lunes, 22 de junio de 2009

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Postales desde Persépolis

Ying Liang, el joven cineasta chino que dirigió Good cats, film injustamente excluido del palmarés de Cines del Sur, nos describió los mecanismos censores con que el Gobierno chino impide a cualquier obra sospechosa acceder a los canales de distribución masivos. Tras el advenimiento del capitalismo a China, un órgano censor fundado por Mao en 1949 se coordina con las leyes de un salvaje mercado libre para impedir que cine, música o literatura creados desde la independencia puedan llegar a la generalidad de la población.

Ying, cuya película costó sólo diez mil euros y a quien nadie subvenciona, no es como los cineastas mendicantes de este reino, incapaces de estrenar la mitad de la basura subvencionada que producen. Por el contrario este joven creador chino reclama su derecho a vender deuvedés casa por casa, a colgar su obra en Internet, a recurrir a la piratería con tal de dar a conocer su trabajo.

En Irán los periodistas extranjeros ya no pueden informar sobre la revuelta contra el supuesto fraude en las elecciones. Pero la milenaria Persépolis se ha puesto manos a la obra para informar al mundo y romper el muro de silencio del régimen teocrático, y gracias a los mensajes en Twitter, los vídeos en Youtube y las fotos en Flickr sabemos de esa revolución verde –con todas mis reservas hacia las revoluciones de colorines que suelen tener a la CIA detrás- con la que buscan salir del pozo del jomeinismo. Entre quienes informan desde Teherán hay fotógrafos profesionales que, renunciando a ganancias, publican en la Red bajo una licencia Creative Commons que permite la reproducción citando la fuente. Es cierto que tal como está el panorama laboral en las empresas de comunicación, éstas se ahorran un pico en sueldos de fotógrafos y periodistas obteniendo gratis la información de Internet; y que la ausencia de un control de calidad banaliza y resta credibilidad a esa información. Pero también se demuestra lo importante que es la libertad en la web para tener una sociedad libre. Gracias a esa libertad –siempre más importante que los puestos de trabajo-, hoy conocemos lo que ocurre en Irán, pero cualquier día nos puede tocar a nosotros.



Hay que impedir que los gobiernos controlen la información que fluye por Internet, y con el
actual desarrollo tecnológico me resulta incomprensible que –salvo que existan acuerdos tácitos entre proveedores, buscadores y gobiernos- en China o Cuba pueda existir una Internet censurada sin que haya forma de burlarlo. En España un lobby antipiratería, que para dar penita se ha bautizado como Coalición de Industrias en Declive, pretende hacer de nuestro país una China donde se pueda cerrar una página web por decisión de un órgano superior. Y si queremos vivir en un país libre no podemos permitir que eso ocurra.

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