Jogo de Cena y Frozen se llevan los galardones de Cines del SurEl público es sabio
Federico Vaz
Esa chorrada de que el público no se equivoca es como lo de que el cliente tiene razón siempre; si no se equivocara los estudios de audiencia llevarían años engañándonos, pero sí creo que en la decisión final sobre las películas merecedoras de los galardones en Cines del Sur, el respetable ha dado una lección de sabiduría al elegir una cinta tan hermosa como la india Frozen. Y esa elección dice mucho del buen criterio del público asistente a Cines del Sur porque Frozen no es una película fácil. En absoluto. Es cierto que nadie puede sustraerse a su alucinado blanco y negro, a su manera de rodar los paisajes del Himalaya, adentrarse entre las multitudes de un mercado, capturar la tensión de un partido de hockey sobre hielo, o hacernos sentir el frío, pero también lo es que impone su propio ritmo, que a un espectador sometido a la tiranía de los planos de dos segundos y de esa forma de montar tan de moda que confunde acción con barullo podría exasperarle, o podría haberse desconcertado con las reacciones y la inacción, los silencios y los gritos repentinos de unos personajes aislados del mundo tan diferentes a nuestro universo cercano. No ha sido así y el público ha reconocido los valores de esta gran película a pesar de que había otros trabajos a priori con más gancho popular como la malaya Flower in the pocket y la única comedia de la selección oficial, la marroquí Esperando a Pasolini.
Frozen no sólo es la película de mejor acabado formal que hemos visto en la selección oficial, es que su relato sobre la imposibilidad de adaptarse a los cambios, sobre la pérdida irremediable de una forma de vida y sobre la manera en que el ruido vence al silencio es de verdadera hondura, conmueve pero sin trampas emocionales, introduce lo onírico y lo espiritual con naturalidad y gracia. Que el jurado oficial haya premiado el trabajo de Shivajee Chandrabhushan como la mejor dirección es mucho más que un premio de consolación tratándose de una opera prima, pero a mi entender, aunque por parte de un jurado tan multicolor cabría esperar cualquier cosa, el patinazo ha sido ver en Jogo de Cena la mejor película del certamen. No entraré en ese debate de todos los festivales sobre premiar películas que difícilmente van a llegar al público ya que por mucho que el propio festival subvencione su distribución está claro que Jogo de Cena no va a encontrar exhibidores en España y es más que probable que la distribuidora que compre los derechos la meta en un cajón y no la saque de él en años. No hemos visto en las pantallas españolas ni en dvd –de hecho no ha salido del circuito de festivales- a la ganadora del año pasado, a pesar de que Crossing the Dust era una cinta mucho más asequible y tenía más gancho para el público que este semidocumental.
Al margen de sus posibilidades comerciales Jogo de Cena no es ni de lejos la mejor película del festival; es una cinta valerosa y emocionante, los testimonios de las mujeres que se plantan ante la cámara tienen momentos electrizantes y hay verdadero calado en su reflexión sobre la adulteración de la realidad que necesariamente lleva consigo la representación cinematográfica o la dificultad para un actor de representar los sentimientos ajenos sin que afloren la técnica, el estilo o la simulación de las emociones. Eduardo Coutinho da una lección sobre lo que significa saber escuchar. Pero el director muestra sus cartas demasiado pronto y la fórmula se va volviendo reiterativa. Además, ni siquiera es una fórmula novedosa pues, aunque con otra intencionalidad, en su anterior trabajo, Edificio Master, Coutinho ya había empleado el método de construir un puzzle de experiencias y emociones a partir de declaraciones ante la cámara.
La elección de Jogo de Cena como mejor película es discutible sin llegar al despropósito, pero sí lo es que esté en el palmarés We went to Wonderland y haya quedado fuera una película con la energía y la pasión de Tirador –la ausencia de Flower in the Pocket era más previsible por la acumulación de premios que ya arrastra-. Mientras el empleo de la cámara digital por parte de Brillante Mendoza y la urgencia de sus imágenes son la más pura representación cinematográfica del presente de indicativo, por mucho que los defensores de Xiaolu Guo –que tanto abundan en el festival- se empeñen en encontrar en su vídeo doméstico lucidísimas cavilaciones sobre las diferencias culturales, servidor no encuentra nada que no haya visto infinidad de veces, una retahíla de tópicos intelectuales sobre la deslocalización humana que en ningún caso justifican el martirio de ver una cinta con tan mala calidad visual. El punk y eso de no saber tocar estaba muy bien cuando había algo que contar y había que hacerlo muy rápido; en cine hay que aplicarse el mismo cuento.
Al margen de los criterios de jurados cinéfilos, hay que homenajear a ese público que ha establecido una sorprendente complicidad con el Festival y que no sólo ha llenado las proyecciones gratuitas al aire libre. Asistí el viernes a la proyección de Retorno a Gorée, un documental sobre el cantante Youssou N’Dour y su búsqueda de las raíces, en una de las salas grandes de los cines Neptuno a rebosar, con más público del que veía a Indiana Jones en la sala de al lado. Esos cines cambiaron a principios de la semana las segundas proyecciones de las cintas a concurso y las de la sección informativa a salas de gran aforo porque no se cabía en las pequeñas. En cualquier festival de mediano tamaño las secciones paralelas se proyectan sin apenas asistentes; aquí el festival de Cines del Sur afronta el futuro con la garantía de haber conectado con un público sabio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario