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sábado, 15 de abril de 2017

La guarida del lobo


Atentado del Domingo de Ramos en una iglesia copta
Khalid Massood, el terrorista que causó seis muertos y decenas de heridos el pasado 23 de marzo en el puente de Westminter y en las inmediaciones del Parlamento de Londres -donde finalmente fue abatido-, se crió en Birmingham con el nombre de Adrian Russell hasta que se convirtió al islam con el que sería su nombre definitivo mientras trabajaba en Arabia Saudí como profesor de inglés. Y claro, Russell o Massood, como prefieran, en dicha monarquía no se convirtió al sufismo o a cualquier forma de islam tolerante, sino a la predominante en Arabia Saudí, el reaccionario y fanático wahabismo, la corriente integrista y violenta de esa religión, la que importó el autodenominado Estado Islámico y que, mientras el Corán proclama el respeto a las religiones del Libro, considera un apóstata merecedor de la muerte a cualquier musulmán que no comparta su visión sectaria, además de a los infieles,  como los 44 cristianos coptos asesinados por Dáesh en Egipto durante la misa del Domingo de Ramos -salvo a aquellos infieles con los que se hace negocio-.  Los españoles estamos entre esos infieles: Vendemos, compramos y armamos al criminal régimen saudí sin que se nos caiga la cara de vergüenza.

Amistades peligrosas
La amistad y complicidad -siempre interesada- entre los gobiernos españoles y la tiranía decapitadora saudí comenzó en la década de 1960, en el esplendor de los planes de desarrollo franquistas, siguieron con las ostentosas vacaciones marbellíes del difunto rey Fahd y el resto de la familia Al Saud que tantas páginas llenaron en las revistas del corazón y se han consolidado durante los reinados de Juan Carlos y Felipe de Borbón, que dan a los sátrapas saudíes un tratamiento casi familiar, Jeques, miembros de la familia real y adláteres financian en España y el resto de Occidente la construcción de mezquitas en las que colocan a imames próximos al wahabismo, igual que abren emisoras - a menudo piratas- de televisión afines y que desde los también wahabíes Catar y Emiratos se patrocinan  y adquieren equipos de fútbol. Por el lado español Arabia Saudí es considerada tierra sagrada para hacer negocios. Aunque se trate de negocio armamentista, se puede vender el alma a cualquiera a cambio de un puesto de trabajo generado. Vimos hace poco en televisión al alcalde de Cádiz defendiendo lo indefendible. Poco o nada importa que se trate de armar y enriquecer a un régimen cuyo sistema penal es idéntico al del Califato y que está invadiendo y llevando el terror y la muerte al vecino Yemen. Para colmo, ejercer la objección de conciencia a participar en la venta de armas a esos tiranos te puede convertir en un apestado.

Orinando contra el viento
a alta velocidad
La corona, las empresas españolas de infraestructuras y esa ocurrencia llamada Marca España están dispuestas a reir cualquier gracia a los Al Saud si en ello ven cualquier ocasión de hacer caja. La que nos venden como inversión estrella de España en el territorio saudí, el tren de alta velocidad proyectado entre Medina y La Meca, además de que puede ser inviable por las condiciones climáticas extrenas del desierto arábigo, amenaza con costarnos un dineral a los bolsillos españoles por las temerarias expectativas de negocio de las empresas inversoras y su más que probable rescate por el Estado.

Éstas sí que son amistades peligrosas, pero qué importa mientras den dinero.





jueves, 3 de diciembre de 2015

¿Quién sembró vientos? (Ahora las tempestades las recogemos todos)




"Perdonar a los yihadistas corresponde a Dios,
 enviarlos con él es cosa mía"
(Vladimir V. Putin)


1. Asumiendo las propias responsabilidades

Era aún secretaria de Estado en la administración Obama cuando Hillary Clinton se enfrentó a su jefe a cuenta de la guerra civil en Siria; entonces ella defendía con vehemencia los ataques aéreos y bombardeos masivos para derribar el régimen de Bashar Al-Ásad y ayudar a toda la oposición, incluidas las facciones regionales de Al Qaeda. El presidente de los EE.UU. se negó entonces a hacerlo y probablemente fue esta oposición, y no los problemas de salud alegados, lo que motivó la salida del cargo de la exprimera dama. Ahora, cuando la única preocupación de Clinton es obtener la nominación de su partido para ser candidata a ocupar la presidencia -algo para lo que lo que importan son las propuestas y cuestiones internas-, se siente más libre para asumir errores y aciertos del pasado y se diría que hasta más lúcida y razonable en materias internacionales. Recientemente  ha reconocido que no eran los bombardeos, sino la financiación de los rebeldes moderados sirios lo que habría frenado la ex pansión del autoproclamado Estado Islámico y fue mucho más allá, repasando en una entrevista los graves errores históricos cometidos por la geoestrategia de Norteamérica y por extensión de Occidente, desde una atolondrada descolonización que llenó Asia Occidental de fronteras trazadas con tiralíneas, sostuvo corruptas dictaduras que servían dócilmente a los intereses occidentales, alimentó a la bestia armando a los muyahidines afganos -después talibanes- frente a la Unión Soviética -Nosotros creamos al Qaeda, viene a conceder-; y sigue con la destrucción total de la administración y el ejército iraquíes, que abonó el terreno para la aparición y el crecimiento del Dáesh.

La lista de meteduras de pata occidentales llega hasta hoy mismo: Arabia Saudí, amiga del alma de Occidente -y de los actuales monarcas borbónicos de España- es la mejor cliente de nuestra industria de armamento, tierra natal del clan Bin Laden y cuna del sunismo wahabista cuyo Islam rigorista es el mismo fanatismo religioso que mueve a los yihadistas que asesinan en Europa -¿seguro que no lo financian también?; Catar y los Emiratos Árabes Unidos patrocinan abundantemente -y hasta compran- clubes de fútbol europeos..¡Vaya! parece que el califato apesta más a petróleo que las playas gallegas tras el hundimiento del Prestige y que el mundo occidental no se limita a consumir ese petróleo y consentir a los jeques todos sus caprichos, sino que ha encendido algunas mechas del polvorín.

2. Islam contra Islam

En los terribles atentados que asolaron París el 13 de noviembre cayeron muchos musulmanes, y no me refiero a los terroristas; además hemos visto a menudo cómo la mayoría de las víctimas del terror islamista son también mahometanos. Hace décadas que asistimos a sangrientos enfrentamientos entre chiitas y sunitas en lo que se parece a una guerra civil árabe. En un documentado aunque opinable artículo publicado en el semanario Ahora, el experto francés en geopolítica Pascal Boniface mantiene que vencer el terrorismo de Dáesh pasa necesariamente por una intervención terrestre de los países suníes del entorno, y cita específicamente a los estados de la Península Arábiga y Turquía, pues los islamistas rentabilizarían la presencia de uniformes iraníes, rusos, estadounidenses o europeos presentándola como una agresión chií o una nueva cruzada.

