que ha elegido da grima, pero se apresura a subrayar que peor sería McCain, con su fiera de Alaska que es más carca que Margaret Thatcher y Esperanza Aguirre juntas. Y el otro añade que vale, que no niega que el Gobierno del PSOE es efectivamente un monumento a la pusilanimidad, y que tal parece que la vicepresidenta está haciendo méritos para que le den algún puesto en el Vaticano y el vicepresidente a que le otorguen otro en el Fondo Monetario Internacional, pero que más crudo lo tendríamos si regresaran a la Moncloa los del PP.

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