¿Así se combate al Dáesh?
3. Más luces que bombas sobre Oriente Próximo

Bernard-Henry Levy describió en su ensayo de investigación Quién mató a Daniel Pearl el asesinato de un periodista judío setadounidense por parte de Al Qaeda y las alcantarillas de la inteligencia pakistaní -el siniestro IS de Pervez Musharraf -otro protegido de los Estados Unidos-, e igualmente citó a los Emiratos y Dubái como el paraiso para blanquear y coordinar la financiación del yihadismo mediante el sistema de trueque islámico tradicional, que no deja huellas. La historia fue llevada al cine en Un corazón invencible (A mighty heart. Michael Witerbottom, 2007)

3. El enemigo en casa

Entre esos países a los
que Boniface anima a participar en una coalición de estados musulmanes suníes para enviar tropas a Siria hay uno que parece muy poco fiable para combatir al Estado Islámico. En el extremo occidental de la OTAN y llamando a las puertas de la Unión Europea está una Turquía cada día más parecida al viejo Imperio Otomano. Hasta ahora sus únicas aportaciones al conflicto han sido comprar petróleo al Dáesh para a continuación revenderlo, perseguir con saña a la única fuerza que lo combate con eficacia -los pashmergas kurdos-  y derribar un cazabombardero ruso que apenas rozó su espacio aéreo cuando atacaba a los yihadistas. Uno de los tripulantes de aquel avión sobrevivió y fue salvajemente asesinado por grupos de turcomanos, una minoría iraquí y siria que se concentra en torno a Mosul, el nucleo más poblado en manos de los terroristas. De todo ello cuesta poco concluir que la Turquía del sultán Tayyip Erdogan en realidad es aliada y cómplice de Dáesh.

La vida en Mosul

4. Ciberterrorismo (y otras tácticas) vs. terrorismo

Ya hemos oido a menudo que hay tácticas mucho más efectivas que los bombardeos para frenar a los yihadistas de Siria e Irak y se suele hablar de su afixia económica y de la eliminación de sus fuentes de financiación. Algo se hace en ese sentido desde los aviones que han atacado sus pozos y refinerías y a los camiones que transportan su petróleo. Pero habría que ir mucho más allá, frenando la venta de armas e incluso imponiendo un embargo en toda la zona y haciendo un vacío comercial a las naciones sospechosas de financiar y apoyar la yihad -eso también va por el amigo saudí-.

Claro que no es sólo una batalla económica. El Dáesh tiene en su dominio de Internet y las redes sociales una de sus mejores armas de propaganda, captación, amenaza y miedo; tendremos que dar les batalla también en ese terreno. Recientemente la agrupación de hackers Anonymous anunció inminentes ataques a las webs y cuentas de Twitter y Facebook vinculadas a Dáesh. Espero que los gobiernos se lo hayan tomado en serio.  No sólo contamos con los muchachos de la máscara de Guy Fawkes en un posible ataque de ciberterrorismo; sin ir más lejos nuestro CNI tiene una unidad experta en el tema. Además no debemos olvidar la forma en que se venció a ETA: los golpes policiales, la infiltración en sus filas -aunque no sería nada fácil colar lobos en el califato- y la colaboración con Francia. Conviene recordar esto último ahora que el gobierno español tacañea con la ayuda que Francia demanda y prefiere no comprometerse hasta después de las elecciones.

En Europa se habla por fin de crear una especie de FBI de la Unión, y pocas cosas puede haber más efectivas en esta lucha que la constitución de una inteligencia europea única y coordinada, lástima que de inteligencia no anden sobrados los líderes europeos.


5. ¿Es esto una guerra?

Inmediatamente después de los atentados del 13 de noviembre en París Manuel Vals, primer ministro francés, proclamó urbi et orbe que Francia estaba en guerra. Parece obvio que la matanza perpetrada por un grupo de fanáticos con múltiples conexiones religiosas y políticas no cabe en las acepciones de la palabra crimen,  pero no es tan simple: es imposible dudar de que Siria vive desde hace años una guerra, y de que de uno de los bandos que combaten en ella salió la decisión de asesinar a los asistentes a un partido de fútbol, a quienes salían, comían y se divertían en los alrededores de la Plaza de la Bastilla y a quienes seguían un concierto de rock en Le Bataclan, pero ni Francia ni Europa son Siria, ni sus ciudadanos huimos de un frente bélico; ni el Estado Islámico es un estado ni sus comandos asesinos son soldados, por muchas bombas y kaláshnikovs que usen. Por lo tanto, denominar guerra a estas matanzas no pasa de ser una metáfora propagandística e interesada. Hablar de un atentado terrorista y no de un acto de guerra en casos como éste es más riguroso; lo contrario es dar la razón a quienes pretenden estar haciendo una guerra santa contra infieles y herejes.

Además los bombardeos aéreos no son la respuesta que la amenaza de Dáesh demanda; más que responder, posponen la respuesta: una declaración formal de guerra obligaría a emplear tantos recursos militares como fueran necesarios para ganarlos, y los bombardeos son cualquier cosa menos eso.

En unas declaraciones televisivas, el profesor Jesús Núñez, codirector del Instituto de Estudios Sobre Conflictos Y Acción Humanitaria, coincidía en que, hoy por hoy, la sola acción militar sólo logra aplazar la necesidad de plantar cara al problema y en que las intervenciones militares puntuales han de ir acompañadas de soluciones políticas, económicas y de coordinación de las inteligencias nacionales.

y 6. ¿Asumir también responsabilidades ajenas?

En el primer apartado de este artículo me refería a la responsabilidad que las políticas que Occidente ha aplicado en Oriente Próximo durante en el último siglo tienen en la creación, crianza y engorde de los monstruos que ahora quieren devorarnos. Ha habido errores garrafales e imperdonables, pero basta de flagelarnos y atribuirnos las culpas de otros. Los responsables del terrorismo son los terroristas.
Como era previsible, las reacciones tras la matanza de París han sido de todos los colores, muchas tan lamentables como previsibles: la de Xabier García Albiol es ambas cosas: para él la culpa de todo la tienen la inmigración y el multiculturalismo. Respecto a este último concepto incluso puedo coincidir con el líder del PP de Cataluña; pero creo que al concepto progre de multiculturalismo -que implica tolerancia con separación en guetos- debemos oponer interculturalidad -mezcla en la igualdad y el respeto- y no absorción como él plantea.  En el extremo contrario, el de la lucidez, destacaría las declaraciones al programa El Intermedio del rector de la mezquita Evry-Courcournnes, Khalil Merroun. En un perfecto español Merroun negaba que las mezquitas, incluso las de barrios conflictivos, sirvieran de imán para atraer a jóvenes al terrorismo: "esos jóvenes no van a escuchar las prédicas de la mezquita; se ven atraidos por el imán Google" dice. "Si vienes con nosotros no te faltará nada; y si mueres, te garantizamos el paraíso". El rector llama a los suyos a que, si se sienten atacados o insultados recurran a la Justicia del estado de derecho en el que viven, no intenten hacer justicia por su mano. Yjustifica las  decisiones del presidente Hollande: "Si mi pueblo es atacado, debo responder. Estaré haciendo una yihad, que sigifica un esfuerzo"". Le da una lección de patriotismo a todos los Lepen sin hablar de4 freno a la inmigración o cierre de fronteras.
¿No a la guerra?, un artículo de Rubén Amón publicado días atrás en El País se refería al buenismo del manifiesto de varios intelectuales y alcaldes de la órbita podemita y las manifestaciones que, bajo el lema No en nuestro nombre, se celebraron en toda España el 28 de noviembre defendiendo que "la pedagogía del peace and love no puede extrapolarse a la emergencia que representa la voracidad del califato islámico en su expansión ideológica, propagandística y territorial".

 El periodista británico John Carlin lo denunció hace poco en un artículo que comenzaba citando una escena de la comedia fantástica Mars attacs! (Tim Burton, 1996): Con medio mundo liquidado por los invasores marcianos, su líder y dos guardaespaldas se encuentran frente al presidente estadounidense -Jack Nicholson- éste, acorralado en su despacho, apela al buen rollito universal, "¿Por qué no podemos llevarnos todos bien?".Entonces el jefe marciano lo fulmina con su pistola de rayos, se acerca al cadáver y lo despacha con un burlón saludo militar. Carlin continúa imaginando al superprogre líder laborista británico Jeremy Corbin actuando igual que el presidente Nicholson en caso de verse arrinconado por un terrorista del Dáesh; incluso le invitaría a tomar el te. Y extiende esta hipotética actitud agran parte de esa progresía de discurso antiimperialista maniqueo que sólo ve la culpa de estos males actuales en los errores occidentales anteriores. ¿Para qué hacerse preguntas más complicadas pudiendo echar mano de respuestas más simples?. De acuerdo, algunos de aquellos vientos los sembramos nosotros, pero otros salieron de mezquitas, madrazas y campos petrolíferos. Va siendo hora de que otros recojan las tempestades, y no me rfiero a ninguna tormenta del desierto.




lunes, 19 de enero de 2015

Mentar la bicha




Una estudiante marroquí venía cada semana a mi casa a hacer la limpieza; observé que cuando pasaba el polvo de la librería miraba de reojo mi ejemplar de Los versos satánicos de Rushdie al que a veces daba la vuelta dejándolo con el lomo de cara a la pared. Aquello me recordaba cuando estuve en un colegio mayor y las monjas que limpiaban mi habitación quitaban las chinchetas superiores para dejar semidescolgado el póster inluido en el Abraxas de Santana, en el que aparecía una voluptuosa mujer negra desnuda. Rememoro todo eso al leer, o más bien devorar con ansia -en francés, no he podido esperar la traducción- la nueva novela de Michel Houllebec, Sumisión, y sobre todo al saber del escándalo levantado en Francia, donde se acusa al autor de Ampliación del campo de batalla de islamofobia. Sumisión plantea cómo sería Francia tras la  llegada al Elíseo de un presidente musulmán en las elecciones presidenciales de 2022, con el apoyo de todos los partidos excepto el Frente Nacional, que evitan así la victoria de Marine Le Pen en la segunda vuelta. Los supuestos musulmanes moderados demuestran pronto no serlo tanto; las universidades se han convertido en madrasas de las que van siendo excluidos los docentes cristianos, judíos o ateos; la poligamia se va extendiendo entre los hombres que pueden pagarlo; las mujeres sufren restricciones en el vestir y se limita su acceso al mercado laboral mediante cuantiosas subvenciones llegadas de los emiratos y monarquías petroleros; Turquía, Marruecos y Argelia se han incorporado a una Unión Europea que sueña con la restauración del Imperio Romano...

Tras los atentados islamistas de París los medios de comunicación y muchos gobernantes europeos se apresuraron a pedir a los imanes que  condenaran los actos violentos y éstos se apresuraron a hacerlo.; hasta ahí todos contentos. No pretendo sugerir que el bueno de Emilio el Moro fuera un yihadista; pero no puedo obviar que inmediatamente despues de los crímenes de Francia, tras el rezo del viernes en las mezquitas argelinas se aclamaba a los terroristas y mártires. No quiero mezclar churras y merinas: me parecen deleznables las manifestaciones contra el islam y la inmigración que organiza PEGIDA en Drede y Berlín, pero considero intolerable que una autodenominada Policía de la Sharía actúe impunemente en las noches deWuppertal y otras ciudades alemanas amedrentando a jóvenes y sobre todo a chicas que no vistan con el obligado decoro, consuman alcohol o desafíen cualquier otro precepto del Corán -ignoro si la nueva Ley de Propiedad Intelectual me permite o no incluir en el blog enlaces a medios de comunicación, pero considero un deber citar la fuente de toda información que no sea de mi cosecha y ¡qué mejor manera de hacerlo que enlazándola!-.

Los asesinados dibujantes de Charlie Hebdo caricaturizaron
a Houllebecq como vidente: En 2015  perderé los dientes
¡y en cien años todos calvos, no te j...!
¡Con una inusitada rapidez han sonado las voces empeñadas en diferenciar Islam y fundamentalismo violento!; incluso he oído ridículas argumentaciones que tímidamente venían a justificar el ataque a la revista en sus excesos y provocaciones.  La campaña contra la novela de Houllebecq y el asesinato de los periodistas y dibujantes de Charlie Hebdo me mueven a volver a un asunto sobre el que ya he advertido: el buenismo y el exceso de corrección política traen bajo el brazo nuevas formas de censura y autocensura; quienes lo defienden piensan que criticar el Islam y a los islámicos, o simplemente retratarlos fría y despiadadamente, supone invocar el peligro, es como mentar la bicha; el papa Francisco sorprendió negando el derecho de ridiculizar las religiones. A este defensor que le ha salido al Islam le recordaré que en las iglesias subterráneas de la Capadocia, cuando los musulmanes llegaron a Anatolia, tacharon y emborronaron rostros y ojos de los iconos de los frescos de las paredes por considerar impía la representación de figuras humanas y animales.Ya sabíamos que Michel Houllebecq es un provocador: en Las partículas elementales cargaba contra los viejos hippies; en Plataforma se pone del lado de la pareja que monta un negocio de turismo sexual en Tailandia y contra los islamistas que destruyen aquel antro de vicio y pecado, al contrario que la prensa francesa; en El mapa y el territorio llega a imaginarse a sí mismo como víctima de un atroz asesinato; y ahora por Sumisión sufre estos ataques que vienen incluso de la alta política ¿Son conscientes las autoridades francesas de que Houllebec se ha colocado en el punto de mira y de que, si de verdad creen en la libertad lo que deben hacer es otorgarle protección? como antes a Rushdie y a Saviano; como ahora a Charlie Hebdo, ¿O es que acaso cuando uno decide voluntariamente ponerse en riesgo ejerciendo la libertad no merece que el Estado lo proteja? Lo que necesitamos no es ser prudentes y contemporizadores; Necesitamos provocadores y creadores que sepan burlarse hasta de lo más sagrado.

Vídeo: Siniestro Total - Ayatolah

jueves, 25 de diciembre de 2014

La fanática doncella de Orleans

El 30 de mayo de 1431, en la plaza del Mercado Viejo de Ruán, a los diecinueve años, Jehannes Darc, conocida como la Pucelle -la doncella-, murió en la hoguera a la que un tribunal de la Inquisición la había condenado. Algunos siglos después fue canonizada y proclamada patrona de Francia por la Iglesia que, poco antes de su ejecución, la había expulsado de su seno y más tarde incoó una causa de anulación contra el proceso que la condenó.

Cierto es que aquel proceso fue una farsa con la sentencia dictada de antemano -como probaron la posterior causa de anulación y los documentos que han llegado a nuestros días- y que sus actas fueron falsificadas por orden del obispo Pierre Cauchon que lo dirigió,  pero no es menos cierto que el personaje histórico y la legendaria peripecia militar de Juana de Arco, la mujer que liberó la sitiada ciudad de Orleans y entronizó a Carlos VII en Reims, ha sido ampliamente mixtificado. No ha sido la menor mixtificación considerarla una heroína feminista por vestir ropas de hombre y dirigir ejércitos de hombres además de pretender interpretar un papel clave en la política de su tiempo y liberar Francia de la ocupación inglesa. No era esto lo que inquietaba a la sociedad feudal, al menos no tanto como que no fuera un rey o un papa, ni siquiera un señor, sino una campesina iletrada de diecisiete años quien se proclamaba una elegida y enviada por Dios, contraviniendo el  orden natural de las cosas. Aparte de todo eso, la santa heroína de Francia tiene al menos tantas sombras como luces. En primer lugar la Pucelle fue una fanática religiosa que aseguraba tener desde su adolescencia visiones divinas en las que ángeles y santos le hablaban y dirigían los pasos de su peculiar aventura. Por otro lado tras victorias militares como la liberación de Orleans y otras ciudades y políticas como la coronación en Reims, su obsesión belicista contra los ingleses y sus aliados de Borgoña la dejó sola y cada vez más aislada frente al pactismo del rey Carlos, que prefirió hacerse con París y la Isle de France mediante acuerdos de paz con los borgoñones. También es significativo que Juana se rodeara de personajes poco recomendables: entre sus compinches de armas estaba nada menos que  Gilles de Rais, el barón de Rais, quien antes de morir en la horca e inspirar el personaje de Barba Azul, secuestró, violó y asesinó a más de doscientos niños y niñas. Del mismo modo que Juana de Arco es venerada hoy en todo el mundo católico y no sólo en Francia pese a las muchas aristas y rincones oscuros del personaje, hemos sabido también que la mezquita de la M-30 de Madrid alberga un nido de yihadistas sin que sus imanes hagan nada por evitarlo ni por denunciar una forma perversa del islam consistente en perseguir y asesinar a los no musulmanes -y también a los musulmanes en Siria, Irak, Yemen o Pakistan- y en aspirar al martirio. Es cierto que Juana de Arco es un personaje fascinante que ha inspirado una película excepcional como la de Carl T. Dreyer y otra más dudosa como la de Luc Besson, pero en nuestros tiempos no deberíamos aceptar los mitos sin rechistar.

Vídeo: Orchestral Manouvres in the Dark: Joan of Arc - Maid of Orleans
La Juana de Arco de Dreyer




domingo, 31 de agosto de 2014

El califa en lugar del califa

Se llama Abu Bakr al-Baghdadi; se hace llamar califa de lo que también se autodenomina Estado Islámico, cuya existencia ningún otro país, ni civilizado ni silvestre, reconoce. Su caso recuerda al de Napoleón quien, tras arrebatarla de las manos del Papa, se impuso a sí mismo la corona imperial. Un papa -es decir, un portavoz de la falsa verdad- es precisamente lo que ambiciona este Al-Baghdadi colocar entre sus trofeos de caza, aunque sean cuales sean las aspiraciones de este personaje y sus fanatizados acólitos, que han querido dejar atrás en crueldad y barbarie a las huestes del finado Osama Bin Laden, su futuro parece tan incierto como el del desaparecido mulah Omar.

Sin embargo, el exacerbado fanatismo de sus fieles no puede ser motivo de tranquilidad para este califa, a quien no faltarán maquiavélicos visires que, como Iznogud, conspiren para ser el califa en lugar del califa. De momento sólo el ejercicio férreo del terror y la persecución contra quienes disientan de un Corán leído con ojos inyectados en sangre constituyen la argamasa de ese Estado Islámico; eso y el más o menos encubierto apoyo de algunas potencias regionales como Catar -paraíso de nuestros futbolistas millonarios-, la Turquía de Erdogan, hasta hace poco el Egipto de Mursi y quién sabe si el wahabismo saudi cuyos príncipes son tan queridos por nuestra monarquía. Argumentos, además del tradicional victimismo musulman, se los ha dado en abundancia la represión contra los suníes ejercida por el depuesto Al Maliki. En un reciente artículo Juan Goytisolo destacaba las inteligentes jugadas del sirio Bachar Al Assad, primero renunciando a su inútil arsenal químico y en la actualidad presentándose ante Estados Unidos como un mal menor que, con todos sus abusos y arbitriariedades, es preferible a los bárbaros que le combaten, a quienes la exsecretaria de Estado Hillary Clinton a toda costa quería armar. Pese a quien pese y nos guste o no, hoy por hoy los regímenes de Siria e Irán son los últimos diques de contención frente al avance del yihadismo.

Pero nos cuesta tanto ser conscientes del peligro de esa yihad y ese Estado Islámico. Sus crucifixiones de infieles y sus matanzas en masa de combatientes enemigos parecen no afectarnos. Poner bajo sospecha a unos musulmanes es algo que no nos atrevemos a hacer por miedo a que nos tachen de racistas. Es bien reciente el caso de la red pakistaní que sometía y prostituía a cientos de menores ante las narices de los pusilánimes policías y fiscales de Roterham. Es  loable que los progresistas españoles y de todo el mundo clamen que sen sometidos a la Justicia los asesinos de José Couso, pero al mismo tiempo no pueden guardar silencio ante la ejecución de Jim Foley y el secuestro de Steven Sotlof. No parece políticamente interesante preocuparse por estos periodistas víctimas del Estado Islámico como tampoco hubo airadas reacciones internacionales cuando los talibanes y los servicios de inteligencia pakistaníes acabaron con Daniel Pearl. En Irak y en Siria alguien tiene que dejárselo claro a estos poseedores de la única verdad, también el ruido de las bombas si no basta la ancestral sabiduría de los yazidíes: Así no habló Zaratustra.

lunes, 25 de noviembre de 2013

La iglesia de las mentes envenenadas



¡Ay que ver lo que ha hecho conmigo el mundo árabe!: Candela (María Barranco) en Mujeres al borde de un ataque de nervios

La reina Raina de Jordania declaró hace unos días que la juventud árabe de hoy en día vive en dos mundos diferentes -el virtual y el real-. Cuando apagan sus computadoras ven que no tienen opciones reales. Así que tienen un sentido de tristeza y decepción. (...) Le debemos a nuestra religión combatir esa frustración y denunciar el fanatismo. Esta señora controla la psicología, la sociología y la teología, y continúa pontificando sobre la legitimidad del voto y la democracia, además de hablar del Islam como una fuerza de integración y paz. Que yo sepa Jordania no es del todo una dictadura ni tampoco una democracia; el país y sus reyes viven sumidos en el estado de confusión común en el mundo árabe e islámico. Hace poco unos suicidas suníes vinculados a Al Qaeda atentaron contra la embajada iraní y el barrio chií de Beirut. Irán y Hezbollá culpan a Israel y se niegan a admitir que una guerra civil sectaria está fraccionando el Islam; el islamismo moderado turco de Erdogan apoya a los Hermanos Musulmanes y se enfrenta al actual gobierno de Egipto; no se reconoce que los enfrentamientos sectarios alimentan las matanzas en Siria e Irak.

Diga lo que diga Su Majestad, la religión musulmana, como todas las demás, cuando invade las esferas de la organización social y política en busca de poder siempre lleva a la tiranía, el fanatismo y el odio. En Gaza el gobierno de Hamás segrega a los estudiantes según su sexo; en este lado del Mediterráneo las escuelas del Opus Dei hacen lo mismo y nuestro gobierno ordena concertarlas con el Estado. La fe puede insuflar soplos de vida, pero las doctrinas religiosas pueden ser veneno para la mente.

Vídeo: Culture Club - Church of the poison mind

domingo, 4 de diciembre de 2011

Religión


 La victoria islamista en las legislativas de Marruecos es según un editorial de El País un soplo de aire fresco, asómbrense. Su semanal celebra sus 35 años recuperando reportajes históricos como la entrevista que Rosa Montero hizo a un ayatolá Jomeini a punto de tomar el poder en Irán. Horrorizada por el siniestro personaje y su credo medieval, cuenta la escritora que tuvo que suavizar su rechazo porque los progres de la época no admitían que el revolucionario que derribaba al Sha y desafiaba a Norteamérica era infinitamente peor que su antecesor. En Libia, Túnez, Turquía o Egipto esos islamistas, que visten con piel de cordero para no asustar y se dicen moderados, conquistan –democráticamente- el poder con el taimado Tayyip Erdogan, el Bush de Oriente Próximo, manejando los hilos para tender silenciosa y discretamente un telón de oscurantismo e ir supeditando la política a los dictados de la fe. Ojo, que también en el democrático Israel los ultraortodoxos imponen su ley a pedradas.

Cierto, por Occidente también vamos dejando que la religión, convencional o disfrazada de espiritualidades diversas, nos coma terreno. A veces hasta hacen más ruido que los imanes: El arzobispo de Granada va segundo en una encuesta en Internet para elegir la mayor animalada episcopal. Compite con su hit “Si la mujer aborta, el varón puede abusar de ella”. Sólo le supera el obispo de Tenerife, que aseguraba que los niños de 13 años van provocando a los curas para que les metan mano. A estas criaturas el Estado entrega cinco mil millones de nuestros euros al año y subvenciona su negocio proselitista en la Educación.

La razón y la inteligencia pierden terreno ante espiritualismos que a menudo esconden inmensos negocios –si no estafas- o pretenden parcelas de poder.
Así se explica la propagación del pensamiento positivo, la monserga new age disfrazada de ciencia –Punset- o los seminarios de desarrollo personal: La realidad es fea, pero no te molestes en cambiarla, aprende a verla de color de rosa.

Hasta la ciencia económica está contaminada por la religión. Economistas de izquierda como quienes firman “Hay alternativas”Vincenç Navarro, Alberto Garzón y el granadino Juan Torres López-, tras un atinado análisis de los verdaderos mecanismos de la crisis, plantean como primera de sus propuestas la “Constitución de un gobierno mundial (...) y la instauración de un mundo diferente”, a la altura de una miss deseando la paz mundial. Pero peor es lo de los halcones de lo neoliberal, que ya reconocen abiertamente que las recetas de la austeridad y el recorte nos hunden más en el pozo, y sin embargo continúan recetándolas como imprescindibles y obligatorias –el último informe de coyuntura de Caja Rural pone de manifiesto esta contradicción- porque creen fanáticamente en ellas. Es su dogma; no es ciencia, es religión.


martes, 26 de julio de 2011

Conservadores y antisistema


Cuando el 23 de julio Anders Behring Breivik voló las oficinas gubernamentales del centro de Oslo, matando a ocho personas, y posteriormente asesinó a 68 jóvenes participantes en un campamento de verano del Partido Laborista en la isla lacustre de Utoya, se hizo una primera atribución del atentado a extremistas islámicos a partir de una falsa reivindicación. La derecha global, la de las guerras contra el terror, encantada. Resultó que no había sido cosa del moro, pero la derecha mundial, más encantada todavía porque ahora se hablaba de un antisistema. A ver que tardan en vincularlo al 15-M, vaticinaban algunos. A eso se agarran fervientemente desde los medios ultras españoles -La Gaceta-Intereconomía, Libertad Digital, Periodista Digital...- incluso después de que quedase meridianamente claro que aquel ario de pura cepa que como ellos detestaba la España de Rodríguez Zapatero era uno de sus cachorros, un fruto de la papilla de odio, racismo, cristianismo de cruzados, desprecio a los principios democráticos y justificación de la violencia que vienen suministrando a manos llenas a sus seguidores. Lo diré sin ambages: Uno de los suyos.

Anders Behring Breivik
Ahora esos mismos medios se afanan en hacer ver que el asesino de Oslo es simplemente un majara, un psicópata aislado con ideas de copypaste -Arcadi Espada dixit- y sólo el rojerío más recalcitrante se empeña interesadamente en establecer conexiones con las ideologías del lado oscuro. No es ahora, sino hace unos días cuando el bunker tenía toda la razón: Anders Behring Breivik es, efectivamente, un antisistema, como ellos mismos, como Rupert Murdoch y sus medios, como Dominique Strauss-Kahn ejerciendo el derecho de pernada, como los economistas que desde las universidades estadounidenses inoculan el veneno neoliberal en gobiernos y opinadores, como los tertulianos de la copa de vino en la mano y la ponzoña en la lengua, como el Tea Party, como los partidos del odio que emergen en el Norte de Italia, en Francia, Holanda, Rusia, Austria o la propia Noruega, como los partidos de la derecha convencional -esa que confunde populismo y democracia- que no dudan en tomar la misma deriva con tal de no ceder terreno, como las agencias de calificación y los especuladores que han organizado el mayor y más peligroso golpe de estado contra el sistema democrático, como los empresarios, corporaciones y cabilderos envalentonados que han emprendido una contrarreforma que sólo puede acabar en una restauración de nuevas formas de esclavitud o servidumbre, como tanto canalla como anda suelto y armado de micrófono, ordenador o mando en plaza.

Pero a la caverna le interesa vendernos la imagen del loco, a quien no hay que dar publicidad. No sea que alguien identifique sus ideas con las de la propia caverna.

Timothy Mc Veigh y Jared Lee Loughner







Porque si Anders Behring Breivik, con sus pamplinas templarias y todo, fuera solo un loco, si fuera tan simple, Timothy McVeigh, autor de los atentados de 1995 en Oklahoma City, lo sería también, y no un exmilitar ultraderechista que odiaba al Gobierno, adoraba las armas y creía en la supremacía blanca y cristiana. Y sería un simple orate el seguidor del Tea Party Jared Lee Loughner, que en enero pasado acabó con la vida de seis personas cuando intentaba asesinar en Tucson a la senadora demócrata por Arizona Gabrielle Gifford, a quien Sarah Palin situó bajo la mirilla de un rifle en un ingenioso mapa de los EE.UU. en el que localizaba a los enemigos progresistas a eliminar. No, ninguno de ellos es un psicópata, desequilibrados y fanáticos sin duda, un narcisista patológico que se muere por ser el ídolo de todos los pirados del mundo en el caso de Breivik, pero no locos aislados. De Breivik se van probando sus contactos y conexiones con ultraderechistas de distintos puntos de Europa. Se trata, sí, de antisistema. Antisistema que han llevado al extremo de la violencia indiscriminada el discurso que de forma más o menos matizada mantienen otros antisistema: Murdoch, Palin, Bossi, Aznar, Heider, Le Pen, Friedman, Rodriguez Braun, Espada, Sostres, Vidal, Wolfowitz, Mayor Oreja y tantos otros en los ámbitos de la política, la economía, la universidad y los media. En los más inteligentes apenas encontraremos rastros de fanatismo religioso o racial, no pierden el tiempo en tonterías, pero sí alimentan en los demás ese tipo de sentimientos para servirse del odio que generan.

Los medios de Rupert Murdoch son una fuerza antisistema. Es antisistema un modelo financiero que malgasta, se juega y pierde nuestro dinero y posteriormente recibe más dinero del nuestro para recuperarse. Es una premisa antisistema que ninguna autoridad democrática se imponga y vigile los movimientos del capital. Destruye el sistema el que los gobiernos electos se sometan a cualquier indignidad para salvar el culo a los inversores. No hay nada más antisistema que una religión que impone sus principios a quienes no la profesan y encima cobra del Estado por ello. Si un sistema exige que los trabajadores pierdan sus empleos y recorten sus sueldos y los ciudadanos se queden sin sanidad o educación gratuitas, es que es una falsificación del sistema, es que lo han destruido y reemplazado por otra cosa. Es antisistema que cuando los antisistema ponen en práctica su hoja de ruta se pretenda defendernos con la excepcionalidad: Si la prensa se extralimita, leyes mordaza, leyes antiterroristas si hay matones sueltos, estados de alarma ante una huelga...

Y es la presencia, la influencia y en casos tan extremos como el de Noruega, la acción de los antisistema lo que por oposición lo convierte a uno en un conservador. Nos vemos en la obligación de conservar los logros del estado del bienestar, el derecho a la negociación laboral, las pensiones, la educación, la salud, la libertad de expresión, la igualdad de oportunidades, una democracia hoy devaluada que alguna vez se aproximó a la verdadera representatividad. Quien iba a decirnos que nos veríamos defendiendo el capitalismo, entendido según los principios keynesianos de mercado regulado y vigilado por los poderes públicos, el capitalismo que cree en que el trabajador bien pagado es un motor económico, admitir que mientras era el modelo dominante fue la garantía de la prosperidad y una cierta justicia social, frente a los unabomber de la desregulación, los terroristas del dinero que defienden que el capitalismo es bueno para todos menos para ellos mismos, que exigen que el Estado esté detrás, subvencionando, rescatando o amparando con leyes su impunidad.

Pese a los ingenuistas, iluminados y frikis que han desenfocado el movimiento, descubrimos que la protesta social surgida en España el 15 de mayo es un movimiento en pro del sistema, de un sistema de democracia, libertad, prosperidad y justicia, un movimiento conservador de los valores, los derechos y la decencia. Los antisistema están enfrente, dando clases en la Universidad de Chicago, debatiendo en El Gato al Agua o emprendiendo cacerías humanas en una isla. En medio, los partidos convencionales tienen la obligación de dejar bien claro de que lado están. Guiñar el ojo estratégicamente o hacer estudiados gestos de simpatía como los del candidato Pérez Rubalcaba no basta. No son los Rubalcaba que tantas veces hincaron la rodilla ante los antisistema los que detienen a los antisistema antes de que hagan de las suyas.

jueves, 24 de marzo de 2011

Las lecciones de Libia

Pocos casos como el de la revuelta libia, la guerra civil y la intervención contra Gadafi sacan a la luz tanta porquería, tanta miseria, tantos intereses bastardos entrelazados. La política mundial y las relaciones internacionales son -¿Ya habéis olvidado Wikileaks?- un gran pozo negro, un cieno pestilente en el que casi nada y nadie - aquí no cabe el 'casi'- está limpio. Libia, el régimen de Gadafi, sus enemigos de anteayer, cómplices ayer y hoy de nuevo antagonistas, el saqueo y los negocios de las materias primas y las armas son sólo grumos en el detrito de tamaño cósmico que la raza humana deyecciona en su inexorable camino hacia la extinción. Dicho esto es cierto también que las ansias de libertad y la lucha por conseguirla son, como las creaciones artísticas y de la imaginación, las ilusiones a las que la especie se aferra para justificar su paso por el planeta, y sirvan o no -va a ser que no- para salvarnos de nuestro patético destino es a ellas a las que debemos aferrarnos si queremos levantarnos cuando mañana amanezca. El hecho de que al mal no se le pueda combatir con el bien porque éste último ni está ni se le vislumbra en el horizonte no quiere decir que renunciemos a darle -o ayudar a darle- al malvado patadas en la boca hasta saltarle los dientes. Me van a perdonar por no ser pacifista, por pensar que si pones la otra mejilla sólo consigues dos manos marcadas en la cara, por creer que, aunque sea acudiendo a otros miserables, si borramos a un miserable de la faz de la tierra algo habremos ganado.

Como todo es tan confuso, como hay tanto ruido y todos hablan y opinan tanto, me ha costado ponerme a escribir sobre lo que está ocurriendo en Libia salvo por algún tuiteo y para denunciar algunos silencios al principio de esta crisis. Como a los reaccionarios me los veo venir, me molestan más quienes desde la buena fe alimentan prejuicios, quienes prefieren que no se haga nada si quienes van a hacerlo están de mierda hasta los ojos -como si alguien no lo estuviera-. Esos provocan lo que alguien llamó -no recuerdo si se lo leí a Rosa Mª Artal- 'los daños colaterales de la demagogia' Creo que lo visto y oído permite extraer algunas lecciones; lo de sacar conclusiones es harina de otro costal.

Lecciones de periodismo

Desde que tunecinos primero y egipcios después decidieron tomar las riendas de su futuro, cuando intento no sólo enterarme sino además comprender lo que está sucediendo, sólo hay una fuente de la que no puedo prescindir y esa es Al Jazeera en inglés. La prevalencia de la información sobre el sesgo ideológico -que lo tiene, pues el medio inmaculado no existe, fue revelador su silencio respecto a las revelaciones de Wikileaks sobre dirigentes de Catar y otros países del Golfo- se equilibra de forma exquisita con el compromiso inequívoco de la cadena catarí con las revueltas democráticas en los países de su ámbito. Por algo los periodistas de Al Jazeera son los primeros en ser perseguidos por las dictaduras y sus emisiones cortadas antes que las de, pongamos por caso, la CNN. En el otro extremo, lo que desde luego no se me ocurre es informarme a través de Telesur, la cadena panamericana que promueve el teniente coronel Hugo Chávez, aquel que regaló a Muamar Gadafi la espada de Simón Bolívar en premio por su compromiso revolucionario. Ni Telesur ni Gramma Digital, las dos fuentes más repetidas en cuanto se tira del hilo de los tuiteros, blogueros y representantes políticos más hostiles frente a la intervención internacional en Libia, son un ejemplo de credibilidad en este momento histórico. Tampoco la neutralidad ha sido nunca una de sus aspiraciones prioritarias; en eso no
engañan ni pretenden engañar a nadie.

Conviene recordar, para vergüenza de estos medios, cuál fue su primera interpretación sobre lo que ocurría en Túnez, Egipto o Bahrein en los primeros días de las revueltas. Eran 'revoluciones de colores' auspiciadas por la CIA, que buscaban crear regímenes afines a Occidente, cuando era precisamente Occidente y los intereseses de sus empresas y gobiernos el mejor sostén de los dictadores contra quienes se levantan los pueblos árabes. En Occidente hubo miedo, no apoyo, a las revueltas: En España y casi toda Europa los medios conservadores estuvieron aireando el supuesto peligro islamista intentando enfriar las simpatías hacia las revoluciones. La posición de Al Jazeera no ha variado en todo este tiempo. Sus periodistas han seguido sobre el terreno los levantamientos y han prestado un gran servicio a los manifestantes y fuerzas democráticas. La identificación ha sido total en el caso de los rebeldes libios que buscan derrocar a Gadafi y ahí es donde el posicionamiento de Al Jazeera ha sido más arriesgado -junto a su reciente negativa a retransmitir discursos de determinados dirigentes de Hezbolá-. La cadena se la juega al no ponerse en contra de los ataques aliados a las fuerzas de Gadafi, ataques que los alzados en armas contra el régimen ven con alivio -les va la vida en ello- y no como una intolerable intromisión imperialista. A quienes ven en ello una claudicación hay que recordarles que Al Jazeera es tan crítica hoy como ayer tanto con la invasión ilegal de Irak como con la amparada por Naciones Unidas pero igualmente nefasta de Afganistán. No se le pueden dar muchas lecciones de coherencia y menos desde medios de comunicación ligados a regímenes como el de Chávez o de Raúl Castro que guardan no pocas similitudes con los que el pueblo árabe hace tambalearse. ¿Miedo al contagio?
Gaspar Llamazares

Lecciones de la calle

En las calles españolas ha reaparecido una pancarta, la del "No a la guerra"; desde el palco de invitados del Congreso se escucha de nuevo el mismo grito. Es, desde luego, una pálida sombra del clamor que llenó las calles hace ocho años, tras la foto de Las Azores. Es cierto que en esta ocasión Izquierda Unida es prácticamente la única fuerza organizada que se opone abiertamente a la intervención aliada en Libia y lo es también que hoy los españoles no se movilizan ni cuando les quitan sus sueldos, sus derechos y su futuro. Por tanto no es raro que sean pocos. Y aún así son demasiados si tenemos en cuenta que quienes en los propios países árabes se manifiestan en contra de los ataques son... Nadie.
No hay apenas artículos en la prensa árabe abiertamente críticos con la intervención, si acaso se recogen los reparos sobrevenidos de la Liga Árabe. Las calles de las ciudades árabes, que estallan en llamas por una simple caricatura sospechosa de sacrilegio, que se levantan contra las agresiones israelíes o por las revelaciones de Wikileaks sobre los abusos de las fuerzas estadounidenses en Bagdad o Kabul; esas mismas calles están ahora vacías salvo, claro está, que sean las calles donde se producen las revueltas ¿Cómo es posible que salgamos a protestar aquí por aquello contra lo que los propios afectados no protestan?¿Nuestro pacifismo nos vuelve más papistas que el Papa?
 
Cualquier ambivalencia acerca de ese régimen se fue, se fue, se fue. Es brutal, corrupto, engañoso, demencial. (Helena Sheeham, activista irlandesa de extrema izquierda invitada por Gadafi a la que la rebelión sorpendió en Trípoli)

Lecciones de la Historia

Ya se ha escrito mucho sobre las similitudes y diferencias entre el caso libio y otros acontecimientos históricos en los que se ha debatido sobre la conveniencia de la intervención extranjera en conflictos locales. La comparación con Irak es en el caso de la izquierda tan solo una torpe excusa, tan irresponsable como ignorante, para desempolvar consignas que hace años les -nos- dieron visibilidad en las calles. Hay una excepción, la de quienes comparan Libia no con el Irak de 2003 sino el de 1991 -la excusa era liberar un territorio de un tirano chiflado, hubo amplio apoyo
internacional y hasta se habló de llevar la democracia a Kuwait-; es cierto que ahora se podrían cometer los mismos errores, que no se puede prever en qué y cuando acabará la intervención, pero también lo es que entonces en 'nuestro bando' sólo estaban unos príncipes podridos de millones, no un pueblo exigiendo ser libre. En cuanto a la derecha la comparación con Irak 2003 es una forma de intentar justificar miserias del pasado proclamando que España también va a la guerra con el pacifista Zapatero. No merece más líneas.

Se ha hablado mucho de Ruanda, y del sitio de Sarajevo, como ejemplos de los efectos de que el mundo se quede de brazos cruzados ante una masacre programada. No podemos saber qué habría ocurrido de permitirle a Gadafi aplastar la rebelión; todavía está por ver que no lo haga. Pero cuando avanzaba hacia Bengasi su hijo advertía de que se iba a registrar la ciudad casa por casa, lo cual permite hacerse una idea bastante aproximada de lo que esperaba a los rebeldes.

Otro momento histórico cuya equiparación con Libia se ha debatido respecto a la oportunidad -o legitimidad- de la intervención extranjera en conflictos locales es la Guerra Civil Española y las consecuencias del no intervencionismo de las potencias democráticas europeas en la victoria final de la rebelión militar. A quienes se empeñan en negar las similitudes, las palabras de Gadafi vaticinando que su entrada en Bengasi sería como la de Franco en Madrid deberían bastarle para convencerles, aunque entre 1936 y 1939 el papel de rebeldes y leales fuera justo el contrario. Pero el parecido entre ambas situaciones no se queda ahí. Del mismo modo que ya hay una intervención extranjera del lado del régimen -miles de mercenarios subsaharianos, el inmenso arsenal vendido al ejército del coronel por las potencias que hoy le atacan...-, entonces Inglaterra , Francia y los Estados Unidos se cuidaban muy mucho de poner las manos sobre España -con la honrosa excepción de las Brigadas Internacionales- y el bando democrático sólo contó con el apoyo armamentístico que Stalin les vendió en condiciones muy ventajosas para la industria soviética, y mientras, la Legión Condor sobrevolaba impunemente la Península, barcos alemanes bombardeaban Alicante o Almería y el Corpo Truppe Volontarie de Musolini metió nada
menos que a 140.000 soldados italianos en nuestro país. Con mucha menos gente ya es invasión. Luego, tal vez una intervención extranjera del bando de los rebeldes libios sea simplemente una cuestión de equilibrar la balanza de la internacionalización del conflicto que ya se daba con anterioridad.

Tenemos otro ejemplo aún más evidente, pero menos comentado, en la Segunda Guerra Mundial. El no intervencionismo estadounidense -muy arraigado en la opinión pública norteamericana- estuvo a punto de dar la victoria a Hitler. Incluso después de que los japoneses hubieron atacado territorio de los EE.UU. en Pearl Harbor, el Departamento de Defensa tuvo que recurrir a una intensísima propaganda -la magnífica serie de documentales Por qué luchamos dirigida por Frank Capra es un ejemplo- para convencer a su país de que había que entrar en guerra contra el Eje. Antes, ya que hablamos de taparnos la nariz cuando nuestros aliados apestan, el miserable Stalin se había repartido Polonia con Hitler en su vergonzoso Pacto de no agresión, lo que no fue obstáculo para que, una vez que Alemania invadió la URSS, los aliados occidentales aceptaran a los soviéticos como amigos de conveniencia, conscientes de que el pueblo y el ejército rusos eran imprescindibles para derrotar a los nazis. Estoy seguro de que los rebeldes que han estado a punto de perder la guerra contra Gadafi tampoco tienen demasiados remilgos ni se preguntan ahora por el pasado de quienes les ayudan.



El no intervencionismo, por último, nunca ha sido una doctrina pacifista. La utopía pacifista -además de una quimera- es necesariamente universal y exige que una parte de la Humanidad acuda siempre en socorro de otra cuando ésta sufre opresión. Ya sé que en la práctica sólo se suele acudir a ayudar a los opresores o a sustituirlos por otros, pero como principio esa universalidad hace que lo menos pacifista del mundo sea el ahí te las apañes solo.

Lecciones de hipocresía

El meollo de la cuestión. Como alguien señalaba con acierto en Twitter, la llamada 'Operación Amanecer de la Odisea' -ni Bunbury hubiera igualado tamaña grandilocuencia- debía haberse llamado 'Operación Amiguito del Alma'. El algodón no engaña y la prueba está en miles de fotos, es tan reciente que dan arcadas sólo de pensarlo: Gadafi en El Pardo, Gadafi financia la campaña electoral de Sarkozy, Gadafi vende petróleo y gas, Gadafi compra armas, Gadafi y sus hijos invierten el dinero robado a los libios en la Costa del Sol, Gadafi ya no es un malvado terrorista sino un freno a Al Qaeda... Es todo tan repugnante y están tan manchados de mierda Sarkozy, Cameron, Blair, Zapatero, Berlusconi, Clinton y una interminable lista de empresarios... Pero todo eso que hace que miremos con total desconfianza y asco a los promotores de la intervención no sirve para descalificarla. No, queridos demagogos, no es por petróleo, porque el petróleo ya lo tenían con Gadafi y el futuro es impredecible -Se nos olvidan los aviones llenos de trabajadores de petroleras europeas en los primeros días de la rebelión saliendo de Libia, donde vivían tan ricamente. No, queridos demagogos; no se puede decir No a la guerra ahora, cuando la guerra empezó hace un mes y la empezó
Gadafi. Hay que ser casi tan hipócritas como los examiguitos de Gadafi para en una misma pancarta llevar los lemas "Con las revueltas de los pueblos árabes" y "No a las intervenciones". Porque corréis el riesgo de que se os pregunte "Y entonces qué harías tú" ante lo que la única respuesta no balbuceante que he leído ha sido "Yo no tengo la varita mágica para resolver la situación". Queridos amigos pacifistas, os parecéis mucho más de lo que pensáis a la llamada "comunidad internacional"; nunca estáis cuando se os necesita.

Sí, es cierto, hay cientos de resoluciones de la ONU sin cumplir -Israel tiene el record-, y guerras de todo tipo de las que nadie se acuerda. Da hasta risa pensar que los mismos EE.UU. que no reconocen al Tribunal Penal Internacional puedan entregar a Gadafi a ese mismo Tribunal. Si aquí interviene Occidente -tarde, muy tarde, que no se nos olvide- no es, evidentemente, por motivos humanitarios. Una guerra larga o una rebelión derrotada pero con rescoldos activos puede poner en peligro el flujo de petróleo y gas; están las necesidades de índole electoral, sobre todo para Sarkozy, y está el ejemplo de Egipto y Túnez, revoluciones que comenzaron sin Occidente y asustando a Occidente, pero que se encauzan hacia inofensivas transiciones a la española; una vez más el gatopardiano "Se vogliamo che tutto rimanga come è, bisogna che tutto cambi". Son intereses bastardos, como siempre y al servicio de los de siempre. Pero ¿Yqué pasa con los afectados? ¿Estarán los libios mejor o peor sin Gadafi? ¿Acaso no han salido ganando egipcios y tunecinos echando a Mubarak y
Ben Alí? Y sobre todo está la lección para el resto de los tiranos árabes: Mubarak y Ben Ali se equivocaron no aplastando a sangre y fuego las rebeliones, pensarán si Gadafi se sale con la suya. Desde el momento en que han comenzado los ataques sobre Libia, en Yemen los militares empiezan a rebelarse contra el dictador y a proteger a los manifestantes. En Siria, hasta ahora inmune a las revueltas, ya se dan los primeros movimientos contra la dinastía baazista.

No es la legitimidad de atacar al régimen de Gadafi lo que hay que discutir, sino la necesidad de ir más allá de la llamada exclusión aérea. Como no soy pacifista creo que Gadafi merece tener el mismo fin que aquellos tiranos a los que derroca el pueblo, el mismo que Ceaucescu o Musolini. Pero eso, como todo respecto a su futuro, son los libios quienes tiene que decidirlo, o deberían serlo. Si Gadafi gana la guerra nada podrán decidir, si la pierde mediante una intervención extranjera, no está claro que se les deje decidir, pero es seguro que peor no van a estar. Mejor, probablemente